ENTREVISTA

Rafael García Wakelin, en la devoción y en la afición: «De Roma conozco las heladerías y poco más»

Inició su vida laboral a los 16 años en la Frater, pasando luego por seguros y banca. A los 46 años, decidió cambiar radicalmente su rumbo profesional viajando a Roma para aprender el arte de hacer helados, impulsado por su constancia y deseo de crear algo propio

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El empresario Rafael García Wakelin en un momento de descanso h24
Bernardo Romero

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A Rafael García Wakelin no le asustan los retos, más bien le impulsan a empeñarse con más ahínco aún. Después de haber trabajado, y desde bien joven, en la Frater primero y en una compañía de seguros después, fue a acabar en una entidad bancaria, un trabajo incompatible con su carácter, de natural proclive a ayudar a sus semejantes. Decide entonces marchar a Italia para aprender el arte de hacer helados. Han pasado los años y además de sus fuertes convicciones religiosas, le ha debido ayudar la constancia y el trabajo, o la perseverancia y la ilusión, en lo que él suele insistir, para que la marca Porto Bello es hoy una referencia en la industria heladera española. De estos asuntos y de sus entradas y salidas en la práctica deportiva, hemos estado hablando en Trigueros, un pueblo que, caldereta mediante, nos suele unir ocasionalmente

- Tu infancia y juventud fueron el inicio de un camino de superación y constancia, con el trabajo como único guía, ¿qué tal fueron tus años en los Salesianos?

- Magníficos, tengo un muy buen recuerdo de aquellos años, de todos los profesores, pero de manera muy especial de los más vinculados al legado de don Bosco. Esa manera de enseñar, alegre y rigurosa a un tiempo, se te queda grabada y procuras circular por aquellos caminos claros y limpios que nos inculcaban en el colegio. En general los Salesianos te marcan en cuanto te ayudan a conducir tus pasos por el camino correcto. Sí, fueron muy buenos y dichos aquellos años.

Formación del Recreativo de Huelva con su bisabuelo en la alineación

- Acabas el colegio y apenas te quitas el pantalón corto te pones a trabajar

- No quedaba otra. Mi padre me animaba a que hiciera oposiciones a algo, a lo que fuera, pero que buscara algo fijo. Pero me decidí por no demorar más mi entrada en el mundo laboral, porque en casa no nadábamos en la abundancia. De modo que busqué trabajo y lo encontré en la Frater, allí inicié mi vida laboral, con apenas dieciséis años.

- ¿No te gustaban los estudios?

- Sí me encantaba y me sigue gustando, el estudio, el interés por conocer, aunque lo haga por mi cuenta, me ha venido muy bien. Esto de aprender, la curiosidad, es lo más sano que hay, pero en casa hacía falta arrimar el hombro. Mi padre trabajaba entonces de dependiente en Borrero Hermanos, hasta que cerraron y ya con una edad complicada para encontrar trabajo pudo entrar en Tioxide, donde se quedó hasta su jubilación. Dependíamos de su sueldo, de ahí que yo me decidiera por abandonar los estudios y ponerme a trabajar. Bueno, a abandonar, lo que se dice abandonar, no. Ya te digo que sigo estudiando. La vida es puro conocimiento, cada día aprendes algo nuevo.

- Ya, y en tu caso es el mundo de los helados lo que debe ser más interesante porque a su estudio te dedicaste y de una forma muy peculiar, pero sobre todo atrevida.

- Y fascinante. Mira cómo sabes por dónde voy. Pues sí, marché a Roma para aprender técnicas y métodos de elaboración, sobre todo formulación, buscar las mejores proporciones para cada sabor, para cada textura. Pues bien, apenas conozco nada de Roma, pero te puedo describir cómo es el taller, el obrador donde se elaboran los mejores helados de Italia, hasta el último rincón, porque allí fue donde estudié y aprendí a tiempo completo, apenas salía de la heladería para comer pizza al taglio y enseguida volver el obrador otra vez. Había que aprovechar el tiempo. No hay otra. Constancia y perseverancia. Ilusión también.

- ¿Entre la Frater y los helados hubo otros trabajos?

- Claro, estuve en Seguros Vitalicio nada menos que catorce años, y de ahí pasé a la banca. Profesionalmente no me iba mal, pero la banca es para personas con otros caracteres, y no te digo mejor o peor que el mío, sino para otros distintos. Digamos que no era un trabajo hecho para mí, precisamente.

- Entonces es cuándo marchas a Italia

- Efectivamente, me interesaba un negocio de este tipo, pero no tenía ni idea, de ahí que me echara una manta por encima de la cabeza y a Roma que me fui. Fue, como siempre ocurre, que mi mujer me acompañara, que guiara mis pasos.

