INMA CARRASCO
'Pensamientos confinados' (LXXII): Depende de ti
Parece que ha pasado mucho tiempo… Y es que ha pasado mucho tiempo desde aquel 14 de marzo en que nos anunciaron que nuestras vidas iban a sufrir una brusca sacudida en forma de pandemia, confinamiento y sufrimiento con muchas muertes y muchos sanitarios al borde del colapso.
Exactamente han sido 78 días, que, si no parecen muchos, en ellos sí es verdad que han pasado muchas cosas. En ellos hemos experimentado que, más allá del dicho, la historia es cíclica, y esta generación ya tiene su “desastre sufrido”, que si bien no podemos comparar con guerras del pasado no vividas, sí estamos de acuerdo en que este coronavirus está siendo toda una guerra, sin armas, pero con muchas muertes, demasiadas.
En mi pequeña escala, mi pequeña historia también se ha hecho cíclica con los últimos años pares, que no me han traído muchas alegrías, pero sí dos operaciones graves de rodillas con sus duras recuperaciones en 2016 y 2018, que ya me habían familiarizado con la casa, con el encierro y con el teletrabajo. Lo que no podía imaginar, ni nadie, que en 2020 el nuevo confinamiento sería muy general y que este, esta vez, me llegaba sin dolor. ¿Mal de muchos consuelo de tontos? Pues sí, por qué no, compartir sentimientos los hace más llevaderos.
Y como todo, la actitud que adoptamos ante cualquier situación nos lleva por un camino o por otro, y siempre es preferible el positivo. Pese a lo duro del encierro, este confinamiento nos ha enseñado muchas cosas: Nos ha enseñado que la prioridad, siempre, es la salud y que cualquier sacrificio vale para conservarla; nos ha enseñado a parar el mundo, a pararnos en el mundo y a valorarlo, valorar las personas que tenemos, los pequeños momentos, los pequeños placeres… Y que todo lo tenemos muy cerca y sin salir de casa.
En este confinamiento todos hemos estudiado un poquito de medicina y hemos incorporado nuevos términos a nuestro vocabulario. Casi nadie tiene que preguntar ya que es el coronavirus, una pandemia, cómo se alcanza el pico, cuándo se allana la curva o cómo se desarrolla una desescalada.
No sé si abducida por el síndrome de la cabaña, y si no fuese por no poder ver a la familia, mi confinamiento ha dado para mucho y se me ha hecho hasta corto: Me ha dado ese tiempo que añoraba para disfrutar de un buen libro, descubrir grandes series o visionar esa película que se quedó colgada; descubrir ese rincón en la terraza en el que te sientes libre; disfrutar de esa complicidad de pareja; charlar y “ver” a amigos con los que no hablabas desde hace meses antes del confinamiento; hacer vídeos colectivos; viajar y conocer lugares recónditos virtualmente; festejar romerías y ferias reviviendo recuerdos; compartir las más variadas sorpresas; celebrar cumpleaños virtuales…
Experiencias muchas inéditas que forman parte ya de mi historia confinada, en la que no hay ningún pastel ni ninguna experiencia culinaria, aunque sí el haber sabido apreciar cada almuerzo, merienda o cena hechos por mi pareja con todo el cariño. Si no es por el temor por la salud de mis personas más queridas y por no poder acompañar a mi sobrino en su 5º cumpleaños, podría decir que hasta necesitaba este “encierro”. Cierto es que ayuda un teletrabajo que te entretiene y no tener niños con los que tener que hacer la no escasa tarea diaria. Muchas risas, aunque también muchas lágrimas empáticas y consientes de que esta (mala) suerte que ha tocado a ricos, famosos, sanos y jóvenes, también te puede tocar a ti.
Lo cierto es que de esta situación inédita y extrema ha emanado un sentimiento de colectividad, empatía, sensibilización y solidaridad que, reconozcámoslo, nunca antes habíamos visto: La rigidez en el cumplimiento del confinamiento, el apoyo unánime a nuestros sanitarios convertido en emotivos aplausos, las infinitas muestras de solidaridad, el recuerdo y apoyo a las víctimas y sus familias…
Y yo creo que la actitud positiva va a seguir siendo la clave para salir de esta crisis sanitaria, que ya se ha tornado en crisis social y económica y en la que lo peor aún está por venir, es mantener esta actitud de unidad frente a un único enemigo común, que es la enfermedad, y al que tenemos que vencer entre todos, con mucha sensibilidad, generosidad y responsabilidad ahora que nos estamos desconfinando porque aquí la victoria no es individual, pero depende de ti. Cada una de nuestras aportaciones es esencial para la victoria colectiva, para que mañana nos podamos despertar con la buena noticia de que no hay ninguna víctima del Covid, para que nuestros sanitarios se sientan orgullosos de una sociedad que por fin le da un respiro con su comportamiento responsable y para que la ansiada vacuna sea solo el final más esperado y exitosos de un camino que hemos andado entre todos y con el compromiso de todos.
No podemos olvidar que esto no ha terminado y que no debemos bajar la guardia porque mientras quede alguien que lucha por salir de esta enfermedad, debemos estar ahí para darle todo el apoyo que le empuje a sobrevivir a esta pesadilla. Y en Huelva nos quedan motivos para seguir comprometidos y mucho porque hay una persona muy especial que nos necesita y a la que necesitamos. Seguro que con su fuerza y con la nuestra nos va a dar la mejor de las alegrías que podamos tener.
Inma Carrasco,
periodista
(Confinada y trabajando en Huelva)