RAFA FERNÁNDEZ
'Pensamientos confinados' (XC): La vieja anormalidad
Posiblemente fuera uno de los primeros escribanos en los que mi hermano Mario Asensio pensó para que le pusiera en negro sobre blanco algunas reflexiones de esta trágica e inaudita experiencia que hemos vivido, una pandemia que tocara de lleno a España, algo que no vieron los que nacieron y murieron en los últimos 100 años. Como no paro de decepcionarle, y sin embargo ahí sigue el tío sin tenérmelo en cuenta, soy de los últimos en enviárselo.
Podrá perdonármelo una vez más porque él y yo sabemos lo que es vivir enganchados a un ordenador y cómo el hecho de que no haya competiciones deportivas, a cubrir las cuales uno mayoritariamente se dedica, no impide que haya que informar de todo lo que pase o pueda pasar, ni que el lector no lo demande. Con estupor uno comprueba cómo muchos parecen haber descubierto ahora el teletrabajo y que el rendimiento es incluso superior cuando curras en casa, con los tuyos al lado y organizando tú tu propio tiempo a tener que fichar y cubrir el expediente en una oficina. Con el punto eso sí de esclavitud que supone no tener un horario estricto.
Mientras otros han vivido un suplicio importante con estos meses obligados a recluirse entre cuatro paredes, para mí la mayor novedad fue positiva, como fue tener a mi mujer y mis hijas más tiempo en casa e intentar ayudarles en ese 'telecolegio' que más de un día nos ha vuelto a todos locos. Y, como es cierto que el caudal informativo algo sí tuvo que decrecer, lógicamente, ganamos algo de tiempo para conocer el placer de ver más de un capítulo por semana de una buena serie, ponerse del cero al todo con otras -gracias, creadores del Ministerio del Tiempo- o hacer que un libro no supere demasiadas semanas de lectura. También para seguir coyunturalmente el 'Merlos Place', que no todo va a ser filosofía.
En medio, en los necesarios periodos de análisis y reflexión, uno vivió con una interminable lista de sentimientos esta crisis sociosanitaria tan descarnada, que se llevó a tantos por delante, en países dirigidos por descerebrados y otros que no lo son. Tres meses que sacaron lo mejor y lo peor de España. A un lado, la solidaridad colectiva, el apoyo mutuo, el trabajo hasta la extenuación sin medios de los sanitarios y la liturgia del reconocimiento, la fuerza de muchos sectores que nunca fueron prescindibles. A otro, la falta de previsión e irresponsabilidad de los que gobiernan, la desvergüenza y nula preparación de los que pretenden hacerlo, la falacia como hoja de ruta diaria, la radicalización de los mensajes entre iguales.
Esto quizá haya sido lo más preocupante, cargar contra la tolerancia al diferente y a un clima de convivencia democrática, aunque el origen y el disparate de los argumentos no permiten mantener esa equidistancia que erróneamente se esgrime como la postura más racional. Lo penoso es que ello ha sido en general alentado desde los medios de comunicación, que acabarán este trance muy dañados y no sólo en lo económico, como en la crisis de hace una década.
Con alguna honrosa excepción, y partiendo de que en esta vieja anormalidad vivida hemos visto hacer el ridículo en una crisis de salud a la Organización Mundial de la Salud (¡!), el periodismo en general ha quedado marcado. Con todo el cariño para alguien del que soy seguidor, algo ha fallado si prácticamente el único que consideró esta situación más grave de lo que era fue Iker Jiménez y si se ha convertido en referente para alguien por sus paridas Pablo Motos. Hemos asistido a cómo surgía más claramente un 'Chiringuito' también en el periodismo político, con hooligans apesebrados, aunque nuevamente sorprenda sobre todo cómo pueden tener sitio en una mesa de debate gente instalada en la información falsa como modus vivendi.
Ahora, con el recuerdo de los miles de compatriotas fallecidos en el corazón, algunos de ellos de los nuestros, como José María Calleja o Chema Candela, sólo toca seguir viviendo, aun sabedores de que nuestra vida ha cambiado para siempre, con la misma rapidez con la que se conocen y desmontan descubrimientos sobre el virus o cambian de argumento los tuiteros que esgrimen sin embargo censura o falta de libertad para ello.
Rafael Fernández González,
periodista de Cordobadeporte.com
(Confinado y trabajando en Córdoba)