Belmonte y las otras tierras
Entrar en la sala de exposiciones, deja el sabor en la garganta, el paladar visual y en las emociones, de una gloria donde el demiurgo no ha escatimado humanidad.
Hablo de Galería Espacio 0, donde Antonio Belmonte, creador de las otras tierras donde los moradores llevan vidas diferentes a las del común de las personas, da forma y pálpito a su última creación. De hecho y aún siendo evidente su clara antropomorfia, son seres desencarnados en el sentido que superaron las más graves asperezas del hombre. En gran medida, el gnosticismo más laico les ha liberado de la esclavitud de la ramplonería animal propia de la formación del polvo y el influjo del álito de vida.
Sin duda, es mi punto de vista, Antonio Belmonte ha situado a estos seres tan especiales en paisajes muy específicos también donde los individuos no parecen haber tenido parte ni arte, sino que se han dejado manejar por los elementos para ofrecer al ser liberado su propia liberación ambiental. Algunos cuadros me recuerdan ese Adán-ben-adamá (hombre hijo de la tierra), que ya emplee en alguna ocasión y que en esta ocasión nos muestra esa tierra oxidada por el crisol de la experiencia.
Si al inicio de la exposición nos encontramos con personajes en lucha o acomodación a cubos pictóricos, tropezamos también con el Equilibrista en bronce venciendo sus propias dificultades de dominio del medio. Tras esa especie de introducción o nota de autor, la exposición toma el cuerpo total tan natural en el Belmonte que siempre he conocido. Y dentro de las soluciones, tampoco resulta raro que en algunas obras encontremos invitaciones de los personajes integrados en las otras tierras para ejercer el ritual iniciático de la sencilla catarsis y simplificación de cuanto existe.
Belmonte no ha dejado atrás las evanescencias tan propias en él en los últimos años y alguna que otra pincelada turneriana; no obstante, todo es reconocible. Hay obras en tela y en papel y se mueve entre las técnicas mixtas, el acrílico y, en esta ocasión, el bronce también. Por cierto que también aparece en algún cuadro el faro o templo arcano que no deja de fluir la luz tan necesario a la especie y a cada uno de sus elementos. Me maravillo, sin duda ante Ofrenda, porque me siento explicado de forma especial por mi pensamiento espiritual que, de un modo u otro, Belmonte ha explicitado, sin buscarlo, desde luego, por su visión de más humana y natural y sin embargo, en elevación de la materias a los lugares interiores que él suele visitar.