Esta es la historia de la columna más misteriosa de Huelva: «La podían limpiar un poco»

Data de los años 80 y muchos de los que la contemplan piensan en cuál es su sentido

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Columna estriada situada en el Conquero de Huelva @ALFUTUROARQUITECTURA
M. A. F.

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Huelva

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Seguro que alguna vez, paseando por el Conquero, ha reparado en que hay una columna un poco extraña a la que es difícil encontrarle un sentido. Lo claro es que hay una historia detrás de este elemento arquitectónico que tanto llama la atención y que seguramente muy poco conocen cuál es.

«No eres el único que ha pensado que esta columna es de una obra que no se ha terminado y así se quedó«, comienza diciendo en un video explicativo el arquitecto Luis Alfonso Morales, que siempre cuenta cosas muy interesantes de Huelva a través de las redes sociales desde @alfuturoarquitectura.

En esta ocasión, detalla que esa columna extraña es «el basamento de una columna subido a un pedestal», pero no una normal, sino «una columna estriada deformada por el postmodernismo». Esta afirmación igualmente remite a la duda de por qué no tiene parte de arriba y está aquí sola.

Para conocer esta historia hay que remitirse a los años 80, cuando la Junta de Andalucía con vistas al quinto centenario del Descubrimiento de América »regó con 38.000 millones de pesetas a multitud de proyectos», entre los que estaba el Parque Alonso Sánchez. Uno de los proyectos que pidió Huelva y que ha pasado «años abandonado» es el de los miradores del Conquero, que es una cuenta pendiente para aprovechar la belleza de un lugar con mucho encanto y unas vistas muy bonitas de la ciudad.

 

Diseños «loquísimos y coloridos»

«Como en los 80 la arquitectura se tomó un descanso de ser tan seria los diseños eran loquísimos y coloridos», expone Morales sobre esta columna tan alejada de lo habitual. Sentencia que la columna no tiene sentido ni quizás tampoco lo quiso su creador.

En los comentarios a sus publicaciones hay más información. «En sus inicios tenía en la parte de arriba unos hierros retorcidos que parecían cuatro pelos descuidados», recuerda un onubense, mientras que otro afirma que «de toda la vida le llamábamos el edding, un rotulador gordo».

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