GENTE DE AQUÍ

Enrique Bono: «El primer laboratorio de genética de Huelva me permitió vivir con un halo de hombre de éxito»

Mientras estudiaba Farmacia por prescripción familiar, estudió medicina a escondidas. Es la vida de un personaje que casi centenario sigue dando trabajo a rotativas e imprentas

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Bernardo Romero

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Alcalareño de nacimiento, Enrique Bono nació en pleno periodo republicano, pero le tocó de pleno en sus años mozos la intransigencia de los vencedores de la Guerra Civil. A pesar de las adversidades a las que hubo de sobreponerse inicia desde bien temprano una intensa actividad intelectual gracias a encontrar entre tanta paja algún grano de trigo que le alimentara el espíritu. Fue el caso de un profesor republicano que en los Salesianos fue para sus alumnos un auténtico soplo de libertad en los tristes años cuarenta del pasado siglo. Después, alcanzados los estudios universitarios, vendrían otros profesores que le abrirían los apasionantes caminos de la ciencia, como el bromatólogo Gregorio Varela o el bioquímico Mayor Zaragoza, dos referencias de la investigación en España con los que desde entonces mantuvo una intensa amistad. En la vida universitaria de Enrique Bono hay un dato que podríamos decir al menos que es curioso, quien acabaría dedicándose a la docencia, con una interesante obra editada al respecto, mientras estudiaba Farmacia por prescripción familiar, estudió medicina a escondidas. Es la vida de un personaje que casi centenario sigue dando trabajo a rotativas e imprentas.

-Enrique Bono estudió Farmacia por cuestiones meramente familiares, la vocación la tenías en una facultad cercana, la de Medicina, donde sin que nadie supiera lo que estabas haciendo, y debiendo trabajar en comedores estudiantiles para pagarte unos estudios suplementarios, te matriculaste y acabaste estos estudios de forma brillante. Esto hoy no tiene ni explicación ni razón de ser. E igual los más jóvenes ni se lo creen.

-Sí, los tiempos han cambiado, Por supuesto a mejor. Entonces todo era más complicado. Nos enfrentábamos a una situación económica bastante penosa en general. Los jóvenes de hoy no protagonizarían, en esas circunstancias, una contestación al poder político y económico, aunque soterrada, como la que se dio en aquellos años.

-Aquella fue una primera opción formativa impuesta. Fiel cumplidor marchas a Granada, por aquel entonces una de las únicas tres facultades de Farmacia, justo a las de Madrid y Santiago de Compostela, en las que se podía cursar estos estudios. Con el paso de los años y tras especializarte en la labor de formar a futuros docentes, ¿qué recuerdas de aquellos años en las aulas granadinas?

-Recuerdo a un profesorado malísimo. Los mejores docentes habían emigrado, huyendo de la República y de la Guerra Civil. Y a continuación, el poder del Opus y del nacionalcatolicismo, hasta que la llegada de dos jóvenes y apasionados profesores, Gregorio Varela y Federico Mayor Zaragoza trajeron algo de aire fresco a la facultad. A esto se unió la contestación soterrada del alumnado que te comentaba.

«Hube de acostumbrarme a soportar el silencio impuesto, y por supuesto a disfrutar de la libertad de pensamiento»

-Además de cuestiones relativas a la ciencia médica o a la farmacéutica, ¿qué aprendes rodeado de tanta gente interesante como la que conociste en tus años de formación?

-Aprendí a dudar, que es una cuestión fundamental en la formación de una persona, no ya de un profesional, sino de toda persona. También tuve que aprender a estudiar por mi cuenta, a buscar la verdad y las causas de las mentiras. Descubrí que fuera de mi entorno más inmediato, de mi familia y mis amigos, existía el hambre y la pobreza extrema. También hube de acostumbrarme a soportar el silencio impuesto, y por supuesto a disfrutar de la libertad de pensamiento.

