José Bretón confiesa por primera vez cómo asesinó a sus hijos al escritor Luisgé Martín

El autor publicará próximamente el libro 'El odio', donde relata la entrevista que mantuvo con el asesino en la cárcel

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José Bretón, condenado a 40 años por el asesinato de sus dos hijos V. MERINO/R.SERRANO
M. A. F.

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Huelva

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José Bretón, condenado en 2013 por el asesinato en 2011 de sus dos hijos -Ruth y José, de 6 y 2 años, respectivamente-, ha confesado por primera vez cómo perpetró este crimen para hacer daño a su exmujer Ruth Ortiz. Lo ha hecho en unas declaraciones al escritor Luisgé Martín, que se carteó durante tres años con él, con quien también pudo hablar en la cárcel. El propio escritor ha publicado el contenido en una entrevista en El Confidencial, donde expone con crudeza cómo fueron los acontecimientos que desembocaron en una muerte que conmocionó a toda España y a Huelva en particular.

«Disolví las pastillas machacadas en agua con azúcar y se la di para que bebieran. Antes de poner los cuerpos en el fuego comprobé que no respiraban, estaban ya muertos. No se enteraron de lo que iba a pasar. Confiaron en mí. No hubo miedo ni dolor ni ningún tipo de sufrimiento», relata en esa entrevista Bretón a Luisgé Martín (Madrid, 1962). Es escritor y ha sido también director del Instituto Cervantes en Los Ángeles hasta el pasado mes de diciembre. En su obra titulada 'El Odio' (Anagrama) recoge una crónica negra centrada en el retrato del asesino, alguien capaz de planear y ejecutar la muerte de sus hijos con tal de hacerle daño a la que fue su pareja.

En primera instancia Bretón aseguró que los niños desaparecieron mientras jugaban en el parque. Durante la investigación se desmontó ese testimonio y se demostró que tras llevarse a sus hijos de Huelva a Córdoba los condujo a la finca 'Las Quemadillas'. Allí los drogó mortalmente y quemó sus cuerpos en una pira con el objetivo de que no hubiera rastro alguno y se escapara de la cárcel. Le cayeron 40 años con los agravantes de parentesco, premeditación y crueldad.

Martín explica que escribió la primera carta a Bretón en julio de 2021 y que intercambiaron unas 60 misivas. En el verano de 2022 hablaron por teléfono y en diciembre de 2023 le visitó en la prisión de Herrera de la Mancha.

En esta conversación Bretón expone que acepta la comunicación porque necesitaba expresar su arrepentimiento, aunque asegura que «no espero que nadie me perdone». Preguntado si se sentaría con Ruth para pedirle perdón, afirma que «no existe esa posibilidad ni va a existir –dijo después–. La sentencia me prohíbe acercarme a ella durante el resto de mi vida. Y además Ruth no puede perdonarme, es imposible que lo haga. Tampoco creo que yo me atreviera ahora a sentarme delante de ella. Pero sí me gustaría poder pedirle perdón, claro. Leí en un periódico una entrevista con ella en la que decía que tenía miedo de que yo saliera de la cárcel porque podría querer hacerle daño, matarla a ella también. Y eso me entristeció. Es ella la que tendría razones para matarme a mí, no al revés».

Imagen - «Si hubiera sido al revés, si Ruth hubiera matado a nuestros hijos, yo la habría perdonado, porque es un sentimiento que me sale con naturalidad»

«Si hubiera sido al revés, si Ruth hubiera matado a nuestros hijos, yo la habría perdonado, porque es un sentimiento que me sale con naturalidad»

José Bretón

Condenado por el asesinato de sus hijos

A continuación dice que «no sabría qué decirle. Ni siquiera sé qué decirme a mí mismo, cómo entender lo que pasó. Yo he tenido que perdonarme, porque si no no podría seguir viviendo, pero nadie más puede hacerlo. Si hubiera sido al revés, si Ruth hubiera matado a nuestros hijos, yo la habría perdonado, porque es un sentimiento que me sale con naturalidad. Pero entiendo que ella no me perdone jamás y que me desee todo el mal del mundo. Me lo he ganado con creces».

En el relato cronológico de los hechos, el 15 de septiembre Ruth le dice que no pueden estar juntos y tres semanas después, el 8 de octubre, mata a sus hijos. «acabó confesándome que estaba triste porque se había enterado de que su antiguo novio, Alfonso, el chico con el que estaba cuando me conoció a mí, se había casado. Yo me quedé estupefacto. Me enfadé mucho y dije que me iba de allí. Ella intentó detenerme, me pidió que habláramos, pero yo estaba furioso y me fui a Córdoba ese mismo día», comienza diciendo y añade que Ruth le pidió que hicieran terapia de pareja y aceptó, aunque cambió de idea y cortó la relación.

