TRIBUNA
'Huelva existe”. Ideología o territorio
Las elecciones del 10 de noviembre nos han dejado el parlamento con más partidos representados de la historia de nuestra democracia. Cada uno de los casos de éxito de estos partidos que están ahora y no estaban hace cinco años tiene una explicación propia, y su desembarco en las cortes tiene un objetivo claro.
Si vamos, caso por caso, a las causas visibles de que esto haya ocurrido y empezamos a tirar del hilo, los motivos se irán abriendo como un árbol hasta dar con la causa raíz: los “grandes” partidos le han acabado dando la espalda al espíritu con el que se diseñó nuestro parlamento democrático. El parlamento se confecciona con un sistema que se basa en dos pilares fundamentales: la representación ideológica de los ciudadanos y la representación territorial. Es decir, en las elecciones generales votamos a un partido basándonos en su programa electoral, pero lo hacemos sobre candidaturas provinciales de las que salen un número de diputados que representan, todos ellos, a los ciudadanos que les han elegido en las distintas circunscripciones. El engranaje entre estas dos representaciones de diferentes naturalezas es un trabajo que recae sobre los diputados y sobre sus partidos, y precisa de una educación democrática inexistente a mí entender.
Huelva es un claro ejemplo de ello. Los grandes partidos han pasado por todas las instituciones de gobierno que afectan a nuestra provincia: ayuntamientos, Junta de Andalucía y gobierno central, y el resultado al evaluar cómo nuestra provincia ha quedado legislatura tras legislatura es siempre el mismo, muy deficiente. Siempre olvidada, tratando al onubense como ciudadano de segunda. Es decir, el poder real de representación territorial de los diputados que salen de nuestras votaciones es nulo. ¿Por qué?
Porque el sistema de funcionamiento interno de los partidos políticos es contrario a la democracia y a la representación real. La persona que entra en política afiliándose a cualquier partido y con interés en hacerlo de forma activa debe plegarse a una disciplina interna draconiana. O estás con los de arriba o no estás en el aparato. Los partidos, y los ciudadanos, hemos interiorizado que el debate interno es síntoma de debilidad, de falta de rumbo; la imagen de los partidos de cara al exterior –al votante- es fundamental a la hora de obtener votos; así que todos deben plegarse a los designios del líder de turno, el cual habrá alcanzado esa posición plegándose a su vez al líder anterior, y así, sucesivamente, hasta donde se desee. Es un proceso de esquematización del candidato político, que, para no resultar incómodo (y por tanto eliminable de la carrera) abandona su obligación de participar en la construcción de ideologías afines a su partido, haciendo suya la de la cúpula, y abandona su obligación de representar a un territorio entregando su voto en cada acción legislativa a la opción que le dictan de nuevo desde la cúpula de su partido.
Para los votantes y su ideología a la hora de depositar el voto el daño es controlado. Pueden y deben existir debates internos, pero si no los hubiese todos sabemos a lo que nos atenemos en lo que respecta a políticas sociales, de empleo, tributaria, de sanidad etc. Pero, ¿qué ocurre con la representatividad territorial? Es decir: un votante de PSOE de Huelva a buen seguro tendrá intereses y necesidades coincidentes con otro del PP, de Ciudadanos, de Podemos o de cualquier otro partido, y todo esto por el simple hecho de ser onubense, ¿quién trabaja en nuestro parlamento para que esas necesidades se cubran? Deberían hacerlo nuestros representantes, sean del color que sean, pero no hace falta que les informe de que eso no ocurre. Es decir, la disciplina interna de los “grandes” partidos anula la posibilidad de que nuestros representantes nos representen como ciudadanos de una unidad política del estado llamada provincia de Huelva.
La aparición de partidos que basan su programa en propuestas de gran peso específico en el ámbito territorial parece la solución para que estos desequilibrios desaparezcan. En estas elecciones es llamativo el diputado conseguido por la formación Teruel Existe, que ha hecho que muchas miradas de onubenses se dirijan con curiosidad hacia esa provincia aragonesa.
Teruel existe ha despertado el lado más reivindicativo de una población con un alto porcentaje de indignados por un trato discriminatorio hacia nuestra provincia en lo que respecta a sanidad, infraestructuras, seguridad, etc. Incluso han aparecido en redes sociales algunos conatos de debate sobre la posibilidad de crear una organización política denominada “Huelva Existe”.
