Mario Asensio Figueras

‘Pensamientos confinados’ (C): Gracias (Destino compartido)

Grano a grano, la brisa con sonajero de polvo, huracán sigiloso, se ha hecho duna inabarcable, impenetrable en la tejedura de tiempo y espacio. Su perpendicularidad en avance es una ola crecida, invasiva, que no rompe y arrasa. Con más prisa que pausa nos ha llenado de arena la mirada, el aliento y los bolsillos. Con más pausa que prisa, va sepultando el presente, desentierra el pasado y se derrama en el futuro. 

‘Pensamientos confinados’ (C): Gracias (Destino compartido)

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En su ciclo, transita para extender un manto de desierto sobre el intrincado bosque y dejar a su estela un paisaje liberado de su yugo, pero desnudo y yermo. Ahora, tras este naufragio en tierra, en el espejismo del oasis, los puños deberían abrirse para llenarse de semillas en lugar de apretar los nudillos. Ahora, la vida de cada uno es un pedazo caprichoso de memoria y olvido en un destino compartido. 

Nos guste o no ha sido así y así será. A pesar de todo, hay que dar gracias por ello. Pienso y creo que siempre son más las personas que suman que las que restan, aunque las segundas, la mayoría de las veces, hagan más ruido. A muchos nos han enervado comportamientos irresponsables, nos han entristecido pérdidas irreparables, errores imperdonables, pero pensando fríamente, la mayoría ha dado sentido al camino hacia el bien común, pese a ser conscientes de cuánto de fúnebre arrastramos. Desde lo particular se construye la sociedad, en la que uno aporta lo que sabe y puede y no podemos renunciar a esa labor. Se ha visto lo realmente esencial, pero que todo trabajo tiene su importancia.  10 palillos uno a uno pueden ser doblados, 10 a la vez no. En esa suma de todos, en esa sinergia somos algo que merece la pena. Esas teselas solamente en la visión de conjunto revelan un mosaico, pues aisladamente vemos parcialmente un dibujo abierto a interpretaciones.

‘Pensamientos confinados’ (C): Gracias (Destino compartido)

Los días vuelven a tener de normal lo que a los ojos de cada quien. Se acabó el estado de alarma, pero no la alerta, la atención ni la crisis ni el hambre ni la falta de salud más allá del maldito covid-19. Ya no podemos permitirnos el lujo de mirar hacia otro lado, de ser ilustres ignorantes, de pecar de inocentes. Hay demasiadas cosas que no pueden volver a pasar. Luego lo inevitable escribirá por encima de todos, pero ya no hay excusas. La crudeza de la situación las ha barrido. Creemos que nuestra vida está muy cerca de lo que era y que el confinamiento quedó atrás, aunque mentalmente volvemos a ese espacio envasado al vacío y hablamos de él recurrentemente, como si hubiera sido ayer, en todas las conversaciones. Ojalá no repitamos la historia reciente. 

Por aquí comienza el día nuevamente con el trino burlón de los vencejos en su pilla pilla flotante de vertiginosos giros. Trazan garabatos de cambiantes trayectorias ovaladas de fachada a fachada, con el constante riesgo de estamparse, quizás mortalmente, persiguiéndose mientras creen dominar el viento del mismo modo que nosotros la naturaleza. Todos jugamos con el deseo de sentirnos libres, en la ilusa sensación de control sobre los acontecimientos vitales y no al contrario.

Con la intención de que mis manos esquiven el cepo de la pereza frente al cursor intermitente, me permito asignarme la misión de pulsar la tecla del punto final al serial ‘Pensamientos confinados’, no sin antes perpetrar algunos desvíos -quisiera decir tantas cosas-. Han llegado hasta el alféizar de la ventana algunas plumas y soplo sobre ellas para iniciar el vuelo.

‘Pensamientos confinados’ (C): Gracias (Destino compartido)

Ha sido un viaje ininterrumpido de 100 días por 100 artículos con otras tantas miradas auténticas hacia dentro y hacia su entorno, realidades que son auténticos universos a escala íntima, retratos sinceros de vidas, rutinas alteradas, ejercicios de libertad y reflexión de valientes que convirtieron mi invitación en un generoso regalo para todos los lectores de huelva24.com y que también ha sido parte del libro 'Confinaletra' (Pábilo Editorial). Por este espacio han desfilado las palabras cómplices e implicadas de docentes, periodistas, deportistas, artistas, escritores y poetas, actrices, músicos, algún policía, algún abogado y por supuesto, sanitarios. Independientemente de su profesión y ocupación son el ejemplo de cuánto bien nos hace comprobar cómo piensan y sienten los demás, lo que nos puede enseñar y enriquecer, lo que nos puede ayudar a entender que siempre es más lo que nos une que lo que nos separa. 

