Un rescate agónico frente a la costa de Huelva: «Ese destello naranja les salvó la vida»
El patrón de la embarcación del Servicio Marítimo Provincial relata a Huelva24 cómo fue la operación para salvar a dos náufragos a 40 millas de Isla Cristina
La Guardia Civil le salva la vida a dos náufragos que llevaban tres días a la deriva en alta mar en aguas de Isla Cristina
Después de tres días a la deriva en una balsa de salvamento, sin comer ni beber, orinando en una botella como medida de urgencia en caso de que tuvieran que echarse algo a la boca y agarrados a la última bengala náutica que les quedaba, las esperanzas de salir con vida de aquello se había reducido a la mínima posibilidad. Pero el azar y la pericia de quien no está cansado de otear el horizonte se les cruzó de manera providencial.
Los protagonistas de esta historia son dos ciudadanos extranjeros que estuvieron a punto de ser engullidos por la inmensidad del mar si no hubiera llegado a tiempo una patrullera del Servicio Marítimo Provincial. Su patrón, veterano en estas lindes, no pasó por alto una señal muy lejana, apenas imperceptible, que podía ser cualquier cosa, pero que llevó a la tripulación de la Benemérita hasta la lancha de los dos náufragos que ya no daban nada por sus vidas.
El cabo mayor Vicente iba a los mandos de la patrullera Río Saja el pasado sábado 28 de septiembre junto a otros tres hombres. «Estábamos realizando labores rutinarias de control, navegando por la zona contigua al mar territorial. En un determinado momento vimos un destello de color naranja. El equipo de radar no estaba detectando nada a pesar de que podía hacerlo porque el mar no estaba plato pero sí rizada por instantes. Pero no detectaba nada y nos llamaba la atención el color naranja».
«Ellos debieron escuchar el motor de nuestra embarcación y decidieron agotar el último dispositivo de aviso que tenían»
Cabo mayor Vicente
La tripulación de la Río Saja está acostumbrada a que a esa distancia de la costa se pueden encontrar con boyas de ese mismo color, «paracaídas incluso globos aeroestáticos o cometas». Podía ser un desecho cualquiera, pero el cabo mayor junto a sus compañeros decidió aproximarse para comprobar qué era aquello, aunque todo apuntaba a que «podía tratarse de un objeto pequeño». Cuando estaban apenas a 500 metros de distancia, los dos náufragos que hasta entonces estaban ocultos dentro de la balsa, tapados por una cubierta de plástico que les protegía del sol, sacaron al exterior una bengala. «Ellos debieron escuchar el motor de nuestra embarcación y decidieron agotar el último dispositivo de aviso que tenían». Después, los dos náufragos les contarían a los agentes que habían gastado las otras dos bengalas cuando vieron aproximarse otros barcos pero que ninguno se detuvo o los avistó. La embarcación de la Guardia Civil, sí lo hizo.

«A través de los prismáticos vimos la bengala y ya no había dudas. Allí había personas en apuros. Cuando llegamos observamos a dos hombres adultos, que lloraban y reían a la vez. Se abrazaban y no paraban de mirar al cielo y hacer aspavimientos de agradecimiento».
«Si no nos lo encontramos y pasan un día más en esas condiciones, probablemente hubieran muerto»
La escena que describe el cabo mayor Vicente no era para menos, la situación de esos dos hombres era crítica, al borde de la muerte. «Si no nos lo encontramos y pasan un día más en esas condiciones, probablemente hubieran muerto. Esos días estaba soplando viento del noreste, que estaba empujando la lancha mar adentro así que hubieran acabado en el canal de navegación o en las costas de Marruecos. Pero sin agua y alimentos, la supervivencia es imposible». En el momento del rescate estaban a 40 millas de la costa, a más de 75 kilómetros de distancia.
De Sotogrande a Portugal
Los náufragos relataron a los agentes que habían salido el martes con un velero alquilado desde la urbanización gaditana de Sotogrande y que se dirigían a la costa de Portugal. Durante la travesía, según sus testimonios, la embarcación salió ardiendo lo que les impidió avisar por radio. Tampoco se activaron otros dispositivos que saltan de manera automática cuando se produce un incidente grave como las radiobalizas. Cuando los agentes se los encontraron, llevaban solo un móvil que en ese punto de la mar no tenía cobertura. Tampoco habían alertado a los familiares. «Nos dijeron que habitualmente salían a navegar porque uno de ellos se dedica a traer y llevar barcos; por lo que estaban acostumbrados. Así que nadie los estaba buscando y nadie sabía que habían naufragado», detalla el patrón de la Río Saja, quien incide en la importancia de tratar de lanzar algún aviso o informar de las coordenas a alguien para que en caso de accidente, se pueda activar una operación de rescate.
En el muelle de Levante, donde atraca el Servicio Marítimo, aún están los restos de la balsa, algunas prendas de los náufragos y las mantas térmicas que les dieron nada más subirlos a bordo de la Río Saja donde los dos hombres se echaron a los brazos de sus salvadores. Toda la operación fue grabada por los propios agentes que estaban viviendo uno de esos momentos «que llenan como guardia civil», subraya el veterano patrón. «Nosotros sabíamos que si esas personas permanecían un día más en el agua, no estarían ahora con vida y haberlos salvado, nos produce una gran satisfacción».