La aparición en Huelva de una opción de este tipo parece fundamentada y fundamental. El hartazgo con el gobierno central y la Junta de Andalucía no entiende de colores en nuestra provincia. La disciplina de partido, como decíamos, inhibe cualquier posibilidad de que Huelva salga del ostracismo político, pero la falta de alternativas nos llevan a unas urnas a depositar un voto exclusivamente ideológico, convencidos de que nada cambiará en lo que se refiere a problemas exclusivos de Huelva.
“Huelva Existe” entregaría al ciudadano una opción para subsanar la falta de representación territorial de nuestra provincia en un parlamento dominado por la disciplina de partido. Pero ojo, este ciudadano debe desprenderse de su “necesidad” de emitir un voto ideológico. Y aquí está la encrucijada.
Un movimiento político exclusivamente territorial en Huelva es imposible desde el instante en que tendrá en sus filas y entre sus líderes a personas con ideología. Nadie es onubensista a secas. Además de esto, que podría alejar a los votantes que no se identifiquen ideológicamente con los líderes, está el hecho de que todo votante que apoyase a una candidatura así, al mismo tiempo retiraría su voto de una que le representa ideológicamente, con lo que sabe que debilitaría a la opción política que le parece más coherente para los temas que afectan a todo el país. El voto útil, o ver su voto apoyando un gobierno de una ideología distinta a la suya son opciones que una candidatura de estas características deberá superar en la cabeza de los electores, y eso necesita seriedad y mucho trabajo.
El sentimiento territorial tampoco es el mismo en la capital que en el Andévalo, o la Sierra, o el Condado, o la Costa occidental, o la Cuenca Minera. Esta opción debe conocer las necesidades de estas zonas, tener a miembros de sus localidades en su seno, y proponerles cosas que realmente vendrían a mejorar sus vidas.
“Huelva Existe”, o como quisiera que se llamase esta opción si apareciese, no puede nacer de la noche a la mañana, no. Necesita recorrer un camino previo de éxito que lo enlace con la sociedad civil onubense. No puede ser una simple opción política con un programa y una papeleta, porque eso solo es papel. Debe tener una vida previa con hechos reales antes de llegar a las urnas; y por supuesto, debe tener un discurso y una actividad que se dirija al cerebro de los onubenses y no a su corazón, cosa compleja si se habla de territorio, pero no imposible.
Huelva precisa que sea defendida en el parlamento. Ojalá los grandes partidos fuesen capaces de cambiar, pero en vista de que eso es imposible, la puerta a un partido de ámbito provincial la han abierto y la mantienen abierta ellos. Si alguien decide cruzarla, esperemos que sea gente seria.
Si vamos, caso por caso, a las causas visibles de que esto haya ocurrido y empezamos a tirar del hilo, los motivos se irán abriendo como un árbol hasta dar con la causa raíz: los “grandes” partidos le han acabado dando la espalda al espíritu con el que se diseñó nuestro parlamento democrático. El parlamento se confecciona con un sistema que se basa en dos pilares fundamentales: la representación ideológica de los ciudadanos y la representación territorial. Es decir, en las elecciones generales votamos a un partido basándonos en su programa electoral, pero lo hacemos sobre candidaturas provinciales de las que salen un número de diputados que representan, todos ellos, a los ciudadanos que les han elegido en las distintas circunscripciones. El engranaje entre estas dos representaciones de diferentes naturalezas es un trabajo que recae sobre los diputados y sobre sus partidos, y precisa de una educación democrática inexistente a mí entender. Huelva es un claro ejemplo de ello. Los grandes partidos han pasado por todas las instituciones de gobierno que afectan a nuestra provincia: ayuntamientos, Junta de Andalucía y gobierno central, y el resultado al evaluar cómo nuestra provincia ha quedado legislatura tras legislatura es siempre el mismo, muy deficiente. Siempre olvidada, tratando al onubense como ciudadano de segunda. Es decir, el poder real de representación territorial de los diputados que salen de nuestras votaciones es nulo. ¿Por qué? Porque el sistema de funcionamiento interno de los partidos políticos es contrario a la democracia y a la representación real. La persona que entra en política afiliándose a cualquier partido y con interés en hacerlo de forma activa debe plegarse a una disciplina interna draconiana. O estás con los de arriba o no estás en el aparato. Los partidos, y los ciudadanos, hemos interiorizado que el debate interno es síntoma de debilidad, de falta de rumbo; la imagen de los partidos de cara al exterior –al votante- es fundamental a la hora de obtener votos; así que todos deben plegarse a los designios del líder de turno, el cual habrá alcanzado esa posición plegándose a su vez al líder anterior, y