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Otra comunicación es necesaria

Pienso en el trato que el Loco de la Colina siempre dispensó a esas personas, brindándoles el mismo tiempo, el mismo tono, los mismos silencios que a artistas, poetas o periodistas

Periodismo en Oriente ante el viaje de los Reyes Magos

Un momento de la proyección del documental sobre Jesús Quintero en el Centro de la Comunicación Jesús Hermida O. T.
Óscar Toro

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Me he encontrado en dos ocasiones con Jesús Quintero en este mes de enero. La primera vez, disfrutando del honesto documental 'El Loco. Los silencios de Quintero' (disponible en RTVE Play) una de estas tardes de lluvia. Y la segunda, en el Centro de la Comunicación Jesús Hermida, en el acertado conversatorio entre su hija Andrea Quintero y Paco Lobatón, a raíz, precisamente, de este documental. En ambos casos, y más en estos momentos convulsos para los que se encuentran en los márgenes, pienso en el trato que el Loco de la Colina siempre dispensó a esas personas, brindándoles el mismo tiempo, el mismo tono, los mismos silencios que a artistas, poetas o periodistas. En algún momento del documental o de la charla resuena este mensaje de Quintero: «la comunicación, una filosofía de vida».

Y, posiblemente, haciendo cierta pirueta he pensado qué le preguntaría Quintero a Mariann Edar Budde, la obispa episcopaliana, quien no dudó en hablar de justicia, de misericordia para los inmigrantes sin papeles o para la comunidad LGTBIQ+ ante el nuevo líder mundial de la ultraderecha, del revanchismo y del odio, Donal Trump, en el servicio celebrado en la Catedral Nacional de Washington, el 21 de enero de 2025.

Las palabras no son neutras, y mucho menos si se usan para construir, alentar y promover frases y discursos de odio. Naciones Unidas advierte que estos discursos generan violencia e intolerancia

Las palabras no son neutras, y mucho menos si se usan para construir, alentar y promover frases y discursos de odio. Naciones Unidas advierte que estos discursos generan violencia e intolerancia. Y, además, permitidme añadir, ponen en riesgo la propia democracia. Sí, ese sistema político en el cual la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de representantes, según la definición de la RAE. Representantes internacionales, nacionales e incluso locales que con alegatos rancios de nacionalismos o localismos contribuyen a discriminar a vecinos y vecinas por su lugar de nacimiento. Se olvidan que ser ciudadanía de un territorio, de un pueblo o de una ciudad significa ser miembro pleno de una comunidad, tener los mismos derechos que los demás y las mismas oportunidades de influir en el destino de esa comunidad. Se olvidan que sus posiciones de gobernantes se deben a que vecinos y vecinas depositaron democráticamente los votos para brindarles un espacio de representación y de gestión de lo común. Es decir, de lo que es de todos y todas.

La sala se llenó para escuchar a Andrea Quintero y Paco Lobatón O. T.

Recomiendo a estos políticos que se aproximen a los trabajos que vienen realizando desde la Fundación Por Causa en lo que acertadamente llaman 'narrativas del amor'. Una propuesta que busca reconstruir el espacio público para que 'todos seamos más felices' a partir de entender el amor (en relación a los cuidados, a los afectos) como un asunto público que refuerza el pensamiento y la práctica democrática.

En definitiva, como afirma esta fundación formada por periodistas e investigadores, «sin una concepción pública del cuidado es imposible mantener una sociedad democrática». Y si algunos de estos políticos aún no entienden la sugerencia, igual recurriendo a mi admirado Paulo Freire (1921-1997) cuando decía que no seremos capaces de escucharnos si no partimos de aceptar y respetar las diferencias, entenderán que lo que realmente necesitamos es generar una comunicación que facilite el entendimiento, la escucha y el diálogo, y que apueste por la convivencia. Es decir, recurriendo, de nuevo al pedagogo brasileño, a que «la empatía, en definitiva, debe regir nuestra comunicación».

Y ahora que lo pienso, Quintero sabía escuchar. Pero sobre todo, creo, generaba la empatía suficiente con sus entrevistados para que no hablara el personaje y sí, la persona. El Loco de la Colina tuvo la cordura de usar las palabras, la comunicación, para hacer posible una filosofía de vida del entendimiento, la comprensión y la convivencia.

Os animo a que veáis el documental sobre Jesús Quintero en la televisión de todos y todas.

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