JAVIER MÁRQUEZ
'Pensamientos confinados' (XXVII): Con fina paciencia me confino
Tengo una ventana que da a la calle. Calle que está en silencio. Silencio que me recuerda el confinamiento. Hace ya más de un mes que decidimos quedarnos en casa para frenar una pandemia que avanza. Carreteras vacías, parques solitarios y muchos negocios cerrados. Todo esto para intentar volver a recuperar la normalidad.
Y en esta situación extraordinaria, me levanto un lunes diferente. Tengo que volver al trabajo, dejar a mi familia en casa para aportar mi granito a una sociedad con dudas, miedos y preocupaciones. Pero reflexiono mientras recorro con mi coche los 30 km que separan mi hogar del lugar de trabajo.
Hoy no es un lunes de rutina. La carretera solitaria me permite contemplar el campo, con los primeros rayos de sol de la mañana. Es difícil entender por qué ese paisaje tan bello ha pasado desapercibido antes para mí. Y sí, vivir con prisas y querer correr por todo hace que pierda estas cosas sencillas que son las más bellas del mundo.
Deseo llegar a casa y estar con mi familia. Vivir sin prisas, estar en paz, leer un libro o conversar de cosas que había olvidado. Reflexionar, observar, pensar, oler, tocar, sentir, emocionarme.
Quizás el virus traerá muchos problemas de salud, ralentizará nuestra economía, ajustará nuestros bolsillos. Quizás nos hará perder vivencias o momentos que no volverán. Quizás no podremos recuperar el tiempo perdido. Quizás, quizás. Pero siempre hay que sacar la parte positiva de lo que nos sucede.
Quizás el planeta agradezca menos humos, menos contaminación. Quizás nuestros seres queridos agradezcan más cariño. Quizás valoremos más nuestra propia existencia regando nuestra alma de sentidos. Quizás los abrazos y los besos no entiendan de distancia de seguridad.
Quizás sea momento de aprender que somos tan vulnerables como dependientes los unos de los otros. Quizás sea momento de aprender de lo sucedido para que no vuelva a suceder.
Javier Márquez
(Confinado en San Bartolomé De la Torre, Huelva)