- A buscar una heladería para aprender

- A buscar, no. Iba a tiro hecho. Antes de comprar los billetes de avión ya sabía cuál era mi destino. Estuve investigando a través de Internet, en heladerías de medio

«Estuve investigando en Internet, en heladerías de medio mundo, hasta percatarme de que en Italia se valoraba la calidad por encima de todo»

mundo, hasta percatarme de que en Italia se valoraba la calidad por encima de todo. Eran los mejores, de modo que continué con la búsqueda, pero ya en Italia, hasta que di con la que me podía dar una enseñanza más completa y rigurosa. Me puse en contacto con ellos y me aceptaron como alumno. De modo que allí que me fui y la experiencia no pudo ser mejor. De hecho, sigo teniendo contacto con mis maestros italianos e incluso han venido aquí, a Huelva, para conocer lo que estoy haciendo.

- Estáis elaborando unos helados magníficos y además consolidando un montón de puestos de trabajo

- Eso es precisamente lo que te anima a seguir. En la actualidad tenemos cincuenta empleados, y su seguridad depende de que la empresa funcione correctamente y que se esté creando valor. Es la pura definición de empresa, por mucho que haya ciertas reticencias, o prejuicios, o incluso que está mal visto lo de ser empresario, como bien sabes es la columna vertebral de nuestro sistema económico. Ser empresario es responsabilizarte de la estabilidad laboral de quienes trabajan contigo, pero, sobre todo, y no quiero quitarle las ganas a nadie, sino todo lo contrario, tener una jornada laboral que no te voy a decir que sea de veinticuatro horas al día, pero sí de dieciocho, y no exagero. Ser empresario es un reto, pero luego, no creas, también tiene su aquel.

Con su familia

- Pero a Italia no te vas siendo un chaval, eras ya algo madurito

- Cuarenta y seis tacos. Todavía una edad joven, como la que sigo teniendo, la edad mejor es la de ser joven, ¿no? Pues ahí estamos o ahí seguimos, en plena juventud.

- ¿Y no se puede aprender a hacer helados con un simple manual?

- Pues igual sí, vete tú a saber. En todo caso yo opté por la enseñanza de calidad y directa. A mí me enseñaron cosas muy importantes, algunas ajenas al mero cálculo de las cantidades más adecuadas para confeccionar un determinado tipo de helado. De Italia me traje conocimientos prácticos, pero también la pasión por los helados, el amor por una profesión que siempre empieza por buscar y encontrar el mejor producto y acaba por descifrar cuales son las mejores texturas, los mejores sabores. Ahí está la clave de todo y eso no creo que se aprenda en un manual.

- ¿Tienes alguien que te vaya a seguir en la familia?

- De momento, no. Todo lo llevamos para delante, desde el principio, mi mujer y yo. Mis dos hijas se han decidido por el campo de la sanidad, la ciencia médica les ha atrapado, de modo que la heladería para ellas es un lugar donde simplemente vas a disfrutar de un helado. Ya veremos, te repito que soy joven. Muy joven y con muchas ganas de trabajar, que es lo más importante.

«Soy joven, muy joven y con muchas ganas de trabajar, que es lo más importante»

- María Bella, tu mujer y compañera en el negocio, ¿cómo vio la aventura italiana?

- Al principio era algo reticente con el proyecto, más precavida. Las mujeres suelen ser más prudentes porque son más sabias, pero en el fondo sabía que el objetivo era alcanzable. Además, ella lo conoció desde el principio.

- Ah, hubo un principio, algo previo a la marcha sobre Roma...

- Por supuesto, todo debe estar bien calculado. Es como cuando haces un helado, todo debe estar perfectamente medido y calculado. Te voy a contar una historia que pocos saben, de cuando vivía en La Merced. En mi barrio pusieron una heladería justo debajo de casa. Fue en aquellos años de crisis económica de finales de los noventa, y no paraban de cerrar negocios, pero aquél no sólo se mantenía, sino que aumentaba el número de clientes que por allí pasaban. Día a día. Y día a día, yo desde la azotea me dispuse a hacer un conteo de los clientes que iban a la heladería. Cuando tuve datos suficientes, supe que ese era el negocio que debería montar. Y para colmo me encantan los helados. Así que miel sobre hojuelas.

- Vocación y devoción, todo a un tiempo, pero las heladerías una a una

- Eso es. Vocación, devoción y trabajo. Primero pusimos una en Punta Umbría, en un local pequeño, apenas cuarenta metros para obrador y despacho. Y funcionó muy bien. La clave fue hacer helados de calidad, elaborados con los mejores productos. Esta es la única manera de competir con los helados industriales, ofreciendo una calidad que otros no pueden ofrecer. Se trata de combinar muchos factores para conseguir helados cremosos, sabrosos… Si tienes buena materia prima y sabes lo que haces, en esto o en cualquier negocio del ramo de la alimentación, vas a tener éxito seguro.

En un momento cofrade, pregón de Semana Santa

- Calidad, trabajo y constancia, ¿eso fue lo que te enseñaron en los Salesianos?

