conservación

Alladale, el faro de la esperanza

The European Nature Trust lidera un proyecto pionero de renaturalización en las Highlands

Milenios de deforestación han dejado un paisaje salpicado de escasos árboles adrián houston

CHARO BARROSO

Inverness

El aire se cuela en mis pulmones como si de una medicina se tratase. Reconozco que no había sentido antes algo así. Noto su frescor y su pureza despertando todos los sentidos, si es que me quedaba ya alguno que no lo hubiera hecho ante el imponente paisaje de las Tierras Altas de Escocia. Agrestes, salvajes e inmensas, las Highlands te atrapan entre sus montañas rocosas, sus colinas cubiertas de hierba y turba, y su territorio plagado de leyendas y batallas. Tras abandonar la pista de tierra donde hemos llegado en land rover, caminamos durante unos veinte minutos. Ascendemos hasta una colina mientras los pies (benditas botas de agua) se hunden bajo la hierba y la tierra mojada. Y entonces... ¡Buah!, la palabra privilegio cobra todo su sentido. Me encuentro en pleno corazón de Alladale, una reserva natural de más de 9.000 hectáreas, propiedad del filántropo inglés Paul Lister quien, como un moderno William Wallace, está entregado a la batalla de la conservación del medio natural y la recuperación de especies. Un territorio único, a unos 80 kilómetros al norte de Inverness, que ha decidido abrir al turismo para conseguir que aquellos que lo visitan no solo reconecten con la naturaleza, (imposible no hacerlo) sino que, además, contribuyan con ello a financiar un sueño: resucitar el antiguo Bosque Caledonio del que hablaban los romanos. Con él, volverían a habitar sin límite especies ahora casi ausentes o desaparecidas como el urogallo, el gato montés, el lince euroasiático o el lobo, especie desaparecida hace más de trescientos años de la faz escocesa, y por la que Lister lleva luchando años para reintroducir en Alladale.

Reforestación

Desde que compró la finca hace casi dos décadas ha conseguido replantar más de un millón de árboles autóctonos como el pino escocés, reintroducir ardillas rojas, águilas de cola blanca, restaurar turberas para capturar CO2 o gestionar la población de ciervos, ungulado que campa a sus anchas debido a la ausencia de predadores. «La historia de este territorio está ligada al pasado, es un ejemplo más de la presión que el ser humano ha ejercido, y sigue ejerciendo, sobre los ecosistemas. Ahora es el momento para restaurar el daño, para reforestar, recuperar la tierra y el paisaje. Si lográbamos que los árboles regresaran abríamos la puerta a que otras especies también lo hicieran. Alladale es un faro para la esperanza», explica Lister.

Porque si algo sorprende es que, a pesar de tan inigualable hábitat, la diversidad de especies silvestres es escasa fruto de milenios de explotación de los recursos. Las investigaciones refieren que ya en la Edad de Bronce (hace 4.000 años) comenzó la tala de árboles para abrir los espacios a la caza y que continuó con el paso del tiempo. A finales del siglo XVIII, el llamado Highland Clearances trajo el desalojo forzoso de sus habitantes, deforestación, y la dedicación de grandes extensiones de tierra a la cría de ovejas. Lo cuenta el «chief ranger» de Alladale, Inness MacNeil, que lleva más de una veintena de años trabajando en este espacio natural y que nos guía hasta la pequeña iglesia de Croich Old Parish. Testigo de esta «Expulsión de los Gaélicos», en ella se refugiaron durante meses más de un centenar de personas: los niños y las mujeres en el interior, los hombres en el terreno anexo, a la intemperie. Los restos de los que no sobrevivieron están enterrados a pocos kilómetros, junto al río, en terrenos de Alladale. Junto a la iglesia, corre en ese momento un rebaño de ovejas, como si quisieran rememorarnos el pasado.

Este uso ganadero del suelo destruyó cualquier posibilidad de regeneración de las plántulas y acabó con los árboles más jóvenes sobreviviendo solo los más viejos. Para rematar, durante la Revolución Industrial la tala continuó para abastecer una construcción naval pujante en ciudades como Glasgow y Edimburgo y, durante la Primera Guerra Mundial la madera de estos bosques cubrió las trincheras aliadas. Hoy, pinos centenarios se alzan en medio del paisaje de Alladale convertidos en testigos del tiempo, mientras contemplan con esperanza el futuro que representan los retoños de las áreas reforestadas.