«Pasé de creer en lo que rutinariamente leía a la necesidad de demostrar sin trampas la verdad y las mentiras de una falsa ciencia»

-Y de la facultad al CSIC, esto debió ser un cambio importante en tu formación.

-Ya lo creo. Pasé de creer en lo que rutinariamente leía a la necesidad de demostrar sin trampas la verdad y las mentiras de una falsa ciencia que, lamentablemente, rodea la salud y las enfermedades de las personas. En el CSIC aprendí que se podían demostrar científicamente muchas cosas: falsedades, bulos y supersticiones que no son ninguna novedad en la historia de la humanidad, que nos han acompañado siempre. También descubrí que la Ciencia no podía estar encajonada en especialidades porque todo está interrelacionado: Especialidades médicas, Historia, Artes, Psicología, Política, Medioambientales, Sociología, hambrunas, súper-riquezas, Propiedad, legislaciones, todo está relacionado. Soy muy holístico gracias a mi formación académica y a mis constantes lecturas. La formación como liberación.

Imagen principal - Doctorado en la Universidad de Huelva, Andando por Huelva, su ciudad y un joven licenciado en la Universidad de Granada
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Doctorado en la Universidad de Huelva, Andando por Huelva, su ciudad y un joven licenciado en la Universidad de Granada H24

-Parecía que habías tomado un camino sin nada que te fuera a desviar. Pero apareces por Huelva como por encanto.

-Sí, todas las experiencias vividas en mis años de formación, me conducían ineludiblemente a ser docente, que era mi mayor vocación, la de enseñar y educar en un Instituto, a los más jóvenes. Pero me surgió la oportunidad de venir a dar clases en la Escuela de Facultativos de Minas, y de ahí pasé a dar clases en un instituto de Lepe, y por fin en la Facultad de Enfermería hasta mi jubilación.

-Has sido un sesudo hombre de ciencia rodeado de artistas. Tu mujer fue una celebrada ceramista, tienes un hijo escultor, una hija que trabaja en la producción audiovisual…

-Sí, afortunadamente he vivido rodeado de arte en mi círculo familiar. Todo esto me recuerda la vocación que sentía de niño y que nunca pude seguir, la de ser pintor, pero nunca tuve tiempo ni de pensar en ello. Tenía que alimentar cuatro hijos con la Farmacia de la calle Marina y los Análisis Clínicos que pude poner en marcha en la calle Palos. Era como si viviese una especie de realismo mágico, tan en boga por aquel entonces.

-Volviendo a la parte real de la historia, en la Huelva de los sesenta conoces a un hombre sabio, jefe del laboratorio del antiguo Hospital de la Merced, él Dr. Jimeno Ondovilla.

-El doctor Jimeno influyó de forma notable en mi carrera profesional, a partir de sus enseñanzas pude avanzar ya sin parar.

-Avanzas sin parar, hasta el punto de que llegas a poner en marcha el primer laboratorio de genética que hubo en Huelva y supongo que de los pocos que había en España.

-Efectivamente, aquello fue todo un hito y se produjo aquí, en Huelva. Esto además me permitió vivir con un halo de hombre de éxito, que supongo que era cierto, al menos económicamente me empezó a ir más que bien. Ejercí en el laboratorio un apartado muy bien remunerado en el apartado de la medicina privada, pero descubrí la casi imposibilidad de realizarla sin traicionar nuestro sagrado código deontológico y llegar a caer en ese abismo de la corruptela que con tanto aborrecimiento rechazamos.

-Logras establecerte como farmacéutico en la calle Marina, abres laboratorio en la calle Palos que fue toda una referencia en ese campo, y consigues plaza de funcionario en la Diputación.

-Sí, y más tarde logré una plaza de funcionario del estado en unas fuertes oposiciones en Madrid. Es entonces cuando decido vender la farmacia.

