TRAS EL ÚLTIMO INCENDIO EN LEPE
El chabolismo: una realidad contra la que los principales afectados empiezan a alzar la voz
El último incendio en el asentamiento de Lepe ha encendido otra chispa más allá de la que convirtió en cenizas las pertenencias de más de 150 personas: muchos de los temporeros que malviven en estas infraviviendas comienzan a empoderarse y a exigir una alternativa habitacional.
Los zapatos que llevamos para repartir vuelan cuando llegamos a la sede de Asnuci en Lepe. Lo prioritario es encontrar el par más grande -de entre la veintena que han donado nuestros lectores- para calzar a un chico que anda con medio pie fuera: tiene nada menos que un 49. Aunque de ese número no hay ninguno, encontramos algún 47 en el que, al menos, puede meter el pie completo. Misión cumplida.
Los temporeros van entrando a la nave que la Asociación de Nuevos Ciudadanos por la Interculturalidad -Asnuci– tiene justo enfrente del albergue de Lepe en un goteo constante. Son de Senegal, de Mali, de Marruecos,… Y lo han perdido todo en el último incendio del asentamiento chabolista que se levanta en el entorno del cementerio de Lepe, el más grande de la provincia. Son temporeros que en unos días ponen rumbo a otros lugares de España para cubrir las diferentes campañas, pero después de que las llamas lo arrasaran todo ahora no tienen con qué emprender el camino.
Los zapatos que llevamos para repartir vuelan cuando llegamos a la sede de Asnuci en Lepe. Lo prioritario es encontrar el par más grande -de entre la veintena que han donado nuestros lectores- para calzar a un chico que anda con medio pie fuera: tiene nada menos que un 49. Aunque de ese número no hay ninguno, encontramos algún 47 en el que, al menos, puede meter el pie completo. Misión cumplida. Los temporeros van entrando a la nave que la Asociación de Nuevos Ciudadanos por la Interculturalidad -Asnuci– tiene justo enfrente del albergue de Lepe en un goteo constante. Son de Senegal, de Mali, de Marruecos,… Y lo han perdido todo en el último incendio del asentamiento chabolista que se levanta en el entorno del cementerio de Lepe, el más grande de la provincia. Son temporeros que en unos días ponen rumbo a otros lugares de España para cubrir las diferentes campañas, pero después de que las llamas lo arrasaran todo ahora no tienen con qué emprender el camino. Gracias a las gestiones y el llamamiento de organizaciones como Asnuci y la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA), la solidaridad ha vuelto a convertirse en tabla de salvación y la ciudadanía onubense ha respondido una vez más –no así las Administraciones, que siguen mirando hacia otro lado ante esta problemática enquistada-. Ropa, calzado, maletas, mantas, toallas, productos de aseo,… Aportaciones todas ellas valiosas para tratar de recomponer el escaso equipaje de quien se ha quedado sin nada por este nuevo incendio originado por la chispa de la precariedad. Amplias sonrisas y palabras de agradecimiento ante el ‘cargamento’ que se reparten intentando cuadrar necesidades con tallas y gustos. Quienes van llegando –a muchos ya no los llaman para el campo, donde a estas alturas hay menos trabajo- se hacen con un par de pares de zapatos (unos para trabajar y otros para cuando no están en el campo), alguna muda, una prenda que les llame la atención,… Algo, no demasiado, que echar en la mochila o con lo que vestir la chabola. Porque no hace ni dos semanas del incendio y el asentamiento ya está en buena parte reconstruido. Son varios los que trabajan levantando nuevamente unas chabolas que, en contra de lo que muchos puedan pensar, cuesta dinero construir. Y es que “en Lepe no hay palés por la calle, no se encuentran” –nos cuentan desde Asnuci-, y entre materiales y lo que le puedes dar a quien te ayude a levantar la chabola lo antes posible puedes gastar entre 250 y 300 euros. Pagar 300 euros para vivir en la más absoluta precariedad y con el riesgo de que otra chispa vuelva a arrasarlo todo cualquier noche. Sin alternativa de viviendaNo, no están ahí por gusto. No, no viven en el asentamiento porque no quieran pagar un alquiler. Esos mantras tantas veces repetidos por quienes se niegan a abordar con la profundidad necesaria la problemática de los asentamientos chabolistas se diluyen en cuanto te acercas a hablar con cualquiera