así, sucesivamente, hasta donde se desee. Es un proceso de esquematización del candidato político, que, para no resultar incómodo (y por tanto eliminable de la carrera) abandona su obligación de participar en la construcción de ideologías afines a su partido, haciendo suya la de la cúpula, y abandona su obligación de representar a un territorio entregando su voto en cada acción legislativa a la opción que le dictan de nuevo desde la cúpula de su partido. Para los votantes y su ideología a la hora de depositar el voto el daño es controlado. Pueden y deben existir debates internos, pero si no los hubiese todos sabemos a lo que nos atenemos en lo que respecta a políticas sociales, de empleo, tributaria, de sanidad etc. Pero, ¿qué ocurre con la representatividad territorial? Es decir: un votante de PSOE de Huelva a buen seguro tendrá intereses y necesidades coincidentes con otro del PP, de Ciudadanos, de Podemos o de cualquier otro partido, y todo esto por el simple hecho de ser onubense, ¿quién trabaja en nuestro parlamento para que esas necesidades se cubran? Deberían hacerlo nuestros representantes, sean del color que sean, pero no hace falta que les informe de que eso no ocurre. Es decir, la disciplina interna de los “grandes” partidos anula la posibilidad de que nuestros representantes nos representen como ciudadanos de una unidad política del estado llamada provincia de Huelva. La aparición de partidos que basan su programa en propuestas de gran peso específico en el ámbito territorial parece la solución para que estos desequilibrios desaparezcan. En estas elecciones es llamativo el diputado conseguido por la formación Teruel Existe, que ha hecho que muchas miradas de onubenses se dirijan con curiosidad hacia esa provincia aragonesa. Teruel existe ha despertado el lado más reivindicativo de una población con un alto porcentaje de indignados por un trato discriminatorio hacia nuestra provincia en lo que respecta a sanidad, infraestructuras, seguridad, etc. Incluso han aparecido en redes sociales algunos conatos de debate sobre la posibilidad de crear una organización política denominada “Huelva Existe”. La aparición en Huelva de una opción de este tipo parece fundamentada y fundamental. El hartazgo con el gobierno central y la Junta de Andalucía no entiende de colores en nuestra provincia. La disciplina de partido, como decíamos, inhibe cualquier posibilidad de que Huelva salga del ostracismo político, pero la falta de alternativas nos llevan a unas urnas a depositar un voto exclusivamente ideológico, convencidos de que nada cambiará en lo que se refiere a problemas exclusivos de Huelva. “Huelva Existe” entregaría al ciudadano una opción para subsanar la falta de representación territorial de nuestra provincia en un parlamento dominado por la disciplina de partido. Pero ojo, este ciudadano debe desprenderse de su “necesidad” de emitir un voto ideológico. Y aquí está la encrucijada. Un movimiento político exclusivamente territorial en Huelva es imposible desde el instante en que tendrá en sus filas y entre sus líderes a personas con ideología. Nadie es onubensista a secas. Además de esto, que podría alejar a los votantes que no se identifiquen ideológicamente con los líderes, está el hecho de que todo votante que apoyase a una candidatura así, al mismo tiempo retiraría su voto de una que le representa ideológicamente, con lo que sabe que debilitaría a la opción política que le parece más coherente para los temas que afectan a todo el país. El voto útil, o ver su voto apoyando un gobierno de una ideología distinta a la suya son opciones que una candidatura de estas características deberá superar en la cabeza de los electores, y eso necesita seriedad y mucho trabajo. El sentimiento territorial tampoco es el mismo en la capital que en el Andévalo, o la Sierra, o el Condado, o la Costa occidental, o la Cuenca Minera. Esta opción debe conocer las necesidades de estas zonas, tener a miembros de sus localidades en su seno, y proponerles cosas que realmente vendrían a mejorar sus vidas. “Huelva Existe”, o como quisiera que se llamase esta opción si apareciese, no puede nacer de la noche a la mañana, no. Necesita recorrer un camino previo de éxito que lo enlace con la sociedad civil onubense. No puede ser una simple opción política con un programa y una papeleta, porque eso solo es papel. Debe tener una vida previa con hechos reales antes de llegar a las urnas; y por supuesto, debe tener un discurso y una actividad que se dirija al cerebro de los onubenses y no a su corazón, cosa compleja si se habla de territorio, pero no imposible. Huelva precisa que sea defendida en el parlamento. Ojalá los grandes partidos fuesen capaces de cambiar, pero en vista de que eso es imposible, la puerta a un partido de ámbito provincial la han abierto y la mantienen abierta ellos. Si alguien decide cruzarla, esperemos que sea gente seria. Narciso Rojas