Encended las cámaras, que no os veo
La voz de la profesora de mi hijo me llegó amortiguada por la puerta de la habitación cerrada, y distorsionada por el altavoz del portátil. Estaban en un examen online; mi hijo, ella y el resto de compañeros. «Encended las cámaras, que no os veo. Fulanito, enciende tu cámara, que quiero ver lo que haces».
Pensé en la dificultad que tendría la profesora para vigilar que los chavales no copiasen de sus libros y apuntes; que no hiciesen trampas y demostrasen su trabajo y sus conocimientos. En ese momento es cuando me convencí de un modo definitivo de que el sistema educativo se había quedado atrasado e inservible. Si copiar es suficiente para aprobar, algo no está funcionando bien.
Esa misma tarde mi hijo tenía entrenamiento de rugby con el Tartessos de Huelva, y vi sobre el campo de tierra de Corrales —destierro del rugby de la Capital—, un ejemplo que bien podría servir de base para que los profesionales y los políticos cambien, de una vez por todas, un sistema educativo que no se renueva de verdad desde la revolución industrial.
En el entrenamiento se les entrega a los jugadores jóvenes todas las herramientas que van a necesitar cuando llegue el partido de verdad. Se les enseña a usarlas, a comprenderlas, a saber cuándo son útiles y cuando un estorbo, y sobre todo, se les enseña a pensar y a tomar decisiones rápidas y en equipo. Según el Mariscal von Moltke «Ningún plan, por bueno que sea, sobrevive al contacto con el enemigo», pero hay que tener un plan. Las cosas no van a ser como esperábamos cuando llegue la vida de verdad, pero las herramientas sí van a estar, y nuestro cerebro.
La memoria es sólo una herramienta más, no un fin en sí misma. Que haya sitio en las aulas para el pensamiento crítico ahora mismo solo depende de la voluntad del maestro de escuela o profesor. Suerte con el que les toque. Los alumnos piensan que los datos son lo mismo que la información porque se lo hemos dicho con el lenguaje más potente que existe, el del ejemplo; esa falacia es muy peligrosa en los tiempos que corren. Si copian, aprueban. Si hacen trampas, ganan. La enseñanza debería desterrar ese silogismo y adoptar el que escuché al entrenador de rugby de mi hijo: «Si pienso, gano». Diseñen un examen durante el que les dejasen acceso a internet y a todos los libros que deseen, prepárenlos durante el curso para aprobarlo, y entonces verán como las clases ya no serán las mismas. Serán tan divertidas como el rugby y tan complejas como la vida.