de las personas –un 95% hombres- que malvive en estas condiciones. “Busqué alojamiento pero me dijeron que para negros no. Yo lo puedo pagar, podemos juntarnos unos cuantos y pagar un alquiler, pero en Lepe nos dijeron que no, que para nosotros no”, nos explica Harim Yaik en un castellano escaso pero que compensa con voluntad y amabilidad. No es normal que estén dispuestos a hablar y mucho menos delante de las cámaras: en la era de internet nadie sabe dónde puede llegar un reportaje colgado en la red, y en la mayoría de los casos las familias no son realmente conscientes –se lo ocultan- de las condiciones en las que se encuentran aquí. Pero Harim, que llegó a España desde Senegal hace unos ocho meses y lleva en Lepe alrededor de tres, no entiende por qué no ha podido alquilar una casa aquí, como sí ha hecho en los otros lugares en los que ha estado, y sí se presta a denunciar la situación. De hecho, no es el único que lo ha hecho y la semana pasada hubo una concentración frente al Ayuntamiento de Lepe reclamando una solución, una alternativa habitacional para quienes acuden cada año a la localidad a contribuir a su riqueza. “Yo levanto tu economía con mis manos y tú no me das casa, ¿por qué?”, señalaba una de las pancartas que el colectivo de temporeros, que parece que comienza a alzar la voz después de décadas, lucía en la protesta. “No es exactamente por ser negros, claro, no podemos afirmar eso. Pero sí porque muchos son ilegales y no tienen papel alguno, por lo que es muy complicado que encuentren quien les alquile”, nos cuenta Alba Rudolph, trabajadora social de Asnuci. “Y es que Lepe no tiene parque de vivienda para dar respuesta a los centenares de personas que llegan cada año con motivo de la campaña. Se pone el foco siempre aquí, porque es donde se quedan, pero aquí hay temporeros que van cada día a trabajar a Portugal, a Sevilla,… Y en el pueblo apenas hay casas de alquiler”, explica. Un problema complejo ¿A quién pedimos responsabilidades entonces? Lo cierto es que el problema está ahí, enquistado, y que no existe una solución fácil, pero sí la necesidad de afrontarlo teniendo en cuenta todas las variables que toman parte. En esta última ocasión han sido 150 las personas que se han visto afectadas y aunque no ha habido que lamentar heridos, nadie sabe si la próxima vez –que la habrá mientras sigan existiendo esta clase de asentamientos- correrán la misma suerte. Por eso los temporeros y los diferentes colectivos y organizaciones que los apoyan están alzando la voz, tal y como se vio en la protesta de la semana pasada. “Hay que ofrecer una alternativa digna a esta gente, no pueden seguir así”, denuncian desde Asnuci, que insiste en que la misma tiene que estar liderada por las Administraciones y, obviamente, implicar a los empresarios. “No podemos culpar a los empresarios por supuesto, porque muchos también se la juegan contratando a inmigrantes sin papeles y dándoles la oportunidad de ganarse la vida y, a la larga, demostrar ese arraigo que exige la Ley de Extranjería. Pero la situación no puede seguir así y hay que dignificar la estancia de estas personas en nuestra provincia”, alega Alba Rudolph. “No es justo tampoco culpar al Ayuntamiento de Lepe, que en solitario obviamente no puede abordar esta problemática. Pero sí consideramos que tiene que liderarla, contando con los empresarios y con el resto de Administraciones a los diferentes niveles, para poner de una vez solución a esta problemática”. Eso mismo señalaba hace no mucho el alcalde de Lepe, Juan Manuel González, quien en una entrevista concedida a este medio aseguraba que “el Ayuntamiento de Lepe está haciendo todo lo que puede, lo que buenamente está en su mano, pero lógicamente la inmigración es un problema que tenemos que afrontar todas las Administraciones, sin que nadie se ponga de lado, para conseguir que las personas que viven en las chabolas puedan tener viviendas tan dignas como el que más. Pero es una responsabilidad de todos”. Una responsabilidad de todos a la que los principales perjudicados, los temporeros que malviven en estas infraviviendas, parece que por primera vez de forma decidida están dispuestos a hacerle frente. Empoderados, muchos están decididos a decir basta. ¿Será esta la variable que hacía falta para hablar del principio del fin del chabolismo?