- Y en casa. Siempre he sabido que nadie te regala nada. He de reconocer que la suerte también está presente en cualquier actividad, en un negocio, en un juego o en lo que sea, pero la perseverancia, el no rendirse, el buen hacer, o medir las perspectivas de lo que tienes delante deberá tener algo que ver, digo yo.

- ¿Como ves el futuro más inmediato?

- Siempre con optimismo. Las heladerías artesanales están en franco crecimiento, El reto es saber dar respuesta a todos los clientes, no solo en sus gustos sino también en sus circunstancias personales. Te voy a poner un solo ejemplo para aclarar esto, el de aquellas personas que son intolerantes a la lactosa, o los celiacos, para todos ellos tenemos opciones en nuestras heladerías. Antes estas cosas no se tenían en cuenta, y ahora es esencial abrir las puertas de tu negocio, sea el que sea el ramo al que te dediques, a todas las personas. A todos tus clientes, independientemente de sus gustos o de sus características personales. Por eso veo con optimismo el futuro, porque trabajamos observando lo que hay a nuestro alrededor. Soy optimista, eso quizás sea lo que nos ha movido a abrir varias franquicias en Andalucía Occidental y en Madrid.

- Hay dos asuntos que me interesaría destacar, tu vinculación con el deporte primero y luego hablaremos de tu forma de sentir y vivir la religiosidad.

- Mi vida deportiva fue muy accidentada, pero no porque tuviera lesiones, sino porque como te comenté antes, tuve que ponerme a trabajar muy joven, en unas edades en las que hoy día es obligatorio estar en un centro escolar. Tuve que dejar el fútbol cuando encontré mi primer empleo en la Frater, siendo casi un niño todavía. Estaba entonces en el Recreativo juvenil, pero tuve que colgar las botas. Temporalmente, porque luego, más tarde, cuando estuve laboralmente estabilizado, jugué a fútbol sala, con el Huelva 92. Fue el año en el que se reunificaron las distintas ligas y se conformó una primera división dependiendo de la Federación Española de Fútbol. Aquello estuvo muy bien, jugamos contra los mejores equipos españoles y no paramos de viajar. Fue estupendo.

- Lo de dar patadas a un balón lo debes llevar en los genes.

- Sí, claro. Mi bisabuelo George formó parte del grupo fundador del Real Club Recreativo de Huelva. De hecho, el club se funda en un hotel que regentaba mi bisabuelo, el Hotel Wakelin, que estaba en lo que hoy es Avenida Italia.

En los infantiles del Recreativo cuando los entrenaba Félix Pérez, Rafael es el tercero por la derecha

- ¿Se dedicaba a la restauración?

- En principio, no. Vino a trabajar en las grúas del puerto y enseguida tomó otros rumbos, siempre en la Compañía Ríotinto, hasta que da el paso y pone en marcha el hotel y el restaurante que te mencionaba. Puede que nos parezcamos en el carácter, en la inquietud por hacer cosas, no sé… También jugó al criquet, donde destacó sobremanera, y al fútbol, fue el primer portero que alineó el Real Club Recreativo de Huelva en su primer partido oficial. Debió ser un fenómeno, de las grúas a fundar el Recre. Nada menos.

- Eres una persona de unas muy arraigadas convicciones religiosas, ¿eso te viene del colegio o de casa?

- Del colegio y de mi casa. Mis padres eran católicos practicantes y además yo desde chico, en mi barrio, en La Merced, siempre estuve cerca de la hermandad de La Merced, la de los Judíos que es como la conocemos, de modo que debo ser de los miembros más antiguos, y ya más adelante, por devoción, entro a formar parte de la hermandad de la Esperanza.

- Una hermandad es algo más que las salidas procesionales de sus sagrados titulares, ¿no es así?

- Desde luego. En esto hay hermandades que ponen más el acento, pero no trasciende tanto como una salida procesional con todo el mundo en la calle. En todo caso siempre debemos esforzarnos por dar respuestas a nuestros semejantes, a nuestros hermanos, independientemente de cómo piensen o cómo nos traten a nosotros, y al que lo necesite debemos ayudarle en lo que podamos. Esto no se debería perder de vista en ningún momento.

- Has ocupado cargos de responsabilidad, tengo entendido.

- Nunca he dejado de colaborar en mis hermandades y quizás mi disposición sea la que me llevó a ser vicepresidente del Consejo de Hermandades, o a pertenecer a la Junta de gobierno de la Coronación de la Esperanza, también fui designado para formar parte del comité organizador de la visita de Su Santidad Juan Pablo II a Huelva. Tuve el honor de ser pregonero de la Semana Santa en el año dos mil once.

Dejo a Rafael García Wakelin enredado en su trabajo, después de haberle robado buena parte de su tiempo en una tarde de primavera que ya huele a azahar para algunos y a incienso y cera para otros que, como nuestro personaje de hoy, disfrutan de unas arraigadas convicciones religiosas y una profunda fe, en las imágenes que venera, pero también en el amor al prójimo, y a que el trabajo, la perseverancia y el creer, acaban siempre dando sus frutos.

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