Una mansión victoriana donde sentir la magia de otro tiempo en mitad de la Sierra de Aracena
El sueño de una vida se ha materializado en una casa boutique rural única, repleta de antigüedades originales combinadas con gusto y en armonía, tras las que hay interesantes historias
Se llama 'La Flamenca Inn' y está dejando de ser el secreto mejor guardado de Cortelazor, para convertirse en el lugar ideal para familias y reuniones de amigos
Alojarse en este espacio es como vivir en un museo muy disfrutable, donde «muchas personas se quedan con la boca abierta y me encanta, porque ésa era la idea», indica su propietaria, Lola Chica
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Huelva tiene en el Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche un auténtico imán para quienes quieren disfrutar de una vida plena. Cada vez son más los visitantes que se enamoran de sus parajes y deciden que aquí está su lugar en el mundo. También se revela en las rutinas de otros como un efímero oasis de esplendorosa naturaleza, profunda paz y excelente gastronomía, atractivos de los que disfrutar al menos unos días. En este colorido entorno sonoro de montañas, arboledas, riachuelos, cerdos ibéricos, setas y senderos, emergen calles empedradas y plazas coquetas, como las de Cortelazor la Real. En este pequeño pueblo serrano cada habitante tiene una vida interesante y gran parte de ellos se ha embarcado con valentía en ilusionantes proyectos de vida.
Uno de ellos es el que emprendió Lola Chica Castro. Nació en un pueblo de Jaén y llegado el momento se marchó a Reino Unido, donde conoció al que ahora es su socio, Peter. En un viaje a Huelva se enamoraron de la Sierra de Aracena y en Cortelazor estos dos amantes de las antigüedades y la hospitalidad decidieron apostar fuerte y trabajar muy duro para cumplir el sueño de recrear un alojamiento muy diferente a lo que se puede encontrar no sólo en la provincia onubense, sino en toda Andalucía. En este marco ideal serrano abrieron La Flamenca Inn, una casa boutique rural que contiene una mansión de época victoriana repleta de antigüedades, muchas de ellas piezas de art decó y otros estilos, combinadas en perfecta armonía para trasladar al visitante a otro tiempo, un estado de felicidad donde reina el bienestar.
520 metros cuadrados forrados de madera e historia
Muy cerca de la plaza dominada por la inmensa copa del Olmo Milenario, todo un símbolo local, se encuentra este hotel con una magia inimaginable antes de cruzar su robusta puerta. Sus gruesos muros custodian un santuario secreto de más de 520 metros cuadrados forrados de madera e historia. Cuenta con siete cómodas habitaciones exquisitamente decoradas y con wifi, baños, cocinas, un amplio comedor, un agradable salón, jardín de 100 metros cuadrados con barbacoa, piscina y preciosas vistas al mar de montes del horizonte. Se puede reservar una habitación o alquilar la casa completa, pues es ideal para grupos y especialmente indicado para familias con niños. Además, admiten mascotas bajo consulta.
Pueden alojarse hasta 14 personas en sus diferentes dormitorios, que tienen como nombre palos del flamenco, cada uno con su alma. Entre ellos se extienden agradables estancias comunes donde la mejor opción es sentarse y contemplar con calmada curiosidad cada objeto circundante, un juego para los sentidos, especialmente para los amantes del interiorismo y la decoración. Del suelo al techo, en toda la casa, nada se ha dejado al azar y cada elemento contribuye a la envolvente sensación de habitar otro tiempo y otro lugar. Hay una palpable energía, un clima con tranquilidad de espíritu adornado con buen gusto.
Esta atmósfera indescriptible fue construida con criterio y mimo por Lola y Peter, un tándem académico de Bellas Artes y Arquitectura combinado con una gran pasión por las antigüedades. Como auténticos cazatesoros han ido comprando en subastas y por internet elementos que encajaban a la perfección en su idea. Tras un camino no exento de dificultades, con las crisis inmobiliaria como gran escollo, en mayo de 2013 abrió sus puertas este establecimiento de tan marcado estilo. Luego pasaron el bache de la pandemia, pero atraviesan por unos años buenos, con muchos clientes satisfechos que corren la voz sobre todo lo que hay por descubrir aquí.
Cada vez va teniendo menos de secreto, pero ahí siguen sus historias y misterios, que no duda en compartir con simpatía y amabilidad, Lola, sin duda el alma de este hogar compartido, quien pone la guinda de la hospitalidad y la cercanía al bonito entorno. Sus relatos pueden desarrollarse en mitad de un buen desayuno, con pan, aceite y tomates de verdad, o en una visita guiada por los múltiples rincones de la mansión, donde las plantas también contribuyen al embellecimiento general.
«Queríamos dar vida a un lugar que realmente hiciera la diferencia»
Lola Chica
Propietaria de La Flamenca Inn
«Muchas personas se quedan con la boca abierta y me encanta, porque ésa era la idea», reconoce a Huelva24.com Lola, que afirma que «cada proyecto es único y diferente pero creo que no hay otra casa igual, con tantos interiores traídos de fuera». Recuerda que «queríamos dar vida a un lugar que realmente hiciera la diferencia y añadiera a la estancia esa sensación de estar viviendo en otro lugar y que la gente lo valorase y disfrutase».
Lola considera que hay mucho de ecología, reciclaje y sostenibilidad en el trabajo realizado, porque han partido de la premisa de «seguir dándole vida a las cosas bonitas». A ellos se entregaron con absoluta dedicación y el resultado es un espacio con alma. «Fue una locura que ahora se puede disfrutar muchísimo, especialmente a quienes les gustan las cosas antiguas y la decoración», sentencia.
