MANUEL MARÍA BECERRO
'Pensamientos confinados' (XXXIX): Del olor a tortilla
El confinamiento, el #QuédateEnCasa (particularmente prefiero el hastag #QuémateEnCasa, por eso del rigor), me lo tomo como una suerte de test de Cooper emocional que pone a prueba nuestro intrincado sistema nervioso, una especie de ITV a la carrocería de cada uno en un entorno más o menos natural como el doméstico con la que redescubrir el gran simio, el león marino o al de la Metro (¡benditas peluquerías!), la hiena satisfecha o toda esa selva temperamental que habría que amansar en ti.
Eso de puertas para adentro. Extramuros de estas cuatro paredes, y si me dejo guiar por las ¿redes o enredaderas sociales? buscando el último chiste o la enésima verdad, noto que desde hace 3-4 semanas definitivamente se han impuesto la inquietud, el desaliento y el vil garrote patrio. “Que no sea Kang, por favor” cantaban/imploraban Los Planetas en su temazo de ‘Unidad de desplazamiento’: pues Kang, Keng, King-Kong y Kung sonríen mañana, tarde, noche y bien entrada la madrugada. Porque para conquistar este mundo Stan Lee (que le sigan dando a Steve Ditko) no sólo dibujó al Hombre Araña, sino que lo rodeó de malhechores que le disputan fieramente cada cornisa neoyorquina y contra los que a veces sólo caben alianzas del tebeo y/o muchos efectos especiales.
Pero igual que sabemos que la batalla contra el coronavirus Covid-19 acabará ganándose entre tarde y muy tarde (pronto, con tantísimos muertos por aquí, allá y acullá no lo podrá ser ya nunca), somos plenamente conscientes que a lo que nos tenemos que enfrentar a diario cada uno es al atolladero vital, a todo o lo único que haya o quede hasta donde alcanzan nuestros ojos, da igual que estemos viviendo solos, con parienta y herederos o acompañados por el diablo en persona. “Que nadie me hable de odio si no ha estado casado”, dejó escrito Jonathan Franzen en ‘Pureza’. Y lo suscribo. Dicho lo cual, este testimonio confinado sólo podía servir en mi caso como homenaje purísimo a mi mujer, MABB, que no asoma el hocico por la puerta desde el pasado 13 de marzo a las 8 de la tarde y nos viene sufriendo a partes prácticamente iguales a MABB II (dos años y medio y sumando) y a servidor de ustedes, que somos un caso perdido.
“Si encuentras dos seres que viven en armonía, ten la seguridad que uno de los dos es bueno”. Lo dictamina el proverbio de los kabilas bereberes de Argelia aun sin conocer a MABB I, a la que únicamente le reprocho su predilección por el cine de terror que a mí me horripila. Por lo demás, certifico que el azul bonito de su mirada quizá sea el más insignificante detalle de toda la maravilla personal que encierra esta compañera imbatible, ideal para islas desiertas o pandemias mundiales. “Sí, mi nieta es muy guapa. Pero, con todo lo guapa que la ves por fuera, mucho más guapa es por dentro”, presumía la abuela en los primeros paseos de infancia por las calles de Zalamea la Real. Y doy fe de que el encanto persiste y de que no hay lugar mejor en el mundo que a su vera.
Y aclarado todo esto, que es mi único y verdadero diario personal del confinamiento, si queréis ya hablamos del Gobierno, la oposición, los paneles de expertos, los grandes comunicadores televisivos del país, los límites constitucionales al estado de alarma, las portadas de los periódicos, Ana Pastor, los muertos por honrar… Mi opinión es que todos, y cuando digo todos es todos (si acaso sólo excluiría a los Santiago del Valle y a los José Bretón, todo un obseso de lavarse la manos por cierto), estamos intentando hacerlo -con o sin modestia- lo mejor posible y en un escenario difícilmente empeorable. Así que sugeriría también a todos/todos (y aquí incluyo a los peores penados) la paciencia y la cabeza fría que dejaron de reinar desde que se impuso la república independiente de los 280 caracteres. Yo por mi parte me quedo en mi casa, que por aquí sigue MABB y desde la cocina viene un olor a tortilla con cebolla que para qué seguir hablando.
Manuel María Becerro,
Periodista y opositor frustrante
(Confinado en Castilleja de la Cuesta, Sevilla)