Silogismos (tonterías) en potencia
La proposición silogística de la que les estoy hablando carece de provecho social, es decir, no sirve para nada
Far West
La Capitana
Europa, Europa
Permítanme ustedes que me tome la libertad de recordarles la definición de silogismo: en síntesis, se trata de una construcción lógica que parte de dos premisas encadenadas cuya consecuencia constituye una conclusión de tipo deductivo. Les pongo un ejemplo: los seres humanos son bípedos; usted posee dos piernas, ergo, es usted un ser humano. El silogismo, como estrategia de pensamiento, contiene un germen peligroso en su interior, a saber, que de dos proposiciones consideradas ciertas, la conclusión necesariamente será verdadera, algo que, retorciendo la lógica para plegarla a intereses espurios, puede dar lugar a gravísimos resultados.
Les pondré, al igual que antes, un ejemplo: el pueblo judío mató a Jesús; usted es judío, luego usted mató a Jesús (lo que me permitirá culparle de todos los males del mundo y, si acaso, tratar de exterminar a su pueblo). Ven ustedes el riesgo, ¿verdad?
«Cualquiera con un B2 en demagogia puede liar la pita en un instante, ¿que no?»
Cualquiera con un B2 en demagogia puede liar la pita en un instante, ¿que no?
Pues bien, seguro que está al tanto de la polémica suscitada alrededor de unas declaraciones vertidas en primer lugar por una joven 'influencer' (entrecomillo el odioso término por razones de salubridad mental) y después apoyada por otras personas de distinta relevancia social –ex ministras incluidas–, quien aseguró, sin temblarle el labio en ningún momento, que los hombres somos «violadores en potencia», escudándose a continuación en una condescendiente y aturullada explicación del concepto «en potencia» desde el punto de vista filosófico.
Esta joven (y las personas que sostienen su argumento, que son bastantes), hace uso de un silogismo del segundo tipo que les he mencionado anteriormente y que sería, más o menos, como sigue: las agresiones sexuales son cometidas mayoritariamente por hombres; usted es hombre, luego usted es un violador en potencia. Y aquí paz y después gloria, oiga.
El peligro que yo veo en esta situación no es tanto la falacia de tal afirmación, algo de por sí gratuito y delirante, sino el riesgo de ser encasillado injustamente como un machista retrógrado si osa usted (sea hombre o mujer) disentir de las tesis propuestas por la joven de la que les hablo. Naturalizar la idea de que ser hombre le convierte a usted (y a mí) en violador en potencia favorece la aparición de un sesgo de confirmación que enturbia de modo vergonzoso las posibles relaciones interpersonales que se establezcan con las mujeres que están a su alrededor, tanto las conocidas, como, sobre todo, las desconocidas, descargando sobre usted «en potencia» una especie de pecado original monstruoso, ligado a su condición de depredador sexual por mor de alguien que se levantó una mañana pensando que había tenido una idea original y estupenda.
«Ni ayuda a las mujeres, ni ayuda a los hombres, y por supuesto, no ayuda a erradicar uno de los más detestables y aborrecibles crímenes que pueden cometerse, la violación»
Este debate, además, adolece de una circunstancia evidente que es lo que más me irrita: su falta de utilidad. Efectivamente, la proposición silogística de la que les estoy hablando carece de provecho social, es decir, no sirve para nada. Ni ayuda a las mujeres, ni ayuda a los hombres, y por supuesto, no ayuda a erradicar uno de los más detestables y aborrecibles crímenes que pueden cometerse, la violación; solo ayuda a un ego desproporcionado que anhela relevancia y pretendida singularidad argumental (además de una superioridad moral que ni siquiera trata de ocultar por pudor), algo, por otra parte, habitual en el entorno de las redes sociales, donde casi cualquier estupidez, dicha con cierto aplomo, pasa por ser cierta.
Conseguir un pensamiento saneado
El feminismo, al igual que cualquier otra línea de pensamiento, movimiento político y social, corpus filosófico o como se le quiera llamar, debe asumir la crítica y la reflexión sobre sus postulados como principio inalienable, especialmente de quienes participan plenamente en ellos, como fórmula obligatoria para conseguir un pensamiento saneado alejado de los dogmatismos. La única manera de aplicar la necesaria pedagogía feminista en nuestra sociedad se basa en la reflexión (y la acción, por supuesto) y no en la doctrina infalible, que para eso ya está la religión.
Los problemas graves se afrontan con gravedad, exigiendo medidas para su solución desde la honestidad intelectual y el compromiso social, y no con ocurrencias silogísticas desde el vacuo púlpito de Tik Tok, porque si es así, alguien podría contestar con un razonamiento a la altura de las circunstancias: el ser humano dice tonterías; usted es un ser humano…
Ya conocen la conclusión.