Pepe Prieto, olímpico, pintor y maestro en la cocina: «Fuimos el centro del tiro con arco en España y nuestros mejores entrenadores»
Pepe Prieto creció jugando en calles de tierra y rodeado de marismas, donde la infancia transcurría en libertad. Aquellos paisajes y experiencias marcaron su carácter inquieto, forjando una personalidad que lo llevó a explorar el arte, el deporte y la cocina
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Nacido en el Pozo Dulce, el barrio del Matadero, lo cual es sinónimo de onubensismo extremo. Pepe Prieto alcanzó a ser olímpico en Los Ángeles 84, lo cual es suficiente como para cubrir un expediente brillante, pero el caso es que además del tiro con arco ha sido discípulo en el taller de pintura de Santiago Prieto, que no le caía demasiado lejos siendo el prestigioso pintor su padre. Tradición familiar e inquietudes que le han llevado también a escribir sus andanzas infantiles y sin buscarlo, o buscándolo, según se mire, a las cocinas, a cocinar y a gestionar empresas de hostelería punteras en la temporada estival. Le debe faltar ser fraile en consecuencia, pero no retirado en un convento porque su vida es un no parar, ha sido un infatigable transitar y conocer, ir de un lado para otro nutriéndose de experiencias que luego lleva a un bodegón en los que la luz se entretiene en los gajos de una naranja o a un menú cuidado con mimo, como sus lienzos, pincelada a pincelada.
- Vivir los años de la infancia en un barrio como el del Matadero, entre el Pozo Dulce y las marismas, en unos paisajes pegados por aquellos años a la ciudad y a sus ríos deben haber servido para esbozar una personalidad como la tuya, rica, diversa y brillante.
- El barrio en los años cincuenta era como una gran familia. Todo se compartía. Mi infancia no podría haber encontrado un lugar mejor para que todos mis sueños se hicieran realidad. Fui un niño cargado de fantasías, pero con los pies en el suelo. Las marismas, el olor a salitre, a azufre y carbón mineral de los trenes de la Compañía Riotinto, el Polvorín o el embarcadero de Palos, fueron mis paisajes y mis lugares de escapadas. Todo esto, marca.
- Sería como vivir en el campo, a pesar de tener la plaza de las Monjas a un paseo de casa, tenías las marismas del Titán entre el barrio y el río.
- Era como vivir en el campo, o era el campo de algún modo, las calles de tierra fueron nuestros castillos y nuestros campos de batalla, o estupendos campos para jugar al fútbol. No había nada mejor. Los niños éramos libres, jugábamos juntos, aprendíamos los unos de los otros, ganando experiencia mundana y comportamiento colectivo. ¿Para que necesitábamos la Plaza de las Monjas? Aquello quedaba para los domingos, cuando nos llevaban nuestros padres al cine o a dar un paseo, pero la vida la hacíamos en el barrio.
- Y entre el barrio y el centro urbano, el Padre Laraña, el colegio Madre de Dios o lo que hoy se conoce como Funcadia. En las marismas del Titán se jugaba a la pelota en un descampado acondicionado para la práctica del balompié, pero en el lugar donde estudiaste bachillerato y formación profesional también había uno de los mejores campos de fútbol de entonces y siempre un equipo líder en las ligas infantiles y juveniles, ¿cómo es que no acabaste de pelotero?
- Si te digo la verdad, yo jugaba al fútbol cuando alguien del equipo se lesionaba (deja la nostalgia en la banda y ríe abiertamente). No era muy bueno en eso de dar patadas a un balón. Pero fútbol aparte, el colegio del Padre Laraña lo tengo muy grabado en mi mente, entre mis mejores recuerdos. Conté con profesores y formadores extraordinarios: don Juan Díaz, Bonachera, Nicolás Sierra, José Samaniego, José Vizcaya, y por supuesto mis maestros Rofa y Sánchez... Y cómo no, el director. Allí aprendí a ser quien soy.
- ¿Cuál era tu asignatura preferida?
- Siempre me ha interesado conocer, de modo que todas, pero la verdad es que destacaba en dibujo. (sonríe y resuelve) Tenía un profesor particular de pintura.
