EL SÉPTIMO DE COMISARÍA

Sobre la victoria de retirarse a tiempo

No te preocupes, tu instinto te mandará señales. Un día tus entrañas te gritarán desde dentro: «¡No seas melono!»

Sobre el renovado rollazo de lo manufacturado

Sobre la proyectitis y otras muchas itis

Sobre la patada voladora de la IA

Napoleón lo tenía muy claro H24
Jennifer Rodríguez-López

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Hay que saber retirarse a tiempo. De todo. Es necesario darse cuenta de cuándo debe uno irse de una fiesta, de una batalla, de una relación, de un trabajo... Los grandes estrategas de la historia lo tenían claro. Estoy segura de que si Napoleón estuviese en una discoteca y escuchase la nueva canción de Shakira por tercera vez, podría vislumbrar que ya toca volver a casa, ponerse el pijama y mirar las novedades de Filmin hasta quedarse frito.

También me imagino a Alejandro Magno en su patinete, trabajando para Glovo, recogiendo pollos asados con patatas y percatándose de que hay que mejores opciones para alguien como él. O a Cleopatra viendo todas las red flags de su relación con Julio César, decidiendo en ese mismo instante que lo va a bloquear de todas sus redes sociales y que tiene «derecho de portarse mal pa pasarla bien».

Bueno, pues en el arte pasa lo mismito. En el mundo de la cultura, una retirada a tiempo puede significar el éxito, el prestigio y el reconocimiento si eres capaz de alejarte de tus fans. Pero si te empeñas en seguir y seguir, en agotar toda idea, en machacar todo contenido, en repetir una fórmula hasta la extenuación, acabarás convirtiéndote en Leticia Sabater.

 

«Marcharse no es rendirse, no es perder ni asumir una derrota. Todo lo contrario. Es salir por la puerta grande, con alfombra roja y todo»

Es complicado, lo sé. El público engancha. Los likes, los comentarios, la palmadita en la espalda... Todo ese feedback es un azucarado y ultraprocesado alimento para nuestros egos. Pero, igual que los Kinder Schoko-Bons (qué buenos están, madre mía...), no pueden ser la base de nuestra dieta intelectual. Ojo, que marcharse no es rendirse, no es perder ni asumir una derrota. Todo lo contrario. Es salir por la puerta grande, con alfombra roja y todo.

 

¿Cuándo?

¿Cómo saber cuándo ha llegado ese momento? Muy sencillo: cuando veas que el ridículo se aproxima hacia ti, lento pero inexorablemente. No te preocupes, tu instinto te mandará señales. Un día tus entrañas te gritarán desde dentro: «¡No seas melono!», y deberás recoger pinceles y otros bártulos, y ahuecar el ala para descansar con honor. Lo que viene siendo «morir con las botas puestas».

Adiós, adiós, hasta luego H24

Dejarlo en la cumbre, en lo alto, en la cresta de la ola, cuando todavía mantienes la dignidad y el tipo, provocará que tu estatus siga intacto, que tu reputación esté inmaculada y que seas recordado como un maestro. Dijo la guionista Carol Sobieski: «Qué suerte tengo de tener algo que me obligue a decir adiós» y estoy muy de acuerdo con ella. Además existen muchas formas de despedirse: bomba de humo, a lo Nino Bravo (con un beso y un adiós), ghosting... A mí siempre me ha gustado irme a la francesa, así que ¡à bientôt, tropa!

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