La bonita historia de Alfonso Rodríguez, que ha vuelto a subir al faro de El Rompido 40 años después de haberlo construido
Tras varios meses tratando de cumplir su sueño, Alfonso Rodríguez Rodríguez volvía a subir las escaleras del mítico faro 40 años después
«Ya me puedo morir tranquilo», le dijo a su nieta tras salir
El pueblo marinero de Huelva que tiene dos faros
Uno de los faros más raros de España está en esta conocida playa de Huelva y tiene forma de triángulo

«Ha sido para él una ilusión enorme. Literal, dijo ya me puedo morir tranquilo«. Habla María Linares, la nieta de Alfonso Rodríguez, que lo acompañó el pasado 3 de octubre en una visita -o, más bien, un regreso- muy especial: la que después de muchos meses de gestiones, lo llevó de nuevo hasta el faro en cuya construcción trabajó.
Alfonso Rodríguez, de 83 años, se encargaba del turno de noche durante la construcción del faro de El Rompido. «Se acordaba de todo, de lo que costaba subir las escaleras, de lo largo que se le hacía el viaje cada día desde Pozo del Camino, de donde encendían las fogatas para calentarse. Lo tiene todo aún muy presente», ha relatado su nieta a huelva24.com, agradecida por haber podido finalmente ver cumplida la ilusión de su abuelo, que desde que enviudó «no es que salga mucho de casa».
Pero para esto no se lo pensó. De hecho, era el objetivo que lo ha mantenido activo en los últimos meses, «porque llevamos mucho tiempo, más de un año incluso, tratando de hacer esta visita. Sabíamos que estaba cerrado y lo habíamos intentado por varias vías, pero no ha sido hasta que lo comentamos con José Antonio que pudo hacer los trámites con la Autoridad Portuaria de Huelva«.

Construcción del nuevo faro de El Rompido
Una Autoridad Portuaria que le ha abierto las puertas del faro que, en 1975, vino a reemplazar al construido en el núcleo costero a mediados del siglo XIX.
Alfonso Rodríguez trabajó en las obras de esta infraestructura, de 24 metros de altura y con una cúpula a 43 metros sobre el nivel del mar, y su ilusión era regresar a visitarlo. «Últimamente está muy nostálgico, le gusta ver fotos del pasado y contarnos cómo era su vida, las cosas que le marcaron. Es así cómo surgió la idea de volver, aunque en un principio no pensamos que sería tam complicado».
Por eso, la familia de Alfonso agradece enormemente tanto al Ayuntamiento de Cartaya como al Puerto «que finalmente lo hayan hecho posible. Entendemos que supone unos trámites y que hay algunas medidas de seguridad que hay que tomar, pero desde luego que por la ilusión que le ha hecho a mi abuelo ha merecido la pena», asegura su nieta, que pudo vivir con él la experiencia de regresar y escuchar en primera persona su testimonio, «con un brillo en los ojos que no se apagó durante toda la visita».

Visita en la que rememoró «desde lo largo que se le hacía el camino para llegar, hasta saber los escalones que encofró, los huecos de ventana y canaletas que hizo, la forma en la que van cogidas las escaleras y cómo se deslizaba por estas desde lo más alto hasta llegar abajo, sin dejar insignificante la liebre que uno de sus compañeros pintara en una de las paredes». Recuerdos de hace 40 años que le han permitido recuperar un poco de la vida que tenía entonces.