«Las ganancias fueron a parar al mantenimiento de lo que en realidad fue la librería Saltés, un centro de renovación cultural y renacimiento político»

-Desde luego lo tuyo fue un no parar. De la botica a los libros. Promueves con otros la creación de una librería que fue un referente en la cultura onubense desde la Transición. ¿Cómo surge la idea de dedicarte al negocio de los libros?

-Era una necesidad de la ciudad. Lo organizamos como una propiedad colectiva una serie de onubenses abiertamente progresistas la mayoría de ellos, pero también conservadores. Éramos unos doscientos, nada menos. Puedo atreverme a decir que fue, quizás, porque hubo otras del mismo estilo, de lo mejor que se abrió por aquellos años en toda Andalucía. Y además un nutritivo negocio, aunque las ganancias fueron a parar al mantenimiento de lo que en realidad fue la librería Saltés, un centro de renovación cultural y renacimiento político.

Imagen principal - Los cooperativistas de Magallanes. Enrique Bono arriba y en el centro a la derecha del más alto, el arquitecto, político y jugador de baloncesto Jaime Montaner. También están Carmen Lamuedra, José Ramón Moreno, Tomás Curbelo y otros nombres propios de la progresía onubense en tiempos de la Transición. Tras vender farmacia y laboratorio Enrique Bono se torna cooperativista y es pieza fundamental en la apertura de la librería Saltés. Dando clases en la escuela de Facultativos de Minas
Imagen secundaria 1 - Los cooperativistas de Magallanes. Enrique Bono arriba y en el centro a la derecha del más alto, el arquitecto, político y jugador de baloncesto Jaime Montaner. También están Carmen Lamuedra, José Ramón Moreno, Tomás Curbelo y otros nombres propios de la progresía onubense en tiempos de la Transición. Tras vender farmacia y laboratorio Enrique Bono se torna cooperativista y es pieza fundamental en la apertura de la librería Saltés. Dando clases en la escuela de Facultativos de Minas
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Los cooperativistas de Magallanes. Enrique Bono arriba y en el centro a la derecha del más alto, el arquitecto, político y jugador de baloncesto Jaime Montaner. También están Carmen Lamuedra, José Ramón Moreno, Tomás Curbelo y otros nombres propios de la progresía onubense en tiempos de la Transición. Tras vender farmacia y laboratorio Enrique Bono se torna cooperativista y es pieza fundamental en la apertura de la librería Saltés. Dando clases en la escuela de Facultativos de Minas H24

-Tuviste una evidente actividad política, pero ¿no tuviste la tentación de militar en algún partido en aquellos movidos años, en hacer carrera política?

-No quise militar en partido alguno porque siempre he rechazado la falta de libertad interna que pasa por discutir estrategias y no seguir consignas. En todo caso el expediente lo tengo satisfecho porque siempre, desde bien joven, he colaborado con organizaciones de izquierdas, en movimientos universitarios, manifestaciones sociales, comisiones… Y a vece jugándome el pellejo, como muchos otros que además no contaban con el paraguas que, en mi caso, yo sí tenía por mi supuesto prestigio como empresario y hombre de ciencia. Hubo mucha gente jugándosela en aquellos difíciles años.

«El resultado de mis ganancias con la construcción fue una casa que sigue siendo centro de reunión y de referencia de toda la familia»

-Más tarde vendrían otros proyectos innovadores, el del llamado popularmente como el edificio de los arquitectos, ubicado en pleno centro del plano urbano de Huelva. La elección no fue casual, ¿Quiénes te acompañaron en esta promoción?