- Claro, esto de destacar desde pequeño en el dibujo y la pintura, te llega por vía paterna, tu padre era un reconocido pintor, Santiago Prieto. Además de las enseñanzas que lógicamente recibías en casa, hay que tener cierta sensibilidad. Por cierto, ¿un artista nace o se hace?
- En lo que respecta a mi padre, bastará que te diga que mi padre fue… mi padre, la persona más grande de mi vida. La devoción y el cariño que le debí y le debo, aunque sus pies ya no estén en la tierra, no me impiden decir que fue un auténtico artista. Era un maestro del dibujo y de la pintura. Entonces no estaban los tiempos para ser un bohemio, aunque en cierto modo lo fue. De él aprendí, observándole,
«Aprendí de mi padre los fundamentos técnicos y también la sensibilidad o aprender a ver las cosas. Es evidente que cualquier disciplina artística se lleva impresa en los genes, o al menos yo así lo entiendo»
sobre todo en esos años en que eres como una esponja y todo lo absorbes, cuanto sé de la pintura. Los fundamentos técnicos y yo diría que también la sensibilidad o aprender a ver las cosas. Es evidente que cualquier disciplina artística se lleva impresa en los genes, o al menos yo así lo entiendo. La habilidad se va modelando y se aprende con la práctica, pero como se suele decir, hay que nacer artista.
- En el camino a la Universidad te vas a topar con la necesidad de trabajar. Unos almacenes primero, y un taller de iluminación después, donde de alguna manera diste continuidad a la especialidad de tu padre, el diseño gráfico entonces llamado rotulismo.
- Así es. Llegó la hora trabajar, en mi casa era necesario, mi madre regentaba un pequeño despacho de pan y mi padre era autónomo y tenía que buscar encargos para luego realizarlos. Pudo aprovechar la habilidad que tenía con el dibujo. Antes estuvo empleado de la Compañía Riotinto, en los talleres de Huelva, que estaban en el Punto. Además de un trabajador ejemplar era una persona muy reivindicativa, no toleraba la injusticia y allí los derechos laborales no brillaban demasiado, sino más bien lo contrario. Fue despedido por defender a sus compañeros. Así, como suena. De modo que había que arrimar el hombro. Mi primer trabajo fue en Nuevas Galerías, después estuve en Luminosos Febus y efectivamente, mi cometido era el de dibujante, rotulista y escaparatista. Después me surgieron otros trabajos que no se me daban demasiado mal, como los de comercial. El más importante para mí fue el que conseguí en la Hispano Olivetti, recomendado por mi cuñado Juan José. Fueron muchos los desplazamientos que tuve que hacer por motivos laborales. Estuve algunas temporadas en Madrid y en Jerez de la Frontera... Hasta que se cruzó en mi camino el tiro con arco.
- Una personalidad tan inquieta como la tuya, supo aprovechar hasta la mili para aprender un nuevo oficio, el de cocinero. Cuéntame cómo fue aquello de que se redujera tu tiempo de servicio militar y qué te atrajo de la cocina en un sitio tan poco a propósito como un cuartel.
