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El runrún: El lince, ¿el nuevo lobo?
En Huelva este animal es considerado todo un símbolo del conservacionismo
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El lince ibérico, antaño considerado una alimaña y cazado a principios del siglo pasado por 3,75 pesetas el ejemplar, ha recorrido un largo camino desde su casi extinción en 2002, cuando quedaban menos de 100 individuos en la Península Ibérica.
Gracias a intensos programas de conservación, su población ha superado los 2.000 ejemplares, permitiendo su reclasificación de «en peligro» a «vulnerable» en la Lista Roja de la UICN. Sin embargo, la reintroducción del lince ha encontrado obstáculos hasta hace poco impensables. En Aragón, por ejemplo, la Consejería de Agricultura rechazó el proyecto, considerándolo un ataque al sector ganadero y expresando preocupación por las posibles restricciones a la caza y el aumento de la población de conejos. Situaciones similares se han vivido en Castilla y León y Cataluña, donde la oposición de cazadores, agricultores y ganaderos ha llevado a la paralización de planes de reintroducción. En Castilla y León, la Junta suspendió la suelta de linces en Zamora debido al rechazo social, mientras que en Cataluña, las protestas de agricultores llevaron a la Generalitat a renunciar a la reintroducción del felino.
Este rechazo, que recuerda al que tradicionalmente ha provocado el lobo, contrasta con la situación en Huelva, donde este animal es considerado todo un símbolo del conservacionismo. De hecho, la provincia ha sido fundamental en los esfuerzos de recuperación, contribuyendo al aumento poblacional y al retorno de la especie a su hábitat natural. Por todo ello, cabría preguntarse, ¿podrá esta corriente 'antilinces' que parece extenderse por España cambiar la percepción que tenemos del felino cerca del que consideramos su 'hogar', junto a Doñana, afectando incluso al programa que sigue luchando por su recuperación?