TRIBUNA
Incendios forestales, patrimonio natural y desidia política
Estábamos viviendo un verano relativamente tranquilo en cuanto a los incendios forestales, pues ya teníamos bastante con la tragedia de la pandemia que nos asola, cuando de repente esta tendencia ha cambiado, por desgracia, cuando el incendio iniciado en Almonaster la Real, el pasado jueves 27, ha tomado unas proporciones desorbitadas, y más lamentable aún, que cuando escribo estas líneas todavía no se encuentra controlado y ha afectado ya a más de 9.000 hectáreas.
Creo que conviene saber lo que está ocurriendo al respecto, aunque tengamos la tranquilidad que, cuando acontece un hecho de esta envergadura, de momento aparecen, como salvadores de nuestro querido patrimonio, numerosos políticos (y políticas claro) ya tengan o no algún cargo de “responsabilidad”, que tras extinguirse repentinamente desaparecerán, para que la vida siga igual, o peor. Menos mal que algunos de los numerosos que son, han tenido la dignidad de no aparecer por allí, dejando trabajar a los profesionales de estas catástrofes, que con su esfuerzo, luchan por sofocar el incendio.
Pero lo anterior, aún siendo lamentable, no lo es más que la pérdida del patrimonio forestal, y con ello natural y ambiental que estamos padeciendo. Últimamente, por fortuna, cada vez hay mayor conciencia ambiental, sobre todo dada la dramática situación derivada del “cambio climático”, “calentamiento global” o como se le quiera denominar; en definitiva, del cambio en las condiciones ambientales de los últimos años.
Creo que esa necesidad de concienciación se resume, en lo que nos atañe, a conservar y fomentar nuestro patrimonio natural. Pues bien, nuestras autoridades, o mejor dicho, nuestros dirigentes políticos con responsabilidad administrativa, a la vista está que no están haciendo lo debido, y evidentemente no sería justo achacar sólo la culpa a los que estén actualmente en sus cargos, sino a los que los han ido ejerciendo, en los últimos años, desde que se está observando el deterioro ambiental que sufrimos. Pero la sociedad en general también tiene su parte de responsabilidad, ya que debe exigir de manera correcta y coherente, pero eficazmente, que la administración actúe y preserve nuestro medio ambiente, tal como se establece en nuestra Constitución y en las numerosas leyes existentes.
Los servicios forestales competentes de la administración están totalmente olvidados por el poder político, cada vez hay menos funcionarios/as de los cuerpos técnicos con capacidad profesional en esta materia, y a los que están, o no se les da participación o no se les escucha (ni siquiera se les oye). De ello se deriva la falta de gestión forestal y por ende de conservación y adecuado mantenimiento de nuestros montes. Los montes, como las edificaciones o cualquier infraestructura necesitan de intervención adecuada, porque si se les abandona, lo que ocurre son estas tragedias, que son devorados por los incendios, están predispuestos a ello, y con ello las consecuencias derivadas, pérdida de fauna, de recursos naturales, erosión, control del ciclo hidrológico, etc.
Por dar algunos datos que corroboran lo que estoy comentando, podemos recordar el incendio de Minas de Riotinto del 2004, donde se quemaron, según fuentes oficiales, 26.912 hectáreas entre Huelva y Sevilla, de las que 21.588 ha, fueron arboladas. De esa gran superficie no se ha repoblado, reforestado o restaurado, como se le quiera llamar, ni siquiera la mitad. Otra gran incendio, más reciente, el del 2017 en Doñana y sus proximidades, se quemaron alrededor de 8.000 ha., prácticamente todas arboladas, no hay más que pasar por allí para observar su virtual restauración, y todavía se discute, para algunos, si los pinos piñoneros son autóctonos o es lo más apropiado. ¿Y qué más da?; lo que tiene que haber es arbolado y cuanto más mejor y de más envergadura. El arbolado allí existente era procedente de repoblaciones constantes a lo largo del tiempo que efectuaron nuestros padres o abuelos. No olvidemos que los árboles son seres vivos, lo que pasa es que no se quejan. En el año 2018 se quemaron unas 1.700 hectáreas de un monte situado en las proximidades de Nerva, en su mayoría poblado por un pinar adulto de importante valor ecológico, también procedente de repoblación por la mano del ser humano, ocasionando a finales del pasado año, que parece olvidarse, entre otros perjuicios, que esa localidad se inundara.
Nuestros antepasados heredaron bosques autóctonos que conservaron o gestionaron, de la manera más adecuada que consideraron, se preocuparon de plantar o sembrar muchos territorios que hemos podido y podemos disfrutar, y mientras tanto nosotros nos dedicamos a abandonarlos, no cuidarlos, y si viene un fuego, pues que se los lleve por delante, porque dada las circunstancias en muy difícil sofocarlos. ¿De verdad esto es lo que vamos a hacer por nuestros hijos? ¿Este es el agradecimiento a nuestros antepasados?
Y ahora serán otras 12.000 o 15.000 hectáreas arrasadas, o a saber, que correrán la misma suerte que las anteriores, como no cambie esto. O sea, que a este ritmo y sin restaurar lo quemado ¿a dónde vamos a llegar?, pues a la degradación de muchos suelos forestales que sin cubierta vegetal pierden su preciado valor ecológico y con ello todas las importantes funciones que aportan para el bienestar de la sociedad. No debemos consentir esto.
Desde luego es comprensible oír que el mantenimiento del patrimonio natural requiere de dinero público, y que esas inversiones se han ido reduciendo en los últimos años es evidente. No conseguimos ni restaurar lo quemado por falta de inversión. O sea, que en definitiva estamos perdiendo patrimonio natural, no superficie forestal, pues en las estadísticas esa superficie sigue siendo forestal, lo que ocurre es que, evidentemente, sus valores naturales han sido mermados o aniquilados, hasta su posible recuperación en años si se interviene o su degradación si no se hace.
Se habla también del despoblamiento de las áreas rurales o, en terminología moderna de la “España vaciada” y no se hace nada por evitarlo. ¿Cómo no se va a vaciar si dejamos el patrimonio natural y a las gentes que todavía lo pueblan a esta suerte? Habrá que plantearse ya, seria y responsablemente, que hay que gestionar mejor el dinero público, ayudar a los propietarios de esos terrenos rurales que afortunadamente hoy todavía los habitan, a que puedan conservar el patrimonio en beneficio de todos. Además, todas aquellas personas que perciben una retribución del Estado para vivir, porque desgraciadamente no encuentran trabajo, podrían desempeñar un trabajo, siempre que sea posible, en esta importante labor en beneficio de la sociedad, como es el imprescindible cuidado del medio ambiente. Desde luego debemos actuar ya y escuchar a los y a las profesionales de cada materia, por el bien común.
El coste ambiental de estas catástrofes en muy alto, pero el económico lo es también por la falta de gestión y previsión, por los numerosos medios que deben actuar, por no hablar del coste social y emocional al dejar desolados esos terrenos. Tenemos que recapacitar y actuar rápido. Nuestro patrimonio natural no puede esperar más.
F. R. L.
Ingeniero de montes.