Los motes de Huelva: estos son los gentilicios más llamativos de los pueblos onubenses

Perrejos, cabezatejas, cebolleros o panzurracos son las denominaciones no oficiales de los habitantes de algunos pueblos de la provincia, nombres que en muchos casos tienen hondas raíces históricas

Aunque nacieron con espíritu burlesco y despectivo, sus portadores han acabado luciéndolos incluso con orgullo

Cortegana visto desde su castillo ABC

huelva24

La provincia de Huelva cuenta con una gran variedad de gentilicios que reflejan su ideosincrasia y riqueza cultural. Junto a los oficiales, algunos ciertamente curiosos y con una importante carga histórica, encontramos igualmente aquellos que se utilizan de manera burlesca para referirse a los habitantes de ciertos pueblos o ciudades. Estos apodos surgen como manifestaciones, a veces, de rivalidades locales o estereotipos adobados con cierta dosis de humor a costa del vecino; a veces simpáticos, en otras ocasiones incluso hirientes.

Lo habitual es que los gentilicios provengan bien del nombre de la localidad (de su topónimo) o bien tener un origen histórico o aludir a una determinada peculiaridad de su territorio o de sus gentes. Hasta es posible que en algunos casos, aunque el gentilicio –oficial o no– naciera con propósito despectivo, sus habitantes lo hayan hecho suyo luciéndolo incluso con orgullo.

Entre los más curiosos podemos citar a los perrejos, en El Almendro. Aunque su gentilicio oficial es almendreros, este apelativo es usado por los habitantes de Villanueva de los Castillejos, pueblo aledaño a este con el que desde tiempos lejanos ha habido intentos de unión que no han prosperado. De la misma forma, los almendreros, podrían referirse a sus vecinos castillejeros (el gentilicio oficial) como cabezatejas.

De Norte a Sur

En la sierra, a ningún aracenense le extrañará que le llamen cebollero, gentilicio que tiene su origen en el cultivo y extendido uso que tradicionalmente ha tenido esta planta en la localidad. Aunque surgiera con un propósito peyorativo, su uso ya es común y plenamente aceptado.

Un caso idéntico al anterior es el de los choqueros, apelativo para referirse a los habitantes de la capital, cambiando la cebolla de Aracena por el choco o sepia, típico de la gastronomía de onubense.

Volviendo a la sierra, concretamente al municipio de Aroche, allí podremos encontrar a los avebos, nombre que los habitantes de Cortegana reservan a los naturales de esta localidad. Según el historiador e investigador Félix Sancha, autor de la ponencia 'Los gentilicios de la provincia de Huelva', esta denominación deriva de la pronunciación que los arochenos (gentilicio oficial) harían de la expresión «a veros».

A su vez, los naturales de Aroche también tienen su propia denominación para los corteganenses (gentilicio oficial) a los que llamarían sapes, nombre que al parecer proviene de que en los antiguos partidos de fútbol entre ellos, los de Cortegana usaban unos pitos para animar que emitían sonidos similares a maullidos de gatos.

En Cortelazor, aún en la sierra, llevan muy a gala el apelativo de zorros, pese a su origen peyorativo, ya que el nombre se refiere a lo astutos que son los cortelazoreños (gentilicio oficial), según los pueblos vecinos.

Volviendo a las referencias alimenticias, podemos citar los casos de Fuenteheridos y Galaroza. Los fuenteheridenses (oficial) también reciben el nombre de paperos, por el tradicional cultivo de la patata en este municipio desde que llegó de América; mientras que cachonero es el nombre oficial que reciben los vecinos de Galaroza, ya que este municipio era famoso por los peros (manzanas) que se cultivaban y que cortaban en grandes trozos o cachos (cachones).

En Santa Bárbara de Casa podemos encontrar a los barbaritos, que no hace referencia al topónimo, sino a la supuesta condición de bárbaros, o brutos, de sus habitantes, los santabarberos (gentilicio oficial). Tampoco salen bien parados los panzurracos, que es el nombre alternativo que reciben los vecinos de Puerto Moral porque, al parecer, en el municipio había antiguamente una fuente que al beber daba hambre y provocaba hinchazón de la barriga o panza.

¿Buena vecindad?

A los palermos, gentilicio oficial de los naturales de Palos de la Frontera, los moguereños los llaman boinas por lo brutos que son, siempre desde el punto de vista de la localidad juanramoniana, que a su vez reciben desde Palos el apelativo de talegas, por las talegas que llevaban con la comida cuando iban a trabajar todo el día al campo.

Entre Riotinto y Nerva también existe una rivalidad parecida. Los riotinteños llaman a los nervenses chorizos, porque según ellos eran un poco ladrones. Sin embargo, también podría ser porque en la segunda mitad del siglo XIX en Nerva hubo mucha inmigración de gallegos y extremeños, y estos llevaban una faja roja, y como había tantos, parecían chorizos.

Mientras tanto, los riotinteños también reciben en Nerva el calificativo de mojinos o mohinos, un nombre que hace referencia a un pájaro, el arrendajo o rabúo (allí le llamaban mohíno), que cantan tan mal como –según sus vecinos nervenses– lo hacen los de aquella localidad minera.

Curiosa también es la denominación barrigaverde o panzurrano, referida a los naturales de GIbraleón u olontenses (nombre oficial), que tienen su origen en una serie de epidemias antiguas cuyos síntomas eran la barriga (panza) hinchada y de un color verde.

Un mote transfronterizo

Encontramos incluso denominaciones internacionales, como la de marocho, que deriva al parecer del nombre que reciben en el país vecino, a la otra orilla del Guadiana, los habitantes de Encinasola. Los portugueses solían llamar a los de esta localidad del norte de la provincia 'marotos', que significaba pillo, sinvergüenza..., y finalmente ese ha acabado siendo su gentilicio oficial.

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