RAMIRO GUINEA
'Pensamientos confinados' (XXVIII): Viviendo en un eterno domingo
Pensábamos que lo teníamos todo controlado. Tan centrados en nuestra rutina, mirábamos seguros el calendario con la sensación de tener su control, calculábamos fechas, hacíamos planes. Dominábamos la situación, manejábamos nuestra vida.
Y de pronto todo se paró. De forma repentina un tema del que no escucha hablar desde mis tiempos estudiando la carrera de derecho saltaba a los titulares de los informativos: “estado de alarma”. De golpe fuimos interiorizando el significado de una de las que seguro estará entre las palabras del año: “confinamiento”.
Habíamos escuchado noticias y ese mantra de que con las nuevas tecnologías no existen distancias volvió a demostrarse falso. Todo lo que pasaba en China en Italia nos quedaba tan lejos que cuando nos llegó el confinamiento no estábamos preparados para ello.
Y de pronto pasó. Y a un mes vista, ha resultado fácil que la mayoría de la población permanezca en sus casas. De repente entramos como en un estado de hibernación de puertas a fuera, pero tratando de reinventar la vida en nuestra casa. Vimos cómo se iban suspendiendo uno tras otros deportes, espectáculos. Vivimos nuestra primera Semana Santa sin Semana Santa y vendrá un Rocío sin Rocío. Casi todo, por muy simple que fuera de nuestra vida se desmoronó. Impensable.
¿Y qué ha sucedido para que aceptemos casi sin rechistar este colapso en nuestras vidas?: Yo creo que ha sido el miedo. Palabra que no circula mucho, pero que está aquí, día tras día conviviendo con nosotros. Miedo de repente a todo. A salir a la calle, a cruzarme con un vecino, a coger el autobús. Miedo a que mis ropas estén contaminadas, el pan que compro, a no saber cómo me puedo infectar. Un miedo a algo desconocido, que nos atenaza y nos deja en nuestras casas convertidas en un supuesto refugio seguro.
No ayuda mucho la información que recibimos, muchas veces vertida en exceso y que produce por saturación el efecto de estar cada vez más desinformados. Hemos aceptado casi sin protestar que en esas noticias, en vez de hablar de personas, nos convirtamos en fríos números, solo números de enfermos, muertos, curados, despersonalizados para ser datos de una estadística que con miedo miro cada día para ver en cuánto han aumentado las cifras. Qué horror.
Noticias que hablan de mascarillas sí, mascarillas no, guantes, virus, contagio, borradores de normas, informes, decretos, noticias, bulos, “boot” robots, en tal cantidad diaria que al final por saturación me llevan nuevamente a no saber ni entender nada de lo que esta pasando. Y de ahí nuevamente al miedo.
Un miedo duplicado. ¿O no siente usted miedo al escenario que va a quedar cuando termine el confinamiento?
En el estado actual, el miedo al contagio, al virus, a la muerte, creo que nos tiene retenidos, casi anestesiados. Pero cuando esto acabe, sin el analgésico de la pandemia, con la fría realidad de la crisis económica, ¿cómo reaccionaremos?. Saldrá quizás lo peor de nosotros y que ahora tenemos “confinado”.
No nos dio tiempo a pararnos a pensar cómo reaccionaríamos al estado de alarma, pero sí deberíamos pensar y tenemos tiempo para ver cómo vamos a afrontar la difícil situación que nos espera tras el maldito coronavirus. Y quizás sea también responsabilidad de nuestro políticos, gobiernen o no, tratar de ir dibujando un escenario para después de estos días, quizás por una vez todos juntos, no permitamos que nuestra vida se convierta en una selva donde solo los más fuertes podrán sobrevivir.
Los días pasan, convertidos cada uno de ellos día en un eterno domingo, que se ha olvidado del calendario y no sabe cuándo llegará el lunes.
Ramiro Guinea,
abogado
(Confinado en Huelva)
