EL AMOR NO ERA PARA TANTO
¿Dónde están mis amigos?
¿Debería pesar en la decisión de un jurado que valora las cualidades artísticas de un trabajo las opiniones personales de quien lo produce?
Usted no se acordará, pero hace unos tres años, en mayo de 2022, publiqué en este mismo medio un artículo titulado 'Cancelar a los canceladores' en el que les hablaba de los riesgos de la cancelación como herramienta cultural de castigo. No les voy a aburrir autorreferenciándome, no se preocupen, solo quisiera rescatar las palabras de la cúpula de Netflix después de las acusaciones por “conducta inapropiada” contra al extraordinario actor Frank Langella durante el rodaje de la serie 'El hundimiento de la casa Usher' (serie que no he visto, por cierto, como medio de protesta por la injusticia cometida contra este monstruo de la actuación que es Langella). La declaración fue la siguiente: “La intención no es nuestro problema, Netflix solo se ocupa del impacto”. Así de simple: a la cadena únicamente le importa la pasta. Esto no es nada nuevo; no somos ni ustedes ni yo unos ingenuos desconocedores del funcionamiento de las grandes compañías de streaming, pero nos permite recordar cuál es, en realidad, el 'Omphalos' de todo este tinglado, el punto sobre el que gravita la producción audiovisual: el dinero. Lo repetiré otra vez: el dinero.
Netflix invierte cantidades monstruosas de capital en la producción y posterior promoción de series, documentales y películas cuyo principal objetivo, se pongan como se pongan, es producir pingües beneficios. Y harán todo lo posible, es decir, TODO lo necesario para proteger la inversión y asegurar los beneficios mediante un férreo departamento de protección de daños que impermeabilice su producto de la lluvia defecatoria que supone la opinión pública, especialmente la proveniente de las redes sociales.
El día siguiente a la publicación de los nominados a los premios oscar de la academia (las minúsculas son premeditadas), la pregunta que más se hizo la actriz española Karla Sofía Gascón fue aquella misma que se hacía Robe Iniesta de Extremoduro: ¿Dónde están mis amigos? De la noche a la mañana, gracias a la labor investigadora de alguien que rebuscó en su basura virtual, la actriz se convirtió en una barra de plutonio tan radioactiva, que nadie, ni siquiera los que hasta ayer eran sus amigos, quiere acercarse a ella, no vaya a ser que se contagie.
Hasta hace unos días, desconocía por completo el trabajo de esta señora. No sé si es una buena actriz (debe serlo, si ha sido nominada a los principales premios cinematográficos del mundo) y tampoco he visto (ni veré) la película que protagonizaba y por la que ya no siento ningún interés, dadas las circunstancias. Tampoco he leído por completo sus tweets, aunque me queda claro que son del tipo que la sitúan fuera de la Luz, la Verdad y la Pureza. En cualquier caso, este escenario nos permite regresar al viejo debate sobre la separación entre vida personal y vida profesional: ¿Debería pesar en la decisión de un jurado que valora las cualidades artísticas de un trabajo las opiniones personales de quien lo produce? Knut Hamsun y Louis-Ferdinand Céline son dos de los mejores escritores del siglo XX y en lo personal constituían un ejemplo deleznable de antisemitismo y filonazismo… pero, ¡cómo escribían, oiga! Ambos son responsables de algunas obras inmortales de la literatura universal, pese a su censurable y repulsivo ideario moral. ¿Debo dejar de leer 'Hambre' o 'Viaje al fin de la noche' porque sus creadores apoyaron el antisemitismo nazi? Usted puede hacer lo que considere; yo, por mi parte, seguiré disfrutando de ambos libros.
Algunos deben estar tremendamente apenados, ya que no van a poder exprimir la condición personal de la nominada (Karla Sofía es una mujer trans, por si no lo sabían) para su propio beneficio. En ciertos sectores se estaba preparando una performance reivindicativa de proporciones siderales, pero se han tenido que guardar las pancartas, los discursos y la grandilocuencia, ya que también se han visto afectados por la radioactividad de la intérprete… ¡qué fatalidad! Lo que iba a ser una bacanal de autocomplacencia se ha convertido en un carnaval furibundo a través del cual destruir cualquier atisbo de humanidad y comprensión hacia la pecadora actriz, cuya vida y carrera ha sido definitivamente demolida por los adalides de la Luz, la Verdad y la Pureza. Como usted sabe, la delación y la destrucción de reputaciones son deporte nacional desde los tiempos de los Reyes Católicos.
Espero que Karla Sofía Gascón consiga levantar los despojos de carrera que le han quedado y pueda mantener una cierta dignidad ante la lluvia de imprecaciones que seguirá recibiendo, porque ganar el oscar a mejor actriz protagonista ya le digo yo que no ganará, aunque por méritos artísticos se lo merezca. Mientras tanto, Karla Sofía mirará a izquierda y derecha preguntándose: ¿Dónde están mis amigos?