Amplias sonrisas y palabras de agradecimiento ante el ‘cargamento’ que se reparten intentando cuadrar necesidades con tallas y gustos. Quienes van llegando –a muchos ya no los llaman para el campo, donde a estas alturas hay menos trabajo- se hacen con un par de pares de zapatos (unos para trabajar y otros para cuando no están en el campo), alguna muda, una prenda que les llame la atención,… Algo, no demasiado, que echar en la mochila o con lo que vestir la chabola.
Porque no hace ni dos semanas del incendio y el asentamiento ya está en buena parte reconstruido. Son varios los que trabajan levantando nuevamente unas chabolas que, en contra de lo que muchos puedan pensar, cuesta dinero construir. Y es que “en Lepe no hay palés por la calle, no se encuentran” –nos cuentan desde Asnuci-, y entre materiales y lo que le puedes dar a quien te ayude a levantar la chabola lo antes posible puedes gastar entre 250 y 300 euros. Pagar 300 euros para vivir en la más absoluta precariedad y con el riesgo de que otra chispa vuelva a arrasarlo todo cualquier noche.
“Busqué alojamiento pero me dijeron que para negros no. Yo lo puedo pagar, podemos juntarnos unos cuantos y pagar un alquiler, pero en Lepe nos dijeron que no, que para nosotros no”, nos explica Harim Yaik en un castellano escaso pero que compensa con voluntad y amabilidad.
No es normal que estén dispuestos a hablar y mucho menos delante de las cámaras: en la era de internet nadie sabe dónde puede llegar un reportaje colgado en la red, y en la mayoría de los casos las familias no son realmente conscientes –se lo ocultan- de las condiciones en las que se encuentran aquí. Pero Harim, que llegó a España desde Senegal hace unos ocho meses y lleva en Lepe alrededor de tres, no entiende por qué no ha podido alquilar una casa aquí, como sí ha hecho en los otros lugares en los que ha estado, y sí se presta a denunciar la situación.
De hecho, no es el único que lo ha hecho y la semana pasada hubo una concentración frente al Ayuntamiento de Lepe reclamando una solución, una alternativa habitacional para quienes acuden cada año a la localidad a contribuir a su riqueza. “Yo levanto tu economía con mis manos y tú no me das casa, ¿por qué?”, señalaba una de las pancartas que el colectivo de temporeros, que parece que comienza a alzar la voz después de décadas, lucía en la protesta. “No es exactamente por ser negros, claro, no podemos afirmar eso. Pero sí porque muchos son ilegales y no tienen papel alguno, por lo que es muy complicado que encuentren quien les alquile”, nos cuenta Alba Rudolph, trabajadora social de Asnuci. “Y es que Lepe no tiene parque de vivienda para dar respuesta a los centenares de personas que llegan cada año con motivo de la campaña. Se pone el foco siempre aquí, porque es donde se quedan, pero aquí hay temporeros que van cada día a trabajar a Portugal, a Sevilla,… Y en el pueblo apenas hay casas de alquiler”, explica. Un problema complejo ¿A quién pedimos responsabilidades entonces? Lo cierto es que el problema está ahí, enquistado, y que no existe una solución fácil, pero sí la necesidad de afrontarlo teniendo en cuenta todas las variables que toman parte. En esta última ocasión han sido 150 las personas que se han visto afectadas y aunque no ha habido que lamentar heridos, nadie sabe si la próxima vez –que la habrá mientras sigan existiendo esta clase de asentamientos- correrán la misma suerte. Por eso los temporeros y los diferentes colectivos y organizaciones que los apoyan están alzando la voz, tal y como se vio en la protesta de la semana pasada. “Hay que ofrecer una alternativa digna a esta gente, no pueden seguir así”, denuncian desde Asnuci, que insiste en que la misma tiene que estar liderada por las Administraciones y, obviamente, implicar a los empresarios. “No podemos culpar a los empresarios por supuesto, porque muchos también se la juegan