Tiro al aire
Cuarto y mitad de votos
El voto se puede intercambiar por promesas, también económicas, pero no por 'cash'
De Brian a Darwin (23/5/2023)
El sueño de Ayuso (22/5/2023)
Viví unos años en Bruselas y desde entonces dos temas me persiguen porque no soy capaz de posicionarme claramente a favor o en contra. El primero son las multas por no reciclar según la norma. A una amiga se le coló una carta en lo ... del plástico y a los días llegó otra, reclamando unos euros, a casa. Desde entonces nos imaginábamos a la policía de la basura belga, convenientemente ataviada, registrando desperdicios con minuciosidad de detective privado. Los Sherlock Holmes de la recaudación.
Mi segundo gran dilema belga es la obligación de votar. Allí lo es acudir a las urnas. Si no lo haces, debes justificarlo, porque el voto es un derecho pero también un deber. Sin entrar en la responsabilidad social compartida, votemos o no, siempre pensé que era una faena para los que apuestan al blanco. Darte el viaje para nada. Pero, afinando, no es lo mismo votar en blanco que abstenerse aunque se supone que es en ambos caladeros donde mejor pueden trabajar los paga-votos. Como con la policía de la basura belga, me intriga su sistema de trabajo. Me los imagino saliendo de casa por la mañana seguros de que van a cumplir sus objetivos. Como los antiguos vendedores de enciclopedias, dispuestos a meterse en tu casa, a convencerte de lo bueno de la transacción. Como los compradores de coches de segunda mano: «compramostuvoto, compramostuvoto». ¿Irán a comisión? ¿Cuánto habrán cobrado? Me pregunto por sus jefes, por la forma de dar las instrucciones. Por el directivo que traza el plan estratégico. Y cuando más lo pienso menos veo la trama y más veo el negocio.
Así, he llegado a preguntarme por cuánto vendería mi voto. En mi tasación, como las de vivienda, he tenido en cuenta operaciones recientes. En Melilla sabemos que daban hasta 200 euros a los inmigrantes. Es poco. Porque a los jóvenes les han ingresado 400. Sigue siendo barato. Piensen en esos sitios donde el domingo la cosa se juega a un puñado de papeletas. Esas serían las buenas. Si pudieran pagarse, ríete de las reventas de Champions. ¿Qué pediría usted? ¿Un año de hipoteca? ¿Dos? Pero no se permite. Los atenienses ya castigaron al primero que pillaron comprando un voto por algunos dracmas. El ejercicio de ciudadanía, cosa sagrada. El voto se puede intercambiar por promesas, también económicas, pero no por 'cash'. Despreciamos a quienes, siguiendo el sistema económico normal –lo deseo y, si me da la visa, lo compro– transaccionan con votos. Además, ante la papeleta, representación de nuestra alma democrática, entendemos que sólo vende el que tiene una necesidad. El que ha sido, incluso, engañado. Porque defendemos que se vote con convencimiento, no por invalidante ahogo. Es una de las grandezas de nuestras imperfectas democracias. Ojalá lo viéramos igual de claro, y lo vigiláramos igual que los belgas su basura, con el pago por el cuerpo de las mujeres.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete