MÓNICA BOTELLO
'Pensamientos Confinados' (LXIII): Empatía, responsabilidad y respeto
Y yo que no era capaz de permanecer un sólo día con sus 24 horas en casa... Cuántos sábados y/o domingos me he dicho “ qué cansada estoy, hoy no salgo de casa en todo el día”. Y no transcurrían más de 2 horas cuando me ponía la ropa de deporte para salir a correr o simplemente caminar.
Y aquí estamos, más de dos meses confinada, saliendo sólo y exclusivamente a comprar los productos de primera necesidad una vez a la semana. Me tocaba aprender la gran capacidad de adaptación que como ser humano tenemos ante toda circunstancia que se nos presenta.
Realizar los quehaceres diarios de casa, leer, hacer videollamadas con los familiares y amigos, ver películas y algunas series, tener días buenos, tener “días menos buenos”, ayudar a Musa (niño refugiado que tenemos en acogida) con las tareas del instituto, realizar deporte diario con amigas de siempre (videollamadas), necesidad inmensa de abrazar a los míos y sobre todo, aprovechar y compartir más tiempo con mi mujer, pilar básico en mi vida, son algunas de las rutinas llevadas a cabo durante estos dos meses.
Entre todas éstas, también forma parte de mi día a día la preparación y supervisión de las clases de mi alumnado. El ordenador, tablet, móvil, mañana, tarde, noche, iPasen, Email, Whatsapp son el día a día de los muchos docentes que estamos viviendo este confinamiento. Los docentes estamos realizando una labor silenciosa e impecable de atención al alumnado y familia, en la que hemos tenido que poner en marcha de forma inesperada, una enseñanza a distancia para la que no estábamos preparados pero de la que saldremos reforzados.
De lo que tengo serias dudas es si con todo esto hemos aprendido algo. Y digo dudas porque a lo largo del confinamiento (antes de comenzar con la desescalada), me emocionaba al ver y comprobar cómo la población casi al completo (siempre hay alguna excepción) luchaba por un objetivo común. Pero llega la desescalada y esa emoción se transforma en enfado al comprobar que la empatía y la responsabilidad personal por el bien común se esfuma por arte de magia. Terrazas llenas, niños y niñas con sus respectivos progenitores en horas establecidas para los mayores y vulnerables, ya las mascarillas casi no existen...ya, todo da igual, ya no importa. Poco a poco tenemos que volver a la normalidad, claro que sí, pero desde la responsabilidad y el respeto.
Y desde aquí por supuesto, hacer una mención especial y agradecimiento a todos los sanitarios, trabajadores/as del sector público y relacionados con el abastecimiento de recursos de primera necesidad que han estado en primera línea y al frente de esta batalla.
Un abrazo enorme para todos y todas a los que os ha tocado vivir esta enfermedad.
Mónica Botello Díaz,
Maestra de Educación Física
(Confinada en Huelva)