MARÍA JOSÉ FERNÁNDEZ

'Pensamientos confinados' (LX): Tres generaciones a dos metros de distancia

Tan solo os quiero narrar lo que he estado observando en mi hogar desde el día 16 de marzo, aquel lunes donde mi hija de 7 años, en ese momento, se despertaba como cualquier comienzo de semana y aunque le había explicado que por un tiempo no podría volver al colegio, y supuestamente se había despedido de sus compis el  viernes anterior, trayendo una pesada maleta llena de material escolar, para ella ese “supuesto tiempo” debería de haber pasado ya, o sencillamente no quería entender todo lo que empezaba a ocurrir.

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'Pensamientos confinados' (LX): Tres generaciones a dos metros de distancia

Así que con uniforme en mano, me decía: -venga mami, ¡qué llegamos tarde!, no conforme con mi explicación, ni corta ni perezosa, toma el teléfono y cómo no, llama a su abuela, a mi madre, una mujer de 66 años, madre de dos hijas, que decidió dedicar su vida a su nieta, mi hija le decía: -abuela, ven para casa, mi mami dice que no puedo salir, ni ir al colegio, pero me ha dicho que ¡tú no vas a poder venir para casa! ¿ Y el abuelo tampoco, qué ocurre abuela?, ¿ya no me queréis?.

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Mi madre, una mujer calmada, intenta explicarle lo muchísimo que la quiere, pero que tenía que obedecer lo que papi y mami le decían, que todo era por la salud de todos. La llamada terminó con las lágrimas de mi hija y el llanto entrecortado que provenía del teléfono, acompañados de besos y un te quiero.

Después de aquel duro despertar, mi pequeña y yo decidimos volver un poquito más a la cama, y abrazada a mí, llorábamos las dos. Dormimos un rato más y al levantarnos tuvimos que verlo todo de colores, aunque quedaba la “batalla” más complicada, la bisabuela.

Tuvimos la suerte de poder verla unos días antes, ya que tanto su padre como yo veíamos venir esto. En esa visita todo era alegría, “la niña más bonita del mundo” besaba las mejillas que, ajadas por el tiempo pero suaves y cálidas de la bisabuela, siempre eran un refugio de sabiduría para una mente inquieta como la de mi pequeña Ariadna.

La tarde de aquel lunes, me pidió permiso para llamar “a la bisa”, -por supuesto tesoro,  le dije, pero tranquila y no alteres a la “bisa”,  que es muy mayor. A sus 95 años, tiene su cabeza perfecta y nos cuenta su vida e inquietudes. Aún recuerdo cuando estaba embarazada de Ariadna y solo pedía poder conocer a su primera biznieta, y a día de hoy ya han pasado 8 años, un octavo cumpleaños que no pudimos celebrar ni con la abuela, ni con la bisabuela.

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En aquella llamada, Ariadna le preguntaba ¿cómo estaba?, ¡que no saliera a la calle!, y que la quería mucho, mucho… la sabiduría le contaba a mi hija que a su edad, jamás había vivido eso, y le preguntaba a la savia nueva ¿qué ocurría?, ¿cuándo la vería?... Ariadna no tenía respuestas. Solía escuchar o contarle sus peripecias, pero no contestar a preguntas que ni ella sabía bien qué significaban.

Desde ese día, se llaman varias veces al día abuela y nieta y se cuentan todo. Si en mi casa comunica el teléfono, no es de extrañar y lógicamente a la bisabuela también la llama, pero le reservó el mejor regalo que una niña puede hacerle, su primer paseo, con el agobio, pero necesario, de guantes y mascarillas. Fue a ver desde la ventana de un pequeño bajo a la bisabuela y contarse todo lo posible, en un ratito. La bisabuela, esa que ahora se sienta en una sillita al lado de la ventana de la cocina y ve como el mundo se derrumba, ella que ha pasado tanto, que ha perdido dos hijas pequeñas, que enviudó con 54 años y tuvo que sacar adelante a 4 hijas y 2 hijos, que sabe lo que es contar hasta, como ella dice “la última perra chica”, ha dejado la mirada perdida en una pequeña calle, frente una iglesia, y la gente que ahora, según ella, vuelve a la calle, pero son diferentes.

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Y esto son solo unos retales de lo que cada día ocurre por aquí, lo que Ariadna me ha pedido, palabras textuales, es que ponga en este artículo para el periódico, que no sabe estar sin su familia, que esto es muy difícil, les manda millones de besos para sus abuelos, su bisabuela, para todos los que leen lo que escribe mami, bueno para todos, y pide por favor que no salgan sin mascarilla, pues sino tendrá que estar más tiempo sin colegio, sin sus amigas, sin abrazos, sin besos, sin su vida, esa que era súper divertida, al fin y al cabo es solo una niña, y yo una madre que acabo estas palabras limpiándome las lágrimas.

María José Fernández, 

Psicóloga y Escritora.

(Confinada en Huelva)

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