contratando a inmigrantes sin papeles y dándoles la oportunidad de ganarse la vida y, a la larga, demostrar ese arraigo que exige la Ley de Extranjería. Pero la situación no puede seguir así y hay que dignificar la estancia de estas personas en nuestra provincia”, alega Alba Rudolph. “No es justo tampoco culpar al Ayuntamiento de Lepe, que en solitario obviamente no puede abordar esta problemática. Pero sí consideramos que tiene que liderarla, contando con los empresarios y con el resto de Administraciones a los diferentes niveles, para poner de una vez solución a esta problemática”. Eso mismo señalaba hace no mucho el alcalde de Lepe, Juan Manuel González, quien en una entrevista concedida a este medio aseguraba que “el Ayuntamiento de Lepe está haciendo todo lo que puede, lo que buenamente está en su mano, pero lógicamente la inmigración es un problema que tenemos que afrontar todas las Administraciones, sin que nadie se ponga de lado, para conseguir que las personas que viven en las chabolas puedan tener viviendas tan dignas como el que más. Pero es una responsabilidad de todos”. Una responsabilidad de todos a la que los principales perjudicados, los temporeros que malviven en estas infraviviendas, parece que por primera vez de forma decidida están dispuestos a hacerle frente. Empoderados, muchos están decididos a decir basta. ¿Será esta la variable que hacía falta para hablar del principio del fin del chabolismo?
“No es exactamente por ser negros, claro, no podemos afirmar eso. Pero sí porque muchos son ilegales y no tienen papel alguno, por lo que es muy complicado que encuentren quien les alquile”, nos cuenta Alba Rudolph, trabajadora social de Asnuci. “Y es que Lepe no tiene parque de vivienda para dar respuesta a los centenares de personas que llegan cada año con motivo de la campaña. Se pone el foco siempre aquí, porque es donde se quedan, pero aquí hay temporeros que van cada día a trabajar a Portugal, a Sevilla,… Y en el pueblo apenas hay casas de alquiler”, explica.
¿A quién pedimos responsabilidades entonces? Lo cierto es que el problema está ahí, enquistado, y que no existe una solución fácil, pero sí la necesidad de afrontarlo teniendo en cuenta todas las variables que toman parte.
En esta última ocasión han sido 150 las personas que se han visto afectadas y aunque no ha habido que lamentar heridos, nadie sabe si la próxima vez –que la habrá mientras sigan existiendo esta clase de asentamientos- correrán la misma suerte. Por eso los temporeros y los diferentes colectivos y organizaciones que los apoyan están alzando la voz, tal y como se vio en la protesta de la semana pasada. “Hay que ofrecer una alternativa digna a esta gente, no pueden seguir así”, denuncian desde Asnuci, que insiste en que la misma tiene que estar liderada por las Administraciones y, obviamente, implicar a los empresarios.
“No podemos culpar a los empresarios por supuesto, porque muchos también se la juegan contratando a inmigrantes sin papeles y dándoles la oportunidad de ganarse la vida y, a la larga, demostrar ese arraigo que exige la Ley de Extranjería. Pero la situación no puede seguir así y hay que dignificar la estancia de estas personas en nuestra provincia”, alega Alba Rudolph. “No es justo tampoco culpar al Ayuntamiento de Lepe, que en solitario obviamente no puede abordar esta problemática. Pero sí consideramos que tiene que liderarla, contando con los empresarios y con el resto de Administraciones a los diferentes niveles, para poner de una vez solución a esta problemática”.
Una responsabilidad de todos a la que los principales perjudicados, los temporeros que malviven en estas infraviviendas, parece que por primera vez de forma decidida están dispuestos a hacerle frente. Empoderados, muchos están decididos a decir basta. ¿Será esta la variable que hacía falta para hablar del principio del fin del chabolismo?