- Muchos hablan mal de la mili, pero en mi caso lo que hice fue aprovechar aquello como lanzadera para afrontar la vida. Desde casa, desde pequeño, aprendí que cualquier paso que des, el mínimo movimiento que hagas, te puede ayudar a subir un escalón en tu vida. A mí me llevaron a Morón de la Frontera para hacer el servicio militar. Siempre recordaré que fue un día de San José y además Domingo de Ramos. Firmé voluntario por dos años en aviación y de ahí que me destinaran al pabellón de
«Desde casa, desde pequeño, aprendí que cualquier paso que des, el mínimo movimiento que hagas, te puede ayudar a subir un escalón en tu vida»
oficiales, donde conocí al teniente coronel Hernández Sauci, paisano nuestro, de San Juan del Puerto. Estuve en la cocina con un gran profesional que me enseño los rudimentos esenciales del arte culinario. Aquel pabellón era como un pequeño hotel donde solo residían los pilotos y los oficiales. El trabajo era muy agradable y la cocina aún más. Aprendí muchísimo, recuerdo el primer contacto que tuve con muchas especias, y cómo se busca el resultado final, el proceso para llegar a un buen acabado. Un día el teniente coronel me sugirió que estudiara un cursillo para ascender a cabo, y me presenté a una convocatoria que hubo al poco tiempo, tras superar el examen, me dieron un mes de permiso. No llevaba ni un año de mili, y cuando volví al cuartel me dijeron que estaba licenciado. No me lo creí, así que me fui a la cocina y estuve tres días más de la cuenta, hasta que asomó por allí un comandante y me preguntó que qué estaba haciendo en el cuartel. Resultó que era cierto, habían licenciado a diez policías militares y a dos cabos. Y yo era uno de ellos. No me lo creía. Tuve suerte, pero estuve soñando mucho tiempo que volvían a llamarme.
- Desde luego aprovechas cualquier situación para aprender. Sólo un hombre sabio puede ir paseando con un niño pequeño, tu primer hijo, David, y al pasar por la zona donde hoy está el nuevo estadio de fútbol, por Las Metas, observar a unos jóvenes que están practicando tiro con arco y parar tu curiosidad en aquella diana. ¿Eso fue el principio de una auténtica historia de amor?
- Cierto, de una bonita historia de amor. Descubrí el tiro con arco por casualidad, como bien dices. Me fijé en los del arco y sentí curiosidad. No pude imaginar entonces que aquellos deportistas iban a ser mis amigos, mis muy buenos y grandes
«Descubrí el tiro con arco por casualidad. Solía pasear los domingos con mi hijo por La Metas, donde unos jóvenes lo practicaban. Les observaba, les oía hablar. Un buen día me invitaron a lanzar unas flechas. Creo que aquello me abdujo totalmente»
amigos. Fue poco a poco, en un principio me chocó aquello de ver a personas mayores con un arco en las manos, pero cogí la costumbre de pasear los domingos por allí con mi hijo. Solía pararme a observar, les oía hablar, veía sus gestos, su comportamiento y sobre todo el funcionamiento técnico de un arco. Hasta que un buen día me invitaron a lanzar unas flechas. Tan sólo tenía la experiencia de haberles visto a ellos, pero me salió muy bien aquel improvisado ensayo. Aquella primera sensación la tendré siempre fresca en la memoria. Creo que me abdujo totalmente. Ni que decir tiene que me faltó tiempo para comprarme un arco de segunda mano y un juego de flechas de madera. Aquel fue el primer peldaño en la larga escalera de veinte años de duras competiciones y también, por qué no decirlo, de muchos triunfos y sobradas alegrías. Llegué a conseguir trece títulos de campeón de España, fui preolímpico en Montreal, jugué los campeonatos de Europa, del Mundo, los Juegos Mediterráneos y por fin la Olimpiada de Los Ángeles en 1984. Entre otras muchas satisfacciones, esto me permitió recorrer casi todo el continente europeo, algunos países africanos y los Estados Unidos.
- Fuiste campeón de España por equipos tan solo dos años después de iniciarte en el tiro con arco, junto a Pepe Saavedra y a Paco Peralta, el primer olímpico español enviado oficialmente por una federación, la de Tiro con Arco.
Mis dos grandes amigos que fueron al mismo tiempo mis objetivos a vencer. Estuvimos muy unidos. Lamentablemente, Paco se nos fue. Entre los tres ganamos un campeonato de España absoluto al poco de iniciarme en esta disciplina. Nos
Campeón de España por equipos junto a Pepe Saavedra y a Paco Peralta: «Paco le dio a Huelva el honor de contar con el primer olímpico de esta era y se le debe un homenaje»
catapultaron los buenos resultados en el campeonato de Europa que se celebró en Copenhague. De estos resultados dependía la clasificación para las Olimpiadas de Montreal en Canadá. No pudo ser, aún estábamos muy poco preparados. Esto era así hasta el punto de que los tres éramos nuestros mejores entrenadores. Siempre he pensado que Huelva fue una gran potencia en tiro con arco, por la competencia que entre los tres ofrecimos. Y de Paco qué te voy a decir, todo un campeón.
