FALI DURÁN
'Pensamientos confinados' (XXI): Al final seguiremos siendo los mismos
En estos días en lo que más pienso es en mi padre. Y mira que hace semanas que tenemos la puerta de nuestra tienda cerrada y que nuestra subsistencia está en el aire. Ya me dirán cómo se afronta una vuelta a empezar, justo cuando creías despegar o lo que es lo mismo, cuando te has comido las reservas después de cuatro años para levantar un proyecto alternativo en una ciudad pequeña y tradicional como Huelva.
Como os decía, a pesar de las muchas cosas que deberían ocupar mi mente y mi tiempo, no hago más que pensar en mi padre. Hace nueve años, curiosamente se han cumplido justo antes de que empezara la cuarentena, un médico de urgencias nos dijo que teníamos que decidir entre sedarle y que nunca más fuera nuestro padre como le conocíamos, fuerte, vital, indestructible; o dejar que intentara salir adelante por sus propios medios. Tenía entonces mi padre 81 años y un cáncer de pulmón en estadio 4 y con metástasis, era un enfermo terminal, aunque eso da igual cuando se trata de tu padre, de tu madre, de tu marido, de tu mujer, de tus hijos. El amor, la necesidad no sabe de inevitabilidad.
El encierro me ha hecho pensar mucho en mi padre, en mi madre también aunque distinto porque ella se apagó poco a poco como el calor de una vela y la Esperanza de los últimos tiempos no tenía nada que ver con la señora que me crió responsable y libre. Más abierta y moderna que muchas madres que piensan que el pintalabios y la ropa coordinada hacen a sus hijas mujeres fuertes.
Ellos hubieran sido prescindibles como los ancianos de la residencia de ese pueblo de Cádiz, como los que han dejado abandonados en residencias a su propia mala suerte. Hubieran sido un dato salvo para sus seres queridos, nosotras tuvimos que aprender a vivir sin raíces como tendrán que hacer los familiares de los que lleve por delante la pandemia.
Me centro. En estos días repaso mentalmente qué pensaría mi padre de esta Tercera Guerra Mundial, como estoy segura que le llamaría. Las armas, todas letales. Un virus que nos ha hecho sentirnos de nuevo mortales, cuando pensábamos que habíamos descubierto el elixir de la inmortalidad a base de bífidos, sentadillas y tetas de silicona. Y una desinformación disfrazada de datos que no sirven más que para aturdirnos, entristecernos y acobardarnos en nuestros pequeños reinos.
Es curioso cómo nos comportamos los seres humanos. No estoy de acuerdo en que afloren los mejores sentimientos. Se subrayan los que ya teníamos, los de siempre. Si eres exhibicionista, ahora sales al balcón a cantar, bailar o poner un altavoz para dejar claro que tú eres el más responsable, implicado y confinado del mundo. Si te gusta la tranquilidad, pasarás las horas haciendo lo de siempre... leer, escribir, ver televisión (de pago, eso sí, que el resto está para llorar) o cualquier pasatiempo habitual. Y si eres solidario, habrá aflorado esa faceta que cada día sacas a pasear de mil maneras pero sin aspavientos.
La mayoría usa, como cada día antes del 15 de marzo, las redes sociales para imponer su opinión, ridiculizar, criminalizar y vilipendiar al contrario. Así somos y así vamos a seguir después de que pase la cuarentena.
El que puede saca a paseo la picaresca en forma de perro, ERTE o subvención o lo que le pase por la cabeza.
Y casi todos sabemos lo que hubiéramos hecho si el timón del país estuviera en nuestras manos: Cierre de fronteras, paralización del país, mascarillas y equipos sanitarios para todo bicho viviente, reducción del sueldo de los políticos, fuera impuestos, no se pagan hipotecas. ¿Alguien explica cómo, cuando, en qué plazos, con qué prioridad, con qué dinero? Eso no importa, esto es como el Monopoly. Desde la calle Fuencarral construyo mi castillo de naipes con billetes de pega.
En este encierro yo sigo pensando qué va a pasar con mi vida después de que pase la tormenta. Si la resaca me dejará alguna pena cercana o volveré a la lucha diaria sin más.
Porque esa es la única certeza que tengo, aquí mientras contemplo el tiempo pasar desde mi balcón, terminando proyectos olvidados de ganchillo o planificando cosas para el verano o desesperándome, que la vida seguirá siendo la misma para los que salgamos indemnes de este virus.
Fali Durán,
Periodista e impulsora de 'Trapos con otro punto'
(Confinada en Huelva)