SE USA DESDE LA ANTIGÜEDAD
El incienso en la Semana Santa, una tradición ancestral de gran simbolismo
El uso del incienso en las procesiones de Semana Santa tiene su origen en la antigüedad, donde su empleo en las ceremonias religiosas ya estaba cargado de un fuerte simbolismo.
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El olor a incienso es uno de los rasgos más característicos de la Semana Santa. Esta preparación de resinas aromáticas vegetales evoca irremediablemente a los días en los que las cofradías lucen por las calles de nuestra ciudad. Su uso, desde la remota antigüedad, se asocia a fines aromáticos en las ceremonias religiosas, donde se creía que permitía a los fieles comunicarse con los dioses.
En cuanto a su origen etimológico, la palabra incienso proviene del latín tardío incensum, que significa materia quemada en un sacrificio. Así, esta gomorresina en forma de lágrimas, de color amarillo blanquecino o rojizo, fractura lustrosa, sabor acre y olor aromático al arder, proviene de árboles de la familia de las burseráceas, originarios de Arabia, la India y África.
Su quema es habitual en las ceremonias religiosas a través de un incensario. De él se tienen referencias bíblicas del Antiguo y Nuevo Testamento. Una de ellas tiene que ver con los regalos que los Reyes Magos hicieron al niño Jesús, pues uno de ellos le entregó incienso a su llegada a Belén. Asimismo, también está relacionado con la anunciación del nacimiento de Juan el Bautista.
Sus orgínes están vinculados a la liturgia hebrea, donde se usa para perfumar el altar y conseguir un agradable aroma durante la ofrenda a Dios. No obstante, también se emplea en la iglesia católica en la procesión previa a la misa, en la proclamación del Evangelio, en el comienzo de la misa, en el ofertorio y en la consagración. Pero, sin duda, su uso más destacado y popular llega con las procesiones de Semana Santa, así como en el Jueves y el Viernes Santo.
El incienso en la religión tiene un significado solemne y misterioso, pues su humo sirve para recordar que lo que se ve físicamente tiene un alcance trascendental. También se emplea con el objetivo de aromatizar y purificar el ambiente, así como para transformar lo negativo en positivo y ahuyentar los malos espíritus. Su simbolismo se sustenta en la creencia de que este ayuda a subir las oraciones hasta la presencia de Dios.
Una figura propia de la Semana Santa son los acólitos. En concreto, los turiferarios son quienes portan en las procesiones el incienso en las navetas o acerras y lo queman en los incensarios o turíbulos, recipientes metálicos con tapas perforadas por las que se esparce el olor de este. Los acólitos suelen ser niños hermanos de la cofradía que se sitúan delante del paso y que producen uno de los olores más característicos de estos días.