- A Paco Peralta no se le reconoció en vida lo suficiente.
No, y se nos fue de la peor manera, ni siquiera pudimos despedirnos de él. Fue en los meses más duros de la maldita pandemia. Pepe y yo sentimos un gran dolor. Si Huelva se ha olvidado de Paco, yo nunca lo olvidaré. Paco le dio a la Huelva de su alma, el honor de contar con el primer olímpico de esta era en la que para serlo se necesita algo más que pasar por allí, había que cumplir con determinadas marcas y para ello era menester mucho sacrificio, mucha dedicación… y mucha sofrología, tan necesaria como es para lograr el equilibrio mental y físico necesarios para una práctica deportiva que necesita tanta calma y precisión. Huelva le debe un homenaje. Así lo entiendo y así lo digo. En la zona del ensanche, justamente donde se inició este deporte en nuestra capital, se está comenzando a construir, sería bonito que alguna de las calles que ya están urbanizadas y sin nombre, pudiera llevar el nombre de Paco Peralta. El Ayuntamiento tiene el deber de recordar a las personas ilustres y Paco es sin lugar a dudas una de ellas.
- Recuerdo que fue todo un acontecimiento en la Huelva de finales de los setenta, que un onubense se clasificara para las Olimpiadas de Moscú. En principio tú estabas también clasificado, pero hay problemas burocráticos o cambios de criterio que te dejan en Huelva. A la siguiente ya vas como un auténtico campeón, títulos nacionales y participación en acontecimientos internacionales por todo el mundo, ¿cómo fue tu experiencia en Los Ángeles '84?
- Es algo difícil de explicar. Todo fueron sorpresas y situaciones que parecían soñadas. Me resultó un lugar extraño, aunque eso sí, con unos alrededores maravillosos. Estuvimos concentrados en la Universidad del Sur de California y para los entrenamientos nos desplazábamos hasta Long Beach. Entrenábamos entonces todos los días, aunque no estuviéramos compitiendo, de ahí que con más razón durante la cita olímpica todas las tardes nos desplazáramos en autobús a unos cuarenta kilómetros de distancia para los entrenamientos. Pero cada vez que tenía ocasión, como comprenderás, acudía a las competiciones. A un deporte o a otro, daba igual porque todo era realmente espectacular. Recuerdo especialmente la lucha por el oro en baloncesto, un deporte que allí es una auténtica locura. Nos llevamos la plata y le plantamos cara a los más celebrados baloncestistas de la historia, encabezados por el mítico Michael Jordan. Otro momento muy especial fue el del desfile inaugural y la
«En la inauguración de Los Ángeles '84, cuando entramos en aquel estadio, bajo una luz cegadora y un ambiente delirante, la adrenalina te subía hasta el punto de oírte los latidos del corazón. Jamás lo olvidaré»
presentación de todas las delegaciones, aquello fue increíble. Cuando entramos en aquel estadio, de noche, bajo una luz cegadora y un ambiente delirante, desfilando junto al resto de los países, la adrenalina te subía hasta el punto de oírte los latidos del corazón. Jamás lo olvidaré. En la competición, que duró cuatro días consecutivos, los nervios se vienen arriba, las primeras tiradas fueron buenas, pero la realidad se puso de manifiesto y terminé en la posición 43 de entre doscientos participantes. Fueron vivencias que le dan sabiduría a una persona. A mí desde luego. Gané mucho, aunque no me trajera medalla alguna.
- Vamos a cambiar de tercio porque contigo se puede. Hemos conocido tu pintura y es verdaderamente extraordinaria. Es curioso como la tienes sólo como un placer íntimo. Apenas expones tu obra. Tu relación con el arte tiene algunas reservas, o cierta lírica que a veces no te atreves a mostrar.
