Sobre la posibilidad de morir de éxito
Sí, tropa, se puede morir de éxito. La expresión procede el mundo empresarial y hace referencia a la incapacidad de asumir un aumento de las ventas sustancial, inesperado y mantenido en el tiempo. Tus propios logros, tu vertiginoso ascenso hacia la riqueza y la fama (a las que, obviamente, todos aspiramos), se convierten en obstáculos para tu negocio, si seguimos en el ámbito económico, donde nace este concepto.

Pongamos un ejemplo: imaginemos que abro una pequeña tienda online en la que fabrico de manera artesanal camisetas de Andy Warhol para gatos. Evidentemente, lo petaría en Instagram y rápidamente me lloverían los pedidos. Pero en mi diminuta empresa unipersonal yo soy la jefa y la manufacturera, por lo que no podría hacer frente a la nueva y fructífera situación, yéndose mi comercio virtual a pique.

Es, cuanto menos, paradójico, sobre todo si tenemos en cuenta que vivimos en una sociedad que nos presiona para ser exitosos, productivos, con un alto nivel de (auto)exigencia que nos lleva a sentirnos culpables por entrar en Netflix para ver esa serie de la que todos hablan, mientras tu mente sigue en segundo plano repasando las tareas pendientes. Amén del tan de moda síndrome del impostor...
Pero ¿se puede morir de éxito en el arte? Los artistas que exponen en espacios de primer nivel, que están representados por galerías potentes, que muestran sus obras en ferias internacionales, que reciben becas, premios, residencias... corren el riesgo de quemarse ante crítica y público. Al mismo tiempo, coparán el mercado y agotarán a los coleccionistas, dejando de ser rutilantes estrellas para caer en el olvido artístico.

La gloria es esencial, qué duda cabe, pero también lo es el fracaso, pues (como los haters) nos hacen seguir aprendiendo, evolucionar. Son importantes entendidos como herramientas para el cambio. Marina Abramović, consciente de esto, afirmaba que si experimentas, debes fracasar. Por definición, experimentar significa dirigirte a un territorio en el que nunca has estado, en donde el fracaso es muy probable.
Fallar es reintentar, arriesgar, ensayar, huir de la zona de confort. El triunfo es repetitivo, asfixiante, subyugante y aburrido. Todos recordamos a Juan Antonio Canta (esperad, que a continuación os digo quién era), autor de la canción 'Un limón y medio limón', superado tristemente por la popularidad de su hit en la década de los noventa. Ya lo sabéis, regimiento mío, el éxito puede matar; sentíos orgullosos de las derrotas y llevadlas por bandera en vuestras batallas diarias.