el séptimo de comisaría
Sobre la manifiesta infantilización del arte actual
Una Barbie, un Playmobil, el gato blanco que saluda con la pata… Las obras de arte actuales están llenas de juguetes, de muñequitos, de elementos sacados del rastro, el Jueves o los bazares. O quizás del baúl de los recuerdos…
Sobre la gran ventaja del feísmo artístico
Sobre las consecuencias culturales del presentismo histórico
Sobre el valor social del viajero regional
¿Son los artistas contemporáneos una generación de nostálgicos? ¿Es esta tendencia una consecuencia más de la crisis de melancolía en la que todos vivimos? ¿Las manifestaciones artísticas tienen ahora como lema eso de «cualquier tiempo pasado fue mejor»?
Soñamos con el ayer, anhelando el sabor del Bollycao, del Phoskitos o de la Pantera Rosa; buscando el brillo refulgente de los programas de antaño (fan de 'El show de Mr. Bean' y 'Patoaventuras') y hasta de la carta de ajuste; echando de menos el encanto de los objetos que nos rodearon de pequeños. Normal, la niñez era una época dorada en la que no teníamos que preocuparnos por la sobreproducción y en la que éramos felices sin saber qué era el estrés o el postureo (mi mayor inquietud era que no se me muriese el Tamagotchi antes de que llegase el recreo).
¿Se agarran los artistas a la juventud como ninjas a través de sus creaciones? Es obvio
La infantilización del arte es un fenómeno mundial. Se lleva lo cuqui, lo cute, lo kawaii. Lo naif lo está absorbiendo todo. ¿Se agarran los artistas a la juventud como ninjas a través de sus creaciones? Es obvio. Crecer y arrugarse hasta morir es la peor opción. Queremos ponernos la camiseta de las Spice Girls y molar por ello. Tom Stoppard afirmó que «si llevas tu infancia contigo, nunca envejecerás» y supongo que eso explica las camisas floreadas, las zapatillas histriónicas y las melenas teñidas de colores Pop que vemos en muchos creadores (y si no conoces a ninguno es porque eres tú).
Hay quien murió por el arte
El arte es algo serio, es una profesión, un oficio y además no es como cualquier otro, ya que implica una gran vocación y un esfuerzo supino. Hay quien murió por él, quien se cortó una oreja, quien dejó de comer por comprar un tubo de acrílico. Los artistas son sufridores (son autónomos, no os digo más), son luchadores y el que no cumple todo esto se queda en el camino. Es el darwinismo artístico y su versión de la teoría de la selección de las especies. ¿De verdad va a sobrevivir quien mejor pinte a Doraemon? Es una pena que haya que adaptarse a ese criterio o morir; es muy triste que ahora galerías y ferias parezcan el Toys «R» Us y que, como su nombre indica, en el mercado del arte, «los juguetes somos nosotros».