Cinco años de colección
Durante cinco años fueron reuniendo todo lo que consideraban necesario para su establecimiento en viajes, subastas y compras en páginas especializadas de Internet, «la mayoría proceden de Reino Unido, de subastas, casas, iglesias y edificios singulares que iban a ser demolidos», explica. Así obtuvieron muebles, lotes de suelos, barandillas, paneles, radiadores, interiores de madera… «todo en muy buen estado y con un gran valor», señala. También hay muchos de los muebles y objetos como lámparas, espejos, esculturas y cuadros que proceden de la familia de la madre de Peter, «una señora que tenía un gusto exquisito», resalta.
«Los interiores en un porcentaje alto son de época victoriana, con muchos objetos art decó originales recuperados«
Detalla que «los interiores en un porcentaje alto son de época victoriana, con muchos objetos art decó originales recuperados. Es todo un museo de coleccionismo». La mayoría de los elementos son de Inglaterra y Escocia y otras partes del Reino Unido, pero también hay camas de un hotel de Alejandría de los años 20, en Egipto, el lavacabezas de un dormitorio alemán de los años 30 de la Bauhaus, baños art decó, un fregadero francés y mucha artesanía, entre otras cosas.
Todos los objetos de madera, incluidos los suelos, han pasado por un proceso de decapado y se le ha aplicado un tratamiento con «un aceite especial de mucha calidad que protege la madera». Se le ha dado un acabado en satinado a parqués, puertas, paneles y techos.
La vidriera del Papa
Entre las muchas historias y curiosidades que contiene la casa, está la luminosa y colorida vidriera que preside el salón de entrada. Pertenecen a la capilla del Hospital de Saint Andrews de Escocia, donde ayudaban a personas con discapacidad. Esta capilla la visitó el Papa Juan Pablo II en 1982 y Lola conserva una fotografía en la que se ve al pontífice polaco durante su estancia allí junto a un niño, con la vidriera como telón de fondo. «Se demolió y se vendieron los interiores y a quien le compramos la vidriera se quedó con el váter que dice que usó el papa en su visita», recuerda.
De iglesias han reutilizado balaustradas de coros de iglesias, así como bancos, estancias completas de casas victorianas, entre otros elementos. «De lo que más llama la atención son las chimeneas de Suiza, de más de 150 años, de ladrillo refractario, así como las chimeneas victorianas, alimentadas por carbón mineral. También se fijan muchas personas en las bañeras con las patas de garra», expone Lola, que agrega sobre la lógica sorpresa de los recién llegados que «cuando ves tantas cosas antiguas es como entrar en un anticuario y te llaman la atención muchas cosas».
«Es una satisfacción tan grande verlo hecho realidad tras muchas vicisitudes. Fue una apuesta muy ambiciosa por un proyecto de vida»
«Es una satisfacción tan grande verlo hecho realidad tras muchas vicisitudes. Fue una apuesta muy ambiciosa por un proyecto de vida», manifiesta la propietaria del establecimiento, que reconoce que Peter tenía «muy claro cómo distribuir y cómo colocar todas las cosas. Sin duda tiene un talentazo». Ella, muy implicada en cada proceso, puso a su criterio un especial esmero a la hora de elegir colores y combinar, documentándose profusamente, incluso con revistas de la época, para obtener un resultado «armónico».
Un anuncio de agua Perrier de los años 30-40 es otra de las joyitas de La Flamenca Inn, que también se han nutrido de la obra de artistas locales como Víctor García Repo, residente en Aracena, autor de «un collage chulísimo, ideal para el espíritu de la casa», ubicado en el salón. Damián, de la aldea de Corterrangel, realizó varias restauraciones y fabricó un platero con madera de bancos de iglesia para la cocina, donde también creó un chinero donde colgar utensilios partiendo de una percha con unos clavos forjados por Bob Rowberry, un viejo amigo de Peter que aún hoy vive en una furgoneta taller en medio de un bosque inglés y que hace artesanía, joyas y móviles que vende en festivales. «Son varias tablas cruzadas con unos clavos de hierro muy bonitos, usando maderas desvencijadas pero de muy buena calidad, sin carcoma», aclara sobre el trabajo de artesanía realizado en el chinero.
Todos los implicados en este proyecto pusieron en valor la filosofía que orquesta todo, la de «usar cosas bonitas y antiguas pero que siguen siendo prácticas. Frente al usar y tirar y lo que pasa de moda, tenemos estas cosas que tras tantos años sigue en estando bonitas y adquieren más valor. Es un canto a las cosas bien hechas, al amor y conocimiento de las personas que han ido trabajando aquí de manera artesanal y no industrialmente», resume la gobernanta.
Huéspedes felices
La suma del agradable espacio y el buen trato recibido deja huéspedes satisfechos. «Se van maravillados de estar en un sitio de esta calidad, con productos de cercanía para comer, el ahora famoso 'slow food', con calidad de vida y recursos locales», valora Lola Chica, que conserva como oro mensajes muy emotivos.
«Cuando uno se aloja en vuestra casa, siente que comparte algo importante. Disfrutamos vuestro sueño. Compartimos algo de vuestra vida. Gracias», dice Paco, mientras que en una parte de lo escrito por María Jesús, reconoce que «estos días han sido de los más bonitos de mi vida, acompañada de toda mi familia», indica deseando que se presenten «más ocasiones como ésta» y agradeciendo también a La Flamenca Inn «ser el bonito lugar donde he vivido un sueño».
Y es que encontrar un hogar más allá del hogar es un ideal nada fácil para quien busca algo más que un lugar donde alojarse. Varios pasos más allá del dar con un sitio donde dormir y poco más, está la oportunidad de habitar un lugar que no podrías imaginar, fascinante en cada rincón, en un ambiente agradable y con el mejor trato. Eso no tiene precio y hace inolvidable el tiempo que tan rápido pasa cuando lo pasamos bien.