TRIBUNA
8M: Más motivos que nunca para vacunarse contra el machismo
Llegó 2021 y con el nuevo año las tan ansiadas vacunas contra la Covid-19. Se cumple ahora casi un año de la declaración del estado de alarma en España y casi en paralelo, un año desde último 8 de marzo, día en que se declaró a las mujeres feministas por una buena parte de la sociedad, culpables de ser las responsables de la rápida extensión de la primera ola de la pandemia en nuestro país.
Las mujeres, a lo largo de la historia siempre han sido tachadas de responsables de gran parte de los males del mundo, hasta el punto de ser llevadas a la hoguera y quemadas por herejes y brujas. Sobre todo, el estigma caía con todo su peso sobre aquellas muejres que reclamaban derechos, igualdad de oportunidades, o simplemente eran sabias, y ya se sabe, la sabiduría femenina es peligrosa para los intereses del patriarcado.
Sin embargo, lejos de ser responsables de los males, las guerras, la destrucción del planeta, las invasiones, etc., siempre hemos sido centrales para el sostenimiento de la vida y los cuidados, de la familia, las personas enfermas, las dependientes, etc. Eso si en la sombra y con humildad. Si alguna empresa estadística, de las que ahora tienen tanto mercado, hiciera una macroencuesta podría comprobar lo poco dadas que somos a las armas de fuego, la violencia, la competitividad, etc.
Son muchos los virus machistas y patriarcales que se han hecho más virulentos que nunca para las mujeres durante la pandemia. Los sectores laborales más afectados por la pandemia y que han estado en primera línea frente al virus están altamente feminizados. La sanidad, la educación, el comercio, el empleo del hogar, la limpieza, los cuidados. Al frente de ellos, en los domicilios, en los supermercados, en los centros de salud, en las escuelas, hemos estado las mujeres. Y lo peor, las mujeres que han estado en las casas encerradas con sus agresores, han padecido doblemente el confinamiento, sufriendo la violencia machista.
Sin querer hacer de este artículo una retahíla de datos, ofrezco sólo algunos para avivar la reflexión personal. Según la Encuesta de Población Activa (EPA) las mujeres representan el 66% del personal sanitario, llegando al 84% en el caso de las enfermeras y en los establecimientos residenciales para mayores y personas dependientes el 84% del personal contratado son mujeres. Y el 70% de las tareas de cuidados siguen recayendo en las mujeres.
Las empleadas del hogar son uno de los colectivos más afectados por la pandemia. Un colectivo en el que existe el despido por desistimiento, la no inclusión plena en el régimen general de la seguridad social y que no tiene reconocida la prestación por desempleo. Sin olvidar las que trabajan en la economía sumergida sin acceso a los servicios más básicos. Éstas últimas ni siquiera han podido optar al subsidio extraordinario que aprobó el gobierno central y sin embargo contribuyen junto al resto de compañeras al 41% del PIB en nuestro país.
Este repaso de los muchos virus patriarcales y machistas, no puede dejar atrás al más dañino de todos, para el que no se ponen suficientes recursos ni medios públicos en su erradicación, las violencias machistas. Sólo durante el confinamiento subieron un 47,3% las llamadas al 016 frente al 31% del mismo periodo del año 2019. Así como las consultas a dicho teléfono. Hasta el punto que hubo que activar un Plan de Contingencias contra la violencia de género ante la situación de emergencia sanitaria.
Las vacunas necesarias contra dichos virus no llegan. Tienen que llegar a la justicia, dotándola de profesionales formados en la materia, sentencias justas contra los agresores y suficientes medidas preventivas. A la educación, con la implantación de planes de igualdad que fomenten la coeducación y la corresponsabilidad desde la infancia. A la salud, con protocolos adecuados para identificar con profesionalidad y con seguridad a las víctimas de violencia de género y velen por la salud integral de las mujeres. Y por último, al conjunto de la sociedad inoculando la centralidad de los cuidados como elemento clave para sostener la vida.
Como si de una enfermedad rara se tratase, y fueran pocas las que sufren o han sufrido alguna vez uno de estos virus, parte de la sociedad, se extraña de que aún las mujeres tengamos que seguir reclamando nuestros derechos más elementales en el siglo XXI. Incluso nos siguen invitando a quedarnos en casa, cuidando y haciendo poco ruido, no vaya a ser que de pronto seamos el foco principal de los males del mundo. “Nada nuevo bajo el sol”.
Este 8M de 2021 el patriarcado, vuelve a menospreciar nuestra capacidad de reclamar y transformar nuestra realidad, sin contagiar. Nos critican, dudan, nos cuestionan y como buenos “padres protectores” nos previenen antes de tiempo. “¡Estas feministas, no son capaces, nos van a llevar a la ruina!”. Ni se imaginan que podemos estar de otra manera en la calle. Esa creencia limitante, forma parte de ese patrón aprendido que tienen sobre nuestras capacidades y habilidades. Aún no quieren reconocer que somos lo que siempre hemos sido y han querido invisibilizar: mujeres organizadas, solidarias, generosas, creativas, cuidadoras, compañeras, amigas, madres, hijas, personas.
Y sí, algunas, porque además somos respetuosas con la diversidad, el 8M estaremos en la calle compartiendo corrillos, pintando murales, cantando canciones, o representando alguna performance.
Estaremos visibilizando todos esos virus y nuestras propuestas para erradicarlos, sobre todo por las mujeres que no podrán estar. Esas heroínas que como cada día estarán ejerciendo la hermosa tarea de cuidar o de sostener la vida de forma anónima.
Isabel Brito CabezaCoportavoz EQUO Andalucía y activista feminista