Ruth Ortiz en una concentración por sus hijos H24

«Empecé a sentir mucha angustia. No por la separación de Ruth, que me parecía lógica y aceptable, sino por mis hijos. Una separación siempre tiene consecuencias con los hijos», expone y reconoce que «me obsesionaba la idea de que se educaran al lado de la familia de mi mujer, que a mí me parecía una familia tóxica», a lo que añade que «me deprimía la idea de que mi hija Ruth y mi hijo José crecieran entre ellos sin estar yo delante. Ahí fue cuando empecé a volverme loco». Agrega que esta situación «me ponía enfermo. No podía aceptarlo, pensaba que iba a salir todo mal».

Negó que la idea de matar a sus hijos fuera por venganza contra Ruth. «¿De qué iba a vengarme? Yo estaba de acuerdo con la separación. Me parecía bien. Incluso empecé a buscar a otra mujer, llamé a Conchi y estuve a punto de quedar con ella. A mí no me parecía mal el divorcio, pero me atormentaba esa incertidumbre, el hecho de no saber qué iba a pasar con mis hijos». Dice que los mató «por la impaciencia. Necesitaba que esa situación se acabara, que desaparecieran las dudas y la incertidumbre. Es como si se me hubiera metido un monstruo dentro de la cabeza que no me dejara dormir ni pensar en otra cosa. No podía encontrar soluciones. Y cada día era peor que el anterior».

Sobre el asesinato explica que «no busqué información en ninguna parte, no hice ninguna investigación» y que había «dos condiciones que tenían que cumplirse: que murieran sin sufrimiento y que los cuerpos desaparecieran luego para que no los encontraran. Sin cadáveres no hay crimen, eso está en cualquier novela policiaca. Tenía los medicamentos y tenía la leña en la finca, solo tuve que comprar el gasóleo».

«Disolví las pastillas machacadas en agua con azúcar y se la di para que bebieran. Antes de poner los cuerpos en el fuego comprobé que no respiraban, estaban ya muertos»

Preguntado por si los niños sufrieron contestó que está «absolutamente seguro» de que no. Relata que «disolví las pastillas machacadas en agua con azúcar y se la di para que bebieran. Antes de poner los cuerpos en el fuego comprobé que no respiraban, estaban ya muertos. No se enteraron de lo que iba a pasar. Confiaron en mí. No hubo miedo ni dolor ni ningún tipo de sufrimiento».

En cuanto a si no sintió compasión de sus hijos antes del atroz crimen, contesta que «la mañana del día ocho fui a despertarlos, pero cuando llegué a la cama mi hijo José ya estaba despierto y me echó los brazos para que lo cogiera. Al hacerlo pensé: «Vaya tela que sea hoy el último día que te vea, pero no puedo soportar la idea de que pases momentos allí». Agrega que «No recuerdo nada más. No sé si hablé con ellos, pero no hubo palabras especiales. No hubo despedidas ni sentimentalismo. Yo estaba ido. Solo pensaba en que todo acabara» e insiste en que «no recuerdo nada. Estaba poseído, no era capaz de pensar en nada, de fijarme en nada. Solo en cumplir con el plan».

El escritor le insiste en su venganza y Bretón replica que «si quieres llamarlo venganza, puedo reconocerlo. Pero yo no tenía el sentimiento de venganza, creía que estaba protegiendo a mis hijos de un futuro terrible».

Sobre en qué momento fue consciente de que lo que había hecho era un acto monstruoso, revela que «allí mismo, al pie de la hoguera, en cuanto los cuerpos empezaron a arder. «¡Pero qué has hecho!», me repetía una y otra vez. «¡Pero qué has hecho! ¡Qué has hecho!» Ojalá hubiera podido dar marcha atrás en ese momento. Pero ya no había remedio».

Tras el asesinato lo negó porque «no podía hacerlo. Eso significaba ir de cabeza a la cárcel, y yo no quería ir a la cárcel», de la que pensó que se iba librar: «Por supuesto que lo pensé. Si no había cuerpos, no podían acusarme de nada. No podían condenarme. Estuve a punto de conseguirlo. Me faltó solo un poco más de suerte». Recalca que entonces «estaba obsesionado con la idea de cerrar ese capítulo y pasar página. Romper todo el pasado y centrarme únicamente en el futuro. Ojalá me hubiera dado cuenta de lo que iba a ocurrir. Ojalá hubiera tenido un poco de sentido común».

En el final de la entrevista Bretón le pide un favor al escritor: «Me gustaría que incluyeras en el libro una carta mía de arrepentimiento. Solo si te parece bien».

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