SILVERIO VICTORIA ÁLVEZ

'Pensamientos confinados' (XLVIII): Huelva, 1 de mayo de 2060

Allá por 2020 tuvimos que quedarnos en casa, en algo que se llamó confinamiento, para protegernos y proteger a los demás de aquel coronavirus. Qué cosas, un virus con Corona.

'Pensamientos confinados' (XLVIII): Huelva, 1 de mayo de 2060

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No podíamos salir a la calle, excepto para comprar en aquellos comercios que no cerraron y que fueron considerados como esenciales. Para salir, siempre había que usar mascarillas o guantes, incluso para tirar la basura. Y luego había que desinfectarlo todo, incluso las llaves o las gafas.

'Pensamientos confinados' (XLVIII): Huelva, 1 de mayo de 2060

Claro que había gente que metía la pata. La policía multó a tanta gente por incumplir la cuarentena, que había más multas que contagiados. 

Lo peor, con diferencia, los fallecidos. Aquello fue muy cruel, porque aparte de la pena de perder a alguien querido, no podías estar con él en sus últimos momentos porque también se prohibieron los duelos. No se podía velar a nadie, lo cual era desolador; y en el entierro, 2/3 personas máximo, respetando la distancia de seguridad.

La gente se quedó en casa un día, y dos, y tres. Y semanas, y meses. Y sí, claro, los niños como vosotros tampoco podían salir. Asi que surgió, no sé muy bien de dónde, una moda que consistía en que alguien del vecindario ponía una canción antigua para que la gente saliera a los balcones a cantar.

Y a aplaudir. Como lo oís. La gente aplaudía a las 20.00 horas en reconocimiento a la multitud de trabajadores de la salud y hicieron lo imposible por salvarnos a todos. Al principio fue emocionante ver el agradecimiento sincero de cada aplauso, pero luego se convirtió en una charlotada que daba vergüenza ajena. Se escuchaba en los patios de vecinos cosas como sí, mañana otra vez. Al menos echamos unas risas. Me parecía vergonzoso y dejé de aplaudir, porque consideraba que el reconocimiento a los sanitarios debería ser de otra forma.

Pero no lo fue. Recuerdo el primer día en el que se pudo salir. Fue devastador. La norma era un adulto con los niños, siempre con mascarillas y guantes. Y resultó una desvergüenza en la que se podían ver a familias en los parques, niños y adultos en bicicleta, gente haciendo deporte y otras personas en el paseo marítimo. Parecía como si a aquel virus maldito se le hubiera vencido ya, que la cosa no fuera con ellos o que, eso era lo peor, ya nadie se acordase de los profesionales de la sanidad o de tantos miles de personas fallecidas.

'Pensamientos confinados' (XLVIII): Huelva, 1 de mayo de 2060

Sí, claro, al final empezamos a normalizar todo en un proceso que se llamó desescalada, pero no recuerdo muy bien cómo fue. Creo que había una serie de fases quincenales en los que se podía ir haciendo cosas varias: hacer deporte, salir a pasear, aperturas de comercios y bares, etc. Pero fue tan caótico, que la gente no se enteró bien. Es más, ni recuerdo cómo fue.

Así que creedme cuando os digo que este ratito que estoy aquí, con vosotros en este parque, es uno de los mejores momentos de mi vida. Y lo es porque, aunque sea una batallita de abuelo, aquello nos enseñó, o sl menos a mí me lo parece, que un simple roce con el césped de este suelo podría ser una de las sensaciones más mágicas que existen. Aprendimos a echar de menos, a añorar, lo que de verdad importa, y que las pequeñas cosas de la vida no son cosas.

Disfritadlo muchísimo, ahora que podéis, porque nadie está seguro de que no vuelva a darse una crisis como aquella. Nosotros estábamos seguros, confiados, de que nada podía pasar y, sin embargo, vivimos mucho tiempo en una guerra sin balas ni armas que nos quitó, entre otras cosas, lo más maravilloso que existe: un abrazo.

Silverio Victoria Álvez

Psicólogo general sanitario.

(Confinado en Huelva)

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