Entre los firmantes hay personas a las que quiero mucho, a las que admiro, de las que he aprendido, con las que he retomado el contacto y que en algún caso he sabido de ellas por primera vez. Han confiado en mí para poner en órbita lo que querían decir. Gracias a ellos, en tiempos de movilidad restringida, y sin tener que ir a la compra o la farmacia, me he sentido cerca de otros rincones de Huelva, Córdoba, Sevilla, Cádiz, Málaga, Madrid, Gijón, Badajoz, Cáceres, las Islas Canarias, Murcia, Portugal, Ecuador, Estados Unidos, Uruguay, México… Demostraron que sus pensamientos nunca estuvieron confinados, si acaso apenas mientras nacían para sostenerse en la mente, pero ganaron en libertad al compartirse y circular por la red, la tela que habitamos sin saber si somos moscas o arañas, creando sentido con su luz particular entre los elementos sueltos que remueve arbitrariamente el caos.

Tengo que reconocer que estos artículos me han mantenido ocupado, me han dado un motivo extra para afrontar cada día. Como el coleccionista que ansía enriquecer su patrimonio he tenido el placer de llamar a la puerta de personas muy buenas en lo suyo, con el punto en común de saber expresar lo que piensan. En tiempos de incertidumbre estos autores han puesto su ingenio en acción para que el resto vea abierta una puerta distinta. De eso se trataba el juego sobre algo muy serio. De poner a prueba nuestra capacidad de procesar lo que ocurría y lo que no, de hacernos preguntas pese a nuestra ignorancia de lo que venía después. Ojalá que en ese principio filosófico de meditar acerca de quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos, las utopías tengan más recorrido que los augurios. 

Tengo que decir GRACIAS. Creo que ha sido muy valioso lo construido en un momento sumamente complicado. Hago extensible el agradecimiento a todos los que también han hecho por fomentar el optimismo cuando faltaban motivos para ello, por abanderar la solidaridad verdadera, por ejercitar el espíritu crítico con finura y sin cencerros, por desplegar el sentido del humor aún cuando pocas cosas tenían gracia. Gracias también a quienes han puesto amor a todo para que el tiempo transcurrido no pesara y la compañía fuera alivio  y sobre todo, a las personas que no se han rendido para ser inspiración y orgullo de todos. 

‘Pensamientos confinados’ (C): Gracias (Destino compartido)

Desde la honestidad, cada quién sabrá si merece encuadrarse en algo de lo mencionado, si se siente útil. Pocas líneas merecen los sabiondos capitanes a posteriori, los resentidos que se crecen a contracorriente, en la peligrosidad de la ignorancia atrevida. Nadie entona el ‘sólo sé que no sé nada’ socrático, nadie hace autocrítica. Siempre queda mejor quien culpa a alguien y abundan los monos de imitación de guiñoles del Congreso. La copia de la mala copia siempre tiende a la degradación. Como los conspiranoicos, los policías frustrados, los pseudo jueces sin más ley que la suya, todos ellos con el filtro permanente del radicalismo. Demasiada energia desperdiciada en la queja no acompañada de justa acción en corazones aun más huecos que las cabezas, sembradores de odio inmunes al veneno de su misión ególatra. Nada que sorprenda en este país cainita con demasiados ratones que creen ser el flautista de Hamelín. 

Lo que es verdad en su momento, a largo plazo puede ser una mentira y algo así pasará con respecto a todo lo dicho en torno a una enfermedad con aristas aún por revelar, que pasó de una especie de gripe a la mayor amenaza de la humanidad. El miedo lo ha emponzoñado todo, como esa xenofobia cargada del terror enfermizo a perder lo propio. La pandemia ha hecho que por turnos los chinos fueran apestados, luego los italianos y después los españoles, que repudiábamos a chinos e italianos pero nos hemos ofendido a ver cómo se hacía eso a los españolitos en otros lugares. La espiral no quedó ahí y pasamos a ver cómo demonios a los madrileños y ya a todo aquel con segunda residencia en la playa. No hay brújula que oriente todo este rumbo de lo absurdo. Aquí asumo mal algunas derrotas, como que pierda siempre por goleada el sentido común frente a la psicosis.

