el séptimo de comisaría

Sobre la trampa mortal del entusiasmo laboral

La pasión por tu profesión puede ser muy traicionera. Te hará caer en trabajos gratis, en otros pagando (sí, sí, lo que estáis leyendo) y/o en jefes que te dejan estripao

Sobre la obligatoriedad de pasar por Madrid

Sobre la manifiesta infantilización del arte actual

Sobre la gran ventaja del feísmo artístico

La desgana es tu mejor aliada H24

Jennifer Rodríguez-López

Punta Umbría

No te entusiasmes con nada. No caigas en la trampa de sentirte excitado y con el ánimo encendido por algo o alguien. Si es un chico y nota tu interés, pasará de ti. Si es una señora con un puesto en el rastro y descubre que tus ojos han brillado como dos soles al ver ese teléfono fijo vintage –el que te viene de perlas para tu salón junto a la máquina de escribir Olivetti de tu madre–, elevará el precio de siete a setenta euros. Y si es un jefe de esos aprovechao el que vislumbra tus ganas, bajará tu salario y subirá tus horas de laburo mientras tú asientes y sonríes, agradecido por la oportunidad.

Una pasión muy traicionera

En esto último reside la burla del entusiasmo. Porque, como bien analiza Remedios Zafra en su libro (lectura más que recomendada), la relación con la pobreza es directa. ¿Y eso?, te preguntarás. Piénsalo, la pasión por tu profesión puede ser muy traicionera. Te hará caer en trabajos gratis, en otros pagando (sí, sí, lo que estáis leyendo) y/o en jefes que te dejan estripao. Y esta realidad no es ajena para nada a los artistas, quizás uno de los gremios más perjudicados por este sentimiento de fogosidad y casi obsesión hacia su oficio y hacia la causa artística.

«La vocación nos obliga y la satisfacción nos mantiene. Y que no falte su poquito de ego, que todos queremos ser reconocidos»

Jennifer Rodríguez-López

Pintores, escultores, diseñadores gráficos, fotógrafos, escritores, músicos... realizan con frecuencia numerosos proyectos no remunerados o con salarios de risa, arrastrados por sus metas profesionales, bajo la devoción a la exaltación, mientras otros se lucran y les chupan la energía en su beneficio. Y todos caemos (hasta nacieron plataformas y movimientos que predicaban eso de «no por amor al arte»). La vocación nos obliga y la satisfacción nos mantiene. Y que no falte su poquito de ego, que todos queremos ser reconocidos, ser visibles, aunque dejemos tiempo, dinero e ideas en el proceso.

Los jefes pueden oler tu entusiasmo H24

 

Así que tu trabajo está poco valorado económicamente hablando, pero tú feliz, porque el entusiasmo vive en tu cerebro, instalado como un virus, para hacerte creer que eso es genial, que estás más cerca de tu sueño, que todo el mundo empieza así, que es lo normal, que todavía no te conoce nadie, que ya luego lo harás cobrando, que Brad Pitt fue camarero antes que actor, y mil paridas más que te permiten seguir subiendo la cuesta con una sonrisa. ¡Bienvenido al mundo de la precariedad laboral asumida y consentida!

Entusiasmo-salud espiritual

Los artistas son esclavos de sus proyectos artísticos, pues la creación es una necesidad vital, un imperativo interno que les pide salir en forma de regalo a la sociedad, para hacerla más bella, más reflexiva, más evolucionada. Pero las consecuencias para ellos son la precariedad, la gratuidad (y lo que conlleva) y el agotamiento mental. Afirmó Gregorio Marañón, quien da nombre al hospital madrileño, que «la capacidad de entusiasmo es signo de salud espiritual», pero estoy segura de que este caballero fue jefe, y de los gordos.

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