- La pintura la he llevado muy dentro desde niño, siempre me ha gustado el dibujo y pintar, he hecho grandes decorados para teatros y sobre todo muchísimos retratos. Me gusta la pintura figurativa, donde me encuentro más cómodo. Ahora tengo una veintena de pinturas dispuestas para exponer y lugares donde hacerlo. Colgaré mis cuadros en Moguer y luego en Bellavista, en Corrales. Más adelante tendré un par de
«Con esto de sacar mi obra a la luz, tengo un gran problema: soy muy exigente conmigo mismo y eso me retrae a la hora de decidirme a exponer. De ahí que haya tardado tanto»
obras en una galería ayamontina. Con esto de sacar mi obra a la luz o al interés de los demás, tengo un gran problema. Soy muy exigente conmigo mismo y eso me retrae a la hora de decidirme a exponer. De ahí que haya tardado tanto.
- Y de las olimpiadas o el caballete, te lanzas a los fogones, a eso que te llamó la atención en tu apenas un año de servicio militar. ¿Cómo te decides a dedicarte a esta profesión?
- Lo de cocinar es lo mismo que pintar o escribir, todo es ponerse, con cuidado, eso sí. Por la educación y responsabilidad que me inculcaron mis padres y, disculpa mi falta de modestia, también por la habilidad que la naturaleza me ha otorgado. Cuando emprendo cualquier actividad me entrego en cuerpo y alma a ello, perfeccionando mis objetivos. En el deporte logré casi lo máximo, en la cocina me considero buen cocinero y gestor. En la pintura ahí están mis trabajos. Creo que hasta ahora no lo hice mal.
- Otro apartado en tu amplio historial es el literario
- He escrito tres libros, y están publicados los tres, pero es un asunto más íntimo. Se trata de dejar a mis nietos, sobre todo a ellos, una referencia de cómo fueron unos tiempos ya pasados y unos lugares que tampoco volverán, cómo era la vida en los años cincuenta y en particular cómo fue la de su abuelo. Son vivencias para compartir con ellos y por supuesto con los lectores que tengan a bien conocer esa Huelva que ya apenas guardamos unos pocos en la memoria.
- Hay mucho más que arte y actividad deportiva, has construido una hermosa familia que se corresponde con tu trayectoria vital, diversa y ejemplar. Háblame de ella.
- ¿Qué puedo decirte de mi familia? Felicidad, quizás esa sea la palabra más adecuada. Mis hijos son tesoros de lo más valioso, mis yernos y nueras es gente cariñosa y muy buenas personas. Mi esposa es otro tesoro que me cuida y me mima. Y de mis nietos ni te cuento, cinco querubines a los que adoro desde que nacieron, buenos, educados, cariñosos… los quiero con locura. A ellos les tengo dedicado dos de mis libros.
- Permaneces activo porque, entre otras cosas, los años parecen no pasar para un pintor y oficiante de muchas estrellas sobre los fogones. La práctica deportiva tendrá algo que ver, supongo.
- Algo tendrá que ver. Pasan los años y ni te das cuenta, pero fueron veinte años haciendo deporte de alta competición, veinte años en los que además llevé el nombre de Huelva a todas partes con mucho orgullo. Los años hacen mella en los deportistas de alta competición. Y esa factura hay que pagarla. Me retiré a tiempo y emprendí una nueva etapa. Los caballetes, los lienzos y los pinceles, junto a la cocina ocupan mi tiempo actualmente. Sigo trabajando, me niego a la jubilación, sinónimo de últimas fechas. Me siento útil y me satisface seguir siendo esa persona versátil y polifacético. Nadie podrá decir que no pinto nada, porque pintar estoy pintando y cada día con más pasión.
Eso se nota en sus pinturas, en la delicadeza de unos libros en los que recorre su infancia en el barrio del Pozo Dulce, en el Matadero. Desde luego este campeón tiene mucho que pintar y esperemos poder verlo pronto en las mejores galerías. Un onubense ejemplar que se despide recordando a su amigo del alma, a Paco Peralta que ya no está con nosotros, al que Huelva, le debe un sentido recuerdo. Y así es Pepe Prieto, más pendiente de los demás que de él mismo. Lo que os digo, un campeón.