ENRIQUE PÉREZ
'Pensamientos confinados' (XCV): Sí pero No / Lo que de verdad importa
Soy un profesional de la salud desde hace treinta y tantos años, ya soy mayor. Mi trabajo ha sido gestionar personas, no es, sin duda, de los más difíciles de realizar, pero sin duda también, es de los más complicados. Porque gestionas su vida laboral pero en muchos, muchísimos casos ésta se ve condicionada por su vida personal, su entorno y sus circunstancias, por lo que a veces llegas a conocer a esas personas un poco más allá del aspecto profesional.
Creía conocerlo todo, creía ser un experto en este asunto, y SI pero NO. Han sido tres meses muy duros, de mucho trabajo, de mucha tensión, todos. Todos sin descanso hemos procurado preparar nuestro hospital para acoger, cuidar y curar a nuestros conciudadanos, lo mejor posible, de la forma más adecuada, en la parte que a mí me compete puedo sentirme orgulloso. Hasta ahí SI, pero NO. Nunca, como todos, había experimentado una situación así, esta pandemia como el tiempo, casi ha colocado a cada uno en su sitio, y NO, nunca había tenido el miedo, la desesperanza, la angustia, el cansancio tan cerca de mí, pero tampoco la profesionalidad en su mayor exponente, la valentía, el orgullo y hasta la ilusión, esto último es LO QUE DE VERDAD IMPORTA.
Terminada mi jornada de trabajo, sin horas, sin prisas, de camino a casa me daba cuenta que el cansancio físico se remedia con un rato de descanso, y vuelta a la pelea, el psicológico no, éste te hace mella, éste te deja secuelas, éste parece que va a por ti. En ese trayecto era inevitable reflexionar, imposible olvidar las experiencias vividas en esa jornada sin que las lágrimas se pudieran contener y brotar de una puñetera vez. Imposible no recordar esas caras de jóvenes profesionales contratados para reforzar la plantilla de expertos celadores, caras cubiertas con esa mascarilla que tan solo te permitía ver sus ojos que te dejaban apreciar su cansancio de horas y horas con el equipo de alta protección que habían llevado el día anterior y que de nuevo se volverían a enfundar, ojos que te dejaban mirarlos fijamente y sentir lo que ellos sentían en lo más adentro y que te hacían sentir orgullo, amor por tu profesión porque te corre por las venas.
Hoy de nuevo te toca en COVID, vas al pasillo de respiratorio, vas a UCI y como respuesta no te preocupes, alguien tiene que ir, para eso estamos, ¡no?¨, no, no lo mandes a él, voy yo que él tiene familia. Esto me ha hecho encerrarme, en muchas ocasiones, en mi despacho y romperme por dentro sin saber y sin tener remedio para ello más allá del agradecimiento personal. Por mi cargo he gestionado en estos meses a cerca de trescientas personas, no, perdón, a cerca de trescientos corazones, esa es la expresión correcta, porque a pesar de mi dilatada trayectoria en la sanidad pública en la que creo infinitamente nunca había recibido una lección tan maravillosa, ésta horrible situación me ha enseñado, y prometo que para siempre, que lo que de verdad importa somos las personas, con nuestros defectos, con nuestras virtudes, con nuestros valores y con nuestros corazones.
Siempre he tenido en cuenta y he intentado, porque así me lo enseñaron hace muchos, muchos años a ser buena persona, pero sin duda Enrique, yo, he aprendido que aún se puede querer y respetar mucho más de lo que podamos creer a los demás, que dentro de cada uno de nosotros hay algo maravilloso que nos debe obligar a pensar pero sobre todo a sentir y tener en cuenta, a considerar que al que tenemos enfrente tal vez sea y tenga muchas más cosas buenas que las que tiene uno mismo.
Siempre llevaré conmigo, durante el mucho o poco tiempo que me quede, momentos en los que no he sabido reaccionar, momentos en los que un tipo de aparente impresión por mi cargo y responsabilidad como yo, se ha desmoronado como cual castillo de arena, como lo que en realidad todos somos, sentimientos, ese no pasa nada Enrique, tenemos que salir de ésta, esa carta de Ariadna García, una preciosa niña que ha dedicado una hermosa carta en agradecimiento y a la labor de los celadores, esa llamada Enrique en puerta principal ha llegado una donación y llegas y no ves, como en otras ocasiones, cajas y cajas de empresas solidarias y preguntas y te dicen es ese señor mayor que está ahí y lo miras y le ves una bolsa de plástico en la mano de cualquier supermercado donde porta el maravilloso tesoro de 7 u 8 mascarillas fabricadas con tela de ilusión y cosidas con hilo de amor, que cuando te la entrega la acompaña de tan hermosas palabras esto es lo único que os podemos ofrecer además de mucho ánimo y muchas gracias por cuidarnos. En este momento de bonitos recuerdos y hermosa profesión de nuevo se derrumba el castillo.
Esta fatídica pandemia, que aún no hemos derrotado, nos está dejando a millones de personas irremediables y horribles secuelas, pero también debe dejarnos incrustado en nuestras almas que siempre podemos ser un poco mejor y que debemos cuidar LO QUE DE VERDAD IMPORTA.
Gracias a todos, con todo mi corazón.
J. Enrique Pérez Sánchez
Jefe de Celadores, Confortabilidad y Movilidad
Área Hospitalaria Juan Ramón Jiménez