EMILIO GUERRERO
'Pensamientos confinados' (LXXV): Confiados desconfinados
Acostumbrados a ver la miseria y el desastre por televisión, nos resultaba sencillo girar la cara y volver a la normalidad. Nunca la película fue con nosotros, ni nos identificamos con ella. Pero el virus traspasó fronteras y por primera vez nos hemos sentido vulnerables.
Esta vulnerabilidad ha hecho que nos paremos a pensar qué queremos hacer, con quién queremos compartirlo y si de verdad estamos luchando por ello. En tiempos de prisas, agobios y estrés, muchos han encontrado en este confinamiento una pausa necesaria para conocerse e incluso reinventarse. Nos pasamos la vida haciendo planes, tachando días en el calendario y nos hemos olvidado de ser felices. Hemos dado por hecho que habrá un mañana, un mañana que ahora nos cuestionamos.
En estos casi tres meses, hemos aprendido que la investigación, la sanidad y la educación no pueden estar sujetas a recortes, sino más bien a reconocimiento e inversión. Hemos aprendido que el Covid-19 no entiende de banderas ni de ideologías. Hemos aprendido que aunque todas las opiniones son bienvenidas, no todas son igual de válidas y respetables. Hemos aprendido mucho. Pero aún nos queda un largo camino que recorrer.
Citando a mi admirado Antoni Daimiel: “Que se pueda no significa que haya que. El estado pone los límites, los máximos. Yo pongo mis mínimos, en función de mis criterios de precaución. El gobierno se preocupa de la sostenibilidad hospitalaria, del grado de ocupación de UCI’s etc. Y yo de tratar de evitar visitarlos/as”.
El comportamiento de la sociedad me deja un sabor agridulce. La generosidad de gran parte de la población ha quedado empañada, que no eclipsada, por la irresponsabilidad de otros. Me sorprende la escasa capacidad de autocrítica que sufre la sociedad actual. Tenemos la extraña habilidad de repartir culpas y no asumir ninguna. Me entristecen las prioridades de la generación (supuestamente) mejor preparada de la historia. Más allá de la preocupación por su futuro académico, hemos visto en redes sociales cómo protestaban por perderse las fiestas y viajes en “el verano de sus vidas”. Sí, en plena pandemia. Aunque pensándolo bien, poco podemos pedir a las nuevas generaciones, si otros que ya peinan canas han decidido reunirse, manifestarse, e incluso celebrar como si de un mundial de fútbol se tratase, parafraseando a algún político. Y yo me pregunto ¿celebrar qué? ¿Reivindicar qué? Supongo que celebrarán poder contar cacerolas de sobra para protestar, a escasos metros de gente que busca algo en la basura para llenarlas.
Por muestras como ésta, no estoy seguro de que hayamos estado a la altura de las circunstancias como ciudadanos. Por suerte para todos, solo nos han pedido quedarnos en casa.
La cuarentena ha dado para mucho. Pantomima full avanzó que todos pertenecíamos a algún grupo determinado, que existen estereotipos en nuestra sociedad. Y no hemos decepcionado. En todas las familias, se han destapado peluqueros, deportistas y reposteros. Otros han compaginado la vigilancia en los balcones con los bailes en 'Tik Tok'. E incluso hemos hecho méritos para ser el mejor amigo del perro.
La nostalgia también ha llegado a los hogares españoles. Nos hemos reunido como antaño para ver clásicos de cine, series emblemáticas y revivir algunas hazañas de nuestro equipo. Ya sea como causa o como consecuencia de este sentimiento, las principales cadenas y plataformas se han puesto las pilas y han llenado parrillas con “refritos”. Aunque lo que realmente ha estado en boca de todos ha sido la versión española de Melrose place, con menos protagonistas pero con alguna que otra aparición estelar.
Y es que entre tantos retos que hemos hecho durante el confinamiento, el más ilusionante es volver progresivamente a la normalidad. Aparecerán nuevos planes con los de siempre. E iremos adoptando rutinas que quizás hayan llegado para quedarse. La mascarilla será un complemento esencial en nuestro 'outfit', el gel desinfectante estará presente y lavarse las manos será obligatorio….como siempre.
Tenemos una oportunidad histórica para mejorar como sociedad. Serán tiempos para desarrollar la solidaridad, el respeto y la empatía, esa gran olvidada. La solidaridad, porque por desgracia, muchos no volverán a su antigua normalidad; la empatía, porque no todo el mundo gestionará el miedo de la misma manera; y el respeto, porque nunca debimos perderlo.
Espero que no nos dejemos llevar por el olvido. Espero que el confinamiento haya valido la pena. Espero que la picaresca española sea una ventaja y no un inconveniente. Espero que no bajemos la guardia. Espero, en resumen, que no seamos unos “confiados desconfinados”.
Emilio Guerrero Márquez,
Filólogo y profesor
(Confinado en Huelva)