Desde 2013 se lleva a cabo un programa de reintroducción de ardilla roja TENT

Territorio para la vida

Innes, a quien sigue de manera incansable su perro Buster, explica que históricamente este tipo de propiedades siempre han sido terreno para la caza, un coto privilegiado sobre todo para aficionados adinerados: «Importaba el número de ejemplares que se podía cazar, de peces que se podían pescar o la cantidad de urogallos que se podían matar». Así que cuando llegó Lister con su discurso conservacionista y su empeño en convertir Alladale en un lugar para la vida en vez de para la muerte, pensó que era una locura. Hoy, Innes reconoce que aunque es un trabajo lento espera poder ver cómo la naturaleza salvaje regresa a las tierras en las que se ha criado desde niño. Se ha convertido en director de esta reserva natural donde cazan ciervos solo para autorregular la población y conseguir un equilibrio saludable con el hábitat. La carne se destina al autoconsumo y las vísceras se dejan en el campo para que otras especies se alimenten.

Subimos al todoterreno, pasamos junto a un rebaño de vacas escocesas, inconfundibles con su pelaje largo y, de repente, un aroma amaderado y dulce se cuela por la ventanilla. Llega de una de las muchas turberas que se han recuperado (más de 200 hectáreas) al amparo de un programa pionero que permite colaborar a las empresas que deseen compensar su huella de carbono. Recolonizadas por el musgo son capaces de capturar miles de millones de toneladas de CO2 en sus capas de vegetación en descomposición.

Recuperar áreas silvestres

«Hemos demostrado que es posible recuperar la naturaleza y cómo es capaz de regenerarse por sí misma si se gestiona bien. El ecosistema está recuperado. Alladale es relativamente pequeño en comparación con Escocia, pero puede ser un ejemplo e incluso una zona para testear que las cosas funcionan», insiste Lister, quien no ceja en su gran batalla: «Si pudiéramos reintroducir el lobo sería otra historia, otra dinámica natural. Es realista pensar que los lobos pueden vivir en Alladale y en libertad. Pero hay que hacer frente a temas políticos y al posible conflicto con ganaderos. Por contra, reintroducir otras especies menos conflictivas que no aportan equilibrio está bien visto y, sin embargo, no es bueno para el entorno». Y sabe bien de lo que habla: en 2001 fundó The European Nature Trust (TENT) para preservar las últimas áreas silvestres que quedan en Europa y recuperar animales al borde de la extinción. Durante décadas ha recorrido múltiples países del mundo para conocer de primera mano estrategias de conservación y renaturalización.

En España financia proyectos para la conservación del oso, el lince y, por supuesto, el lobo. Pero también en Italia, Portugal, Gran Bretaña, Rumanía, Belice... Heredero de la fortuna de su padre (proveniente de una empresa maderera) decidió resarcirse con el pasado y hacer las cosas de otra manera. «Hace poco recibí una llamada de unos chicos de unos 30 años: «Paul, tenemos 28.000 acres. Queremos reunirnos con usted y hablar de lo que está haciendo porque mis hermanos y yo queremos cambiar el futuro de nuestra propiedad. Nuestro padre nos la ha dejado y queremos cambiar la forma de hacer las cosas». Nos reunimos con terratenientes en Sutherland. Todos me escuchan porque buscan orientación, pero en el fondo no apoyan mi idea. Me dicen: «Olvídate del lobo, olvídalo. Piensa sólo en recuperar los árboles y en hacer educación ambiental para los niños». Y pienso: encomiable tarea esta última para alguien que deja, desde el minuto uno, bien claro que la natalidad tiene la culpa del desastre ecológico que vivimos: «Este planeta no soporta 8.000 millones de seres humanos», afirma tajante. Interesantes reflexiones que bien recoge David G. Maciejewski, amigo y compañero de profesión.

El filántropo Paul Lister en Alladale Murdos

«Con el lobo no hay manera», reconoce con cierto cansancio Lister, quien puntualiza que su empeño no es una obsesión, sino fruto de su pasión por este animal y el deseo de recuperar ecosistemas. Entramos por la puerta trasera de su mansión victoriana que se alza sobre una colina verde esmeralda en medio de árboles centenarios. Constituye uno de los cuatro exclusivos alojamientos de Alladale y en el que Lister reside mientras no se ocupa.

Dejamos las botas de agua en la dry room, habilitada con numerosos pares de todos los números y abrigos para salir siempre bien ataviados al campo. Cruzamos un pequeño pasillo que lleva a la parte principal de la casa y entonces te sumerge esa sensación de hogar que destilan todas y cada una de sus estancias. El calor de las chimeneas, la música escocesa, las mullidas moquetas de lana o el acogedor ambiente de la madera son maravillosos elementos, solo superados por unas vistas de ensueño y, sobre todo, por la amabilidad de un entrañable y cercano equipo.

