CLARA LOURENÇO
'Pensamientos confinados' (LXXVIII): Aislamiento social
Valorando lo que tenemos, especialmente las cosas pequeñas, éste es el resultado de este encierro que comenzó el 12 de marzo, el último día que me fui a trabajar.
De repente, te encuentras confinado en tu hogar, en tus rutinas diarias: levantarte, lavarte, vestirte, desayunar y sentarte a dar clases sincrónicas. Preparando todo para el aprendizaje a distancia que de un día para otro se ha vuelto tan importante. Luego, cuidar la comida, evaluar la despensa, hacer las compras necesarias, para evitar ir al supermercado muchas veces. Después, es hora de pensar en hacer lo que hemos estado posponiendo durante tanto tiempo ... las cortinas que son demasiado largas e necesitan ser arregladas, las plantas que necesitan deshacerse de las hierbas, leer el libro que te ofrecieron y que no tuviste tiempo de leer, etc.
El miedo se ha apoderado de nosotros. Es necesario planificar viajes al supermercado, suspender eventos programados, reorganizar la agenda cultural, posponer todo para una fecha incierta. Llamando a las personas más cercanas a ti, familiares y amigos, sabiendo si están bien, e incluso darles algunos consejos, tener cuidado, no salir, quédate en casa... todo esto a mediados del siglo XXI, cuando pensamos que nada podría vencernos, nos vemos atrapados en nuestros propios hogares.
Comienza una nueva era, la era del encierro, escuchar las noticias, estar informado, saber qué se puede hacer y qué no se puede hacer y luego aceptar y quedarse en casa. Durante más de dos meses sólo salí al supermercado para abastecer la semana y para ir a la farmacia. Tengo animales en casa y en este momento se enfermaron y hubo que recurrir a medicamentos. ¿Eché de menos el mundo exterior? por supuesto que sí, mentiría si dijera que no, pero no me sentía mal, lo hacía por entretenerme con diferentes tareas e incluso las disfrutaba, cosía, sembraba, lavaba, limpiaba, planchaba, leía, escribía, etc.
De mi rutina, echaba de menos los encuentros poéticos, los amigos de la poesía, la rutina escolar, el café junto al mar, el olor del mar, el ruido de las olas, que estaba ahí tan cerca pero no se podía alcanzar porque estaba prohibido. En la calle, cuando iba de compras, quedaba sorprendida por el comportamiento de las personas, miradas sospechosas, pocos sonreían. En las caminatas saludables que hacía todos los días, conocía a una u otra persona, las saludaba y recibía un saludo amistoso, parecía que estaba viviendo una vida que no era la mía, y no era, ésa no era mi vida. Ahora tenía tiempo para todo, no había estrés, todo estaba extrañamente tranquilo y pacífico. Me parece que hay que perder para valorar lo que tenemos. Lo que me tranquilizó fue estar en casa. Siempre me sentí segura, mi hogar es mi LUGAR, es donde me siento bien, feliz y en paz.
Un día, cuando mire hacia atrás y recuerde estos meses, habrá una marca profunda e inevitable, que llamaré aislamiento social, el sentimiento de tristeza que siempre se asociará con la estadía obligatoria en el hogar. Un confinamiento que nos envió a todos al aislamiento durante meses, que nunca olvidaremos pero que también sabremos sonreír por la forma en que fuimos capaces de reinventarnos en el teletrabajo, de las series de televisión que recurrimos para distraernos, de las videollamadas que hicimos para no sentirnos totalmente aislados. De esto se trata este diario, la esperanza que permanece en la capacidad humana de cambiar las cosas incluso en las situaciones más difíciles. ¡SOBREVIVIREMOS!
Clara Lourenço.
Docente. Poetisa.
(Confinada y trabajando en Altura, Algarve, Portugal).
