¿Se hunden los fosfoyesos?: se recrudece el debate en plena restauración de las balsas

Pese a que la Agencia Europea de Medio Ambiente asegura que los depósitos se están hundiendo en la marisma, Fertiberia afirma que sólo es el proceso natural de compactación del yeso

El catedrático de Geología y miembro del grupo de expertos de la Mesa de los Fosfoyesos, Juan Antonio Morales, considera que los datos que certifican este fenómeno son irrefutables y están avalados por las revistas científicas más prestigiosas

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Fertiberia y el trabajo 'invisible' sobre las balsas de fosfoyesos

Depósitos de fosfoyesos en la marisma onubense efe
H. Corpa

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El debate sobre la estabilidad de las balsas de fosfoyesos de Huelva parece haber cobrado una nueva dimensión tras la reciente actualización de los datos aportados por el sistema de satélites Copernicus y recogidos por el Servicio Europeo de Movimiento de Tierras, perteneciente a la Agencia Europea de Medio Ambiente, confirmando el constante hundimiento de estas acumulaciones de residuos industriales. Estas evidencias, además, llegan en plena ejecución por parte de Fertiberia de su proyecto de clausura y restauración de las balsas, lo que ha provocado una confrontación entre los argumentos de la compañía y los de los expertos independientes que han estudiado la zona.

Fertiberia es categórica al respecto y niega la mayor, calificando las conclusiones de estas mediciones de meras «especulaciones»; es decir, no existe hundimiento alguno, sino un proceso natural de compactación de los residuos. Según explicó la empresa a huelva24, estas afirmaciones «rotundamente falsas» no tienen en cuenta la deshidratación del yeso y el drenaje del agua interna «que hacen que el material se asiente, se compacte y pierda altura de manera controlada, lo que permite que el apilamiento sea más estable en su conjunto». Lejos de preocupar a la compañía, asegura que este fenómeno es «completamente normal, entra dentro de los planes previstos y no implica hundimiento ni ningún riesgo ni alteración en la seguridad de las instalaciones».

En rojo, la zona que estaría hundiéndose según los datos de la Agencia Europea de Medio Ambiente EGMS

Fertiberia explica, además, que controla anualmente la topografía del terreno y cuenta con avanzados sistemas de medición y control, como hitos, inclinómetros y nidos piezométricos, que permiten monitorear de manera «constante y detallada» las balsas. Dichos sistemas, añade, aseguran que el proceso se realiza «dentro de los parámetros establecidos y confirman que no se produce ningún tipo de hundimiento». Además, todos los informes sobre la situación son enviados regularmente a las autoridades competentes, «quienes supervisan y validan los datos, confirmando que todo se encuentra en orden y conforme a la normativa vigente».

Todas estas afirmaciones procedentes de la empresa responsable, sin embargo, han sido refutadas por Juan Antonio Morales, catedrático de Geología de la Universidad de Huelva y uno de los expertos que integran la Mesa de los Fosfoyesos, quien sostiene que las balsas no solo están descendiendo, sino que también se están desplazando lateralmente, un fenómeno que no puede atribuirse únicamente a la deshidratación del yeso. Según sus estudios y los sondeos realizados, la base sobre la que se asientan las balsas se ha hundido entre 6 y 8 metros en algunos puntos. «Es decir, que te encuentras hierba de la marisma 6 metros por debajo del nivel de la marea. Eso no tiene más remedio que ser que se ha hundido. Digan lo que digan», sentencia el catedrático.

Volcanes de fango y desplazamientos laterales

Uno de los argumentos clave de Morales es la existencia de volcanes de fango en los márgenes de las balsas. Estos fenómenos geológicos indican que el peso de los residuos está comprimiendo los estratos inferiores, lo que provoca la salida de materiales hacia los laterales. Además, en los picos de mayor acumulación de residuos, se han detectado domos o abombamientos que sobresalen por la presión de los estratos inferiores, una clara señal de que las capas subyacentes están cediendo bajo la presión ejercida por los fosfoyesos.

Además, las mediciones del satélite Copernicus muestran que la superficie de las balsas no solo desciende sino que también se desplaza hacia el oeste, algo que también ha sido corroborado por investigaciones previas, como las realizadas por Felipe González Barrionuevo, del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Huelva.

Otro punto de fricción entre es la transparencia en los datos, ya que los estudios realizados por la Mesa de los Fosfoyesos han sido publicados en revistas científicas como 'Remote Sensing', en los primeros puestos del ranking a nivel mundial, «donde para publicar hay que pasar por unos filtros de revisiones pareadas y un editor que no publica cualquier cosa», lo que contrasta –a su juicio– con los

«Si realmente sus informes demuestran que no hay hundimiento, ¿por qué no los hacen públicos?», cuestiona el catedrático de Geología Juan Antonio Morales

controles a los que se refiere Fertiberia, que no han sido compartidos con expertos independientes. Según Morales, la empresa se ha negado a proporcionar los datos topográficos y a permitir la verificación de sus mediciones: «Si realmente sus informes demuestran que no hay hundimiento, ¿por qué no los hacen públicos?», cuestiona el catedrático.

El posible impacto ambiental de un colapso parcial de las balsas –provocado por un seísmo, por ejemplo, cuyo riesgo «minimiza la compañía»– también es motivo de preocupación. Aunque Morales se centra en la parte geológica del problema, advierte que, si el hundimiento continúa, podría provocar que los residuos entren en contacto directo con las aguas de la ría de Huelva, lo que podría disparar la contaminación en estuario del Tinto y el Odiel.

Se estima que Fertiberia depositó durante su actividad industrial alrededor de 100 millones de toneladas de material efe

Si hay negocio, hay esperanza

El plan de Fertiberia para el sellado de las balsas prevé la colocación de una capa de tierra sobre los fosfoyesos, lo que, según los expertos críticos, podría agravar el problema al aumentar la carga sobre una base ya inestable. Además, Morales recuerda que la solución aprobada no es definitiva, sino una medida provisional. A largo plazo, la retirada total de los residuos sería la única opción que garantizaría la seguridad ambiental de la zona. Sin embargo, se hace una pregunta para la que no hay respuesta: «¿Dónde te los llevas?».

Por esta razón, el catedrático vaticina que, en el futuro, la solución pasará por la retirada de los residuos no por razones ambientales sino económicas. «Es probable que se busque una salida comercial para los fosfoyesos, de modo que puedan ser reutilizados con fines industriales», una posibilidad que no cree lejana. Mientras tanto, lo inasumible del coste de llevarse las 100 millones de toneladas que se estima hay depositadas en las marismas retrasará indefinidamente la eliminación definitiva de las balsas, ya que el problema de su almacenamiento no se resolverá hasta que se encuentre un mercado viable para estos materiales. Hasta entonces, la estabilidad de las balsas seguirá siendo motivo de polémica, con implicaciones tanto para el medio ambiente como para la seguridad de la zona.

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