COSETTE FRANCO

'Pensamientos confinados' (XLIII): Ser adolescente en tiempos de coronavirus

Son muchas las palabras que hemos incorporado en nuestro día a día a partir del covid-19. Apenas antes conocíamos el significado real de estar confinado o las repercusiones que podría originar una pandemia; repentinamente, estamos buscando opciones más que nunca a esto de estar aislados.

'Pensamientos confinados' (XLIII): Ser adolescente en tiempos de coronavirus

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Mucho se ha descrito sobre los efectos de esta nueva situación: preocupaciones, miedos e incluso desarrollo de patología post-traumáticas.

La situación a la que nos ha arrastrado la pandemia del coronavirus está resultando, sin duda, un aprendizaje para la población en general pero no puedo evitar volver a acordarme de esa edad siempre olvidada.

Antes de que todo esto ocurriera, ya existía una preocupación compartida entre los profesionales de las ciencias sociales por describir y prescribir unas pautas parentales certeras a lo que la nueva concepción de la adolescencia estaba necesitando.

Eran muchas las familias que, normalmente en silencio, padecen problemáticas diversas con el denominar común de tener hijos e hijas preadolescentes, adolescentes y jóvenes con problemas para: canalizar sus emociones, cada vez más dependientes de las nuevas tecnologías, víctimas de acoso escolar, sin poder alcanzar patrones estéticos de una sociedad cada vez más exigente y un largo etcétera.

La adolescencia – y su abordaje educativo- en tiempos de coronavirus no ha cambiado. Seguimos teniendo, ahora en nuestras casas, a preadolescentes, adolescentes y jóvenes que sufren trastornos de atención, falta de vocación o desinterés, irritabilidad, baja autoestima, aislamiento y carencia de grupos de amistades, incluso, en muchos casos, derivando en distintos modelos de violencia (filioparental, intrafamiliar, de género y/o doméstica). Y que podemos describirlos en tres grandes grupos:

Familias que se han visto sorprendidas de lo bien que sus vástagos se han adaptado a esta situación de aislamiento. Son estas familias a las que habría que preguntar si esto no es más que la continuidad de un hábito de estar aislado y relacionarse exclusivamente a través de las nuevas tecnologías. ¿Son estos chicos y chicas los mismos que antes compartían su día a día a través de cualquier red social vivenciando su aprobación por el número de likes que reciben pero incapaces de dar un abrazo a un colega?

Después está el otro lado, el más evidente. La realidad de miles de familias en las que el confinamiento no ha hecho más que dar continuidad –o agravar- los problemas que ya padecían: falta de comunicación, carencia de hábitos o motivaciones, deterioro de rutinas, ausencia de tiempo de calidad compartido, etc.

Pero finalmente, encontramos aquellas familias bienavenidas que ejercitando su flexibilidad han sido capaces de sobrellevar esta situación y compartir con sus hijos e hijas tiempo afectivo, de mirarse a los ojos, sin menosprecio de cumplir con sus obligaciones del teletrabajo y los teledeberes. Son éstas las familias en las que todos sus miembros –indistintamente de su edad- participan en crear memes, ser nominados para aceptar y realizar retos virales, montar una caseta de Feria o disfrutar de una buena serie televisiva, siempre, desde casa.

Para ninguna de estas tres situaciones desde las autoridades sanitarias y profesionales de las ciencias sociales hemos sido capaces de ofrecerles una cobertura real. Ahora, que empezamos a vivir las pautas del desconfinamiento resulta que tenemos que asumir:

Cosette Franco, 

Pedagoga y Antropóloga 

(Confinada en Sevilla)

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