-No conocía este nombre, sí el de la Comuna Magallanes por la calle en la que se ubica. Aquello nació con la intención de construir buenos pisos, y que sirviera de ejemplo. Formamos una empresa constructora de viviendas entre un aparejador, un médico, un ingeniero naval, un economista y yo. En principio no hubo arquitectos, luego sí. La intención que tuvimos fue la de invertir nuestros ahorros haciendo esos buenos pisos que te decía, pero ya no construimos más. Yo recogí mis ganancias para invertirlas en otro proyecto relativo a la construcción que me hacía mucha ilusión, una casa en el campo, rodeada del aroma de resina de los pinos de Valverde. De modo que me alié como socio capitalista a un amigo que era un nuevo constructor, y el resultado fue una casa que sigue siendo centro de reunión y de referencia de toda la familia. Ahí dejé el mundo de la construcción, para mí ya era más que suficiente.

Los Bono al completo H24

-Y entre tanta actividad empresarial, no dejas de trabajar y además asumes cargos como el de tesorero en el Colegio Farmacéutico o miembro del consejo de administración de Huelva Farmacéutica. Desde luego estabas en todos lados

-Era mi perversa curiosidad por conocer desde dentro la realidad de la sociedad capitalista. Y desde luego que la conocí, y de bien cerca.

«Resulté convencido de que ser de maestro requiere, como el de zapatero, aprender bien el oficio y esto no se enseña»

-Con tanta actividad y tras obtener plaza, de nuevo opositando, en el Hospital Provincial, el llamado popularmente Agromán, decides dejarlo todo por una pasión que hasta entonces habías podido mantener a duras penas, la educación. Transitas por colegios, institutos y finalmente por la Universidad. ¿Cómo surgió ese interés tuyo por la Pedagogía?

-Pues en todos esos años no había dejado de impartir clases, y te puedo asegurar que tenía fama de buen profesor, pero descubrí que mis alumnos aprobaban con facilidad, pero no aprendían. De modo que buscando tiempo donde no lo tenía pude matricularme en la facultad de Pedagogía de la universidad de Sevilla. A los 35 años pude resolver esa incógnita tras cinco años estudiando esta especialidad. No aprendí casi nada, pero resulté convencido de que ser de maestro requiere, como el de zapatero, aprender bien el oficio y esto no se enseña en el sistema educativo actual debido a un cúmulo de causas, que yo llamo la espiral diabólica, que empieza por seleccionar para este importantísimo oficio a los peores estudiantes del país y de esos malos maestros surgen los catedráticos de Pedagogía. Lo afirmo con pena, porque conozco su buena e inútil voluntad. De hecho, algunos se salvan, siempre de forma autodidacta y con sobrado esfuerzo. Gracias a estos buenos docentes pude establecer mi tesis en la facultad de Huelva no hace demasiado tiempo, en 2015.

«He podido dar a la imprenta un nuevo volumen que con el atrevido título de 'Cómo mejorar el sistema educativo»

-Tesis doctoral sobre ciertos aspectos relativos a la docencia, colaboraciones en revistas especializadas, estudios sobre neurociencia educativa y sobre todo un libro que ha sido todo un hito en la especialidad, «Aprobar o Aprender», que es precisamente tu tesis doctoral

-Al libro se le ha pasado el arroz, los tiempos cambian a velocidad de vértigo. Ahora, después de preparar artículos y ponencias para distintos congresos, he podido dar a la imprenta un nuevo volumen que con el atrevido título de 'Cómo mejorar el sistema educativo', he publicado la editorial Niebla en 2023.

Atento a la actualidad política, Enrique Bono deja al margen su carrera profesional, su inquieta vida, y nos da su versión, siempre bien documentada, de lo que pasa en el mundo, nada nuevo bajo el sol para quien disfruta de un prisma amplísimo para analizar y valorar todo lo que sucede a su alrededor. Esta es la consecuencia directa de sus libros sobre pedagogía, también de su experiencia personal, como cooperativista y constructor, como impulsor de proyectos culturales, como hombre de ciencia, o como él mismo afirma, como consecuencia de no acabar nunca de formarse, porque la vida es puro conocimiento para poder disfrutar de ella en plenitud. De la formación a la libertad, el único camino hacia la felicidad.

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