Pero en la ‘nueva normalidad’, pese a la mutilación del lenguaje táctil, la esperanza debe cubrir todas las carencias. Los comienzos se alimentan de los finales y casi siempre están predispuestos a superarlos. Estaría bien que el desconfinamiento fuera como un plato congelado que ahora te puedes comer y degustar con todas sus propiedades intactas. Pero han cambiado más cosas de las que imaginamos. Tras verse inmersos en todo esto muchos pensarán que vivir un momento histórico está sobrevalorado. Tengo una lista de cosas comunes que hace todo el mundo que aunque no pasarán nunca a la historia merecen -indispensablemente- la pena ser vividas. Son todas aquellas que hemos echado de menos siendo conscientes de que antes no creeríamos ni por asomo que repararíamos en su ausencia. Visto lo visto, para lo sumamente excepcional, con una vez basta. 

‘Pensamientos confinados’ (C): Gracias (Destino compartido)

Ahora que pasaron las jornadas en las que el sol ha sido una bombilla, sigo sintiendo que comparto la vida con quien hace que pueda llamarse como tal, que mi mayor fortuna es la familia y unos buenos amigos, entre los que cuento a unos compañeros de lujo con los que batirse el cobre cada día frente a un panorama siempre duro en esta profesión. Pienso que las personas que aman lo que hacen tienen un poderoso imán para, tarde o temprano, atraer cosas buenas. Sólo hay que encontrar la dirección correcta e insistir, aunque es posible que descubran que precisamente la felicidad está en esa voluntad dirigida, enfocada a su pasión. Lo que nos fascina siempre dura demasiado poco y lo que nos angustia, una eternidad.

Cuando sentimos que tenemos todo el tiempo del mundo, la pereza suele salirse con la suya. El comprobar que el tiempo se escapa debería ser más una motivación que una reflexión angustiosa de que se nos va la vida inexorablemente, como cae la arena del reloj o no queda rastro del castillo ante la marea. El ‘tempus fugit’, ‘el carpe diem’, son el grito desesperado de los que vencido el plazo dirigen su voz al que le sigue en la fila para que no cometa el mismo error.

No tengo la bola de cristal. No aspiro a sacar a nadie de la ceguera, a dibujar en dos trazos el futuro ni a analizar este reciente tiempo confuso con tres líneas maestras. Mi esbozo a mano alzada es más bien como una bola de pelusas en mi cabeza, motas de polvo y aire vagabundo que se han concentrado en un mismo lugar y que con asociaciones espontáneas ha llegado a ser un atisbo de presencia, que proyecta sombra sin existir. 

‘Pensamientos confinados’ (C): Gracias (Destino compartido)

Ahora sabemos que nada se puede comparar a contemplar un paisaje con nuestros propios ojos. Que no hay fotografía o video lo suficientemente fiel a la experiencia de sentir el sol en la cara, la brisa en la piel, de perder la mirada en las nubes descubriendo formas. Hemos navegado los últimos años pensando que la realidad 2.0 y sus sucesivas actualizaciones evolutivas aportaban un plus sobre el contacto primitivo con el entorno. No hay tecnología más multisensorial que la de la propia naturaleza. 

En ella toca encontrar sentido a los reductos de libertad. Necesitamos rutina, esa ceremonia cotidiana, un ritual repetitivo que se vuelve instintivo, como pilar de castillos en el aire, como rebanada de pan para un bocado delicioso. Lo extraordinario necesita de lo común y vulgar, como el viernes, el sábado y el domingo no llegan sin el trasiego del lunes al jueves. Sin esa secuencia el ‘dolce fare niente’ puede ser áspero e insípido. Nadie soportaría el caviar a diario y le sabría un huevo frito como ambrosía.

Bienvenidos a un mundo frágil en el que más que nunca hay que hacerse fuerte. Algunos se han visto en el desierto de su vida interior y otros en su oasis, un refugio nuclear a prueba de bombas. Hay muchos males sin vacunas y ojalá no haya que desempolvar estos ‘Pensamientos confinados’. Mientras tanto, que el positivismo no acarree desmemoria ni el recuerdo demasiada impotencia en un tiempo en el que debería importar más construir que tener razón. Siempre estamos a tiempo para mejorar como seres humanos, pero más aún para no empeorar. No merecemos menos. 

Gota a gota, la brisa con susurro de espuma ha rodeado hasta cubrir los pies de quien siembra la orilla con sus huellas fugaces. Allí besan las olas con la boca rota y suena la música de conchas en su baile de esqueletos marinos. El verano mira con nostalgia la foto de la primavera rodeado de flores secas.

Mario Asensio Figueras, 

periodista

(Desconfinado y trabajando en Huelva)

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