Biblioteca, comedor, sala de billar, tv room, sauna, gimnasio... y siete dormitorios con nombres de árboles para alojar a quienes apuestan por un turismo sostenible y comprometido con la ayuda a proyectos de conservación. Más alejados, otros tres maravillosos lodges en medio de la naturaleza aseguran una estancia de ensueño. Todos los alojamientos se abastecen de energía renovable, procedente de una pequeña instalación hidroeléctrica, y cuentan para los traslados hasta la mansión con un eléctrico cochecito todoterreno.

Turismo sostenible

«Alladale es otra forma de conocer Escocia sin prisas, carreras ni diez horas diarias al volante. Ofrece la posibilidad de sumergirse en la esencia de las Highlands y, al mismo tiempo, relajarte y respirar el aire. No hay prisa a la hora de estar en contacto con la naturaleza. Hay actividades de pesca sostenible, rutas en bicicleta de montaña, posibilidad de montar a caballo, excursiones con nuestros rangers en las que se puede observar la fauna y flora, o visitar localidades cercanas hasta para realizar avistamiento de delfines. El espíritu de Alladale es conectar a las personas con la naturaleza», explica Lister sentado junto a la chimenea del salón. Mientras, y a través de la cristalera, aparece en el jardín una oscura silueta. ¡Podría tratarse de un ciervo rojo!, pero la ilusión se disipa porque es un sika, cérvido alóctono que ha invadido los paisajes escoceses. Absortos en su contemplación, el sonido del gong con el que Lister convoca a reunirse nos sobresalta. Hora de la comida. Puntualidad británica en el país del kilt.

La alimentación es otro de los aspectos más mimados. La chef Natasha Buttigieg, elabora platos locales y orgánicos. Gran parte del producto proviene de los jardines acuapónicos de última generación que producen verduras, ensaladas, hierbas y bayas. Venado salvaje o mariscos y pescados frescos como truchas locales que apuestan por un comercio de proximidad y que componen menús saludables (desayuno, comida y cena) incluidos durante la estancia.

TENT ha replantado un millón de árboles desde 2009 CH.B.

En la comida nos volvemos a reunir con el grupo de personas que en esos días está realizando un workshop de fotografía con el conocido fotógrafo internacional Max Milligan. Otra de las muchas opciones para conectar con la naturaleza que ofrece Alladale. De nuevo, todo un privilegio compartir historias y opiniones (imposible no hablar de la situación política y el sentir escocés tras la muerte de Isabel II) con tan interesantes comensales: Max, una marchante de arte francesa de origen marroquí, un ingeniero de satélites, un abogado, un empresario y un joven fotógrafo que aprendió a definir al estilo español lo que le parecía Alladale: «Acojonante». También nos acompañan dos jóvenes empresarios dueños de una fábrica de whisky artesano escocés, otra de las visitas que se pueden realizar en las inmediaciones.

Ríos y lagos de aguas puras

Tras la sobremesa, después de degustar el litúrgico «Afternoon tea», marchamos hacia las River Falls para observar la subida del salmón atlántico, otra de las joyas de Alladale. Esta especie en regresión -hasta un 30% en las últimas décadas- encuentra en la pureza de las aguas que cruzan la propiedad (y que pueden hasta beberse) un lugar donde poder recuperarse. La pesca es otra de las actividades que se pueden realizar ya que las truchas autóctonas son abundantes y, entre los meses de agosto a septiembre, también se puede dar captura al salmón. Eso sí, siempre bajo la premisa del catch and release, ya que estos ríos son zonas de desove.

Después, el propio Lister conduce el todoterreno y aparca junto a un recodo de la pista para descubrir un espacio oculto a la vista de los visitantes: un centro de cría de gato montés escocés, hoy en vías de extinción. «Esperamos que pronto puedan reintroducirse sin problemas en estas tierras», señala con un suspiro de esperanza. Esa que no pierde cada mañana para seguir demostrando que la armonía y el respeto a la naturaleza no solo es posible, sino vital para el ser humano.

De vuelta a la casa, Lister para el coche y señala el alto de una colina: «Ese es el mejor lugar para ver Alladale, allí quiero construirme una pequeña casa donde pasar el resto de mis días».

Ojalá lo haga escuchando el esperanzador aullido de los lobos.

Una mansión victoriana es el alojamiento principal de esta reserva natural en las Highlands MURDOS

Más información:

Alladale Wilderness Reserve y The European Nature Trust

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