ROCK DE EMOCIONES EN EL GRAN TEATRO

Morgan, pepitas doradas en el río

La banda madrileña hizo fluir su excelsa música atmosférica en el Gran Teatro, con la suavidad del agua y la contundencia de la roca, en un delicioso juego de intensidades, matices, luces y sombras, un complejo mecanismo que encajó de un modo mágicamente sencillo en el oído de un público entregadísimo. Fue proporcional a la corriente del apasionante viaje desplegado, donde cada Morgan fue una brillante pepita de oro y Nina un imponente ángel dorado que arañó el cielo con su voz. 

Morgan, pepitas doradas en el río

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Morgan, pepitas doradas en el río

Los ríos siempre se están despidiendo a la vez que están presentes en el paisaje, fluyen como si no pasara nada, como si tiempo y agua fueran inagotables, como un recuerdo permanentemente a flote en la memoria. Su corriente nos arrastra de una vida a otra, nos conduce sinuosa entre los capítulos vitales y nos moldea como las piedras que habitan su cauce, obra de su constante capricho. A simple vista recrea su interior con vulgar uniformidad, pero camino del mar el baile descubre que superficie y fondo están conectados por el brillo de las piedras menos corrientes, como las pepitas de oro, que sueñan con ser rescatadas. 

Como ellas brillaron e hicieron surcos en aplausos las manos a su encuentro en la fría noche del viernes los componentes de Morgan en el Gran Teatro de Huelva. Recalaron por primera vez en tierras onubenses con su último disco 'The River and the Stone'. Extendieron en torno al fluir de su río una atmósfera muy especial, canciones como nubes, capaces de adoptar cualquier forma. Unos fantásticos músicos y una voz prodigiosa tejieron en interpretaciones muy vivas, siempre en evolución, capas de agua que corrieron repletas de matices, con suavidad y fuerza, removiendo espirales en laberintos, acariciando campos de trigo sin horizonte, resquebrajando cumbres de montañas y peinando dunas de arena, afilando puntas de flechas, describiendo órbitas en el espacio… 

Morgan, pepitas doradas en el río

Al recibidor del Gran Teatro llegaban, con el aleteo de las manos sobre las puertas del patio de butacas y el sostenido impacto de los pies en los escalones, los asistentes a un mismo espectáculo. Todos igualmente maravillados hablaban de un concierto de conciertos, de un transcurrir del tiempo gozado, de una identidad poliédrica sobre las tablas. Pues a la vez unos hablaban que habían visto algo de The Allman Brothers Band, de Pink Floyd, de Janis Joplin… de tantos pero a la vez en una propuesta muy original y fresca, un rock de emociones, tan inusual en estos tiempos. Intensa pasión en una banda igualable en directo, con una despensa inmensa de arreglos, melodías y armonías, hiladas por una voz brotada para caminar cielos e infiernos, dulce y desgarradora, sobre una alfombra de flores y espinas. 

Dispuestos como hallazgos entre las rocas que se reconocen mutuamente en un escenario donde el centro lo ocupó el sonido, los integrantes de la banda se lanzaban miradas de complicidad para sincronizarse y sentirse, se combinaban en abrazos sonoros. En su primera visita a Huelva eran patentes las ganas de darlo todo y el ímpetu por reconocérselo a cada instante de un público con el paladar del alma entregado ante su calidad suprema y pulida perfección. 

Desde la esquina izquierda, con chaqueta amarilla, ejerció de faro y ojo de huracán a la vez Carolina de Juan, Nina, la niña grande y sonriente cuando habla, que parece temer el foco, la misma que es la desatadora de emociones cuando canta, la bestia vocal que juega sin piedad con notas y corazones, girando y girando, subiendo y bajando, retorciendo y estirando.

Morgan, pepitas doradas en el río

Comenzó el recital como el tercer álbum, con el ruego sin esperanza de ‘Hoppeless Prayer’, la letanía que se desenvuelve sencilla sobre el martilleante piano y pasa de la sombra a la penumbra que vislumbra claridad.  Se amplifica como antesala de la poderosa ‘River’, con su base firme y sus voces a coro, que comienza con una frase que es el espíritu del disco “I’m a stone but the river goes on… it’s pulling me down” (Soy una piedra pero el río continúa… me está tirando hacia abajo). Un rosario de formas liquidas, débiles y fuertes, perfiles de agua, cadenas, huesos calados, el destino, el mar…

La percusión ceremorial anunció ‘Blue eyes’, incursión en el segundo álbum, ‘Air’, donde se abre paso el torrente de la guitarra y la voz, a la que siguió el rescate de su primer trabajo, ‘North’ con 'Attempting', con un fantástico punteado final. El ritmo animoso de ‘On and On (wake me up)’ devolvió el curso musical a lo más reciente de la banda, antes de sondear nuevamente el origen con ‘Work’.

La octava canción, ‘Paranoid fall’, rompió con fuerza y marcó uno de los puntos álgidos del espectáculo, exhibiendo músculo instrumental, con enroscados solos de guitarra del virtuoso Paco López y un potente estribillo. Y como contraste la sencilla intimidad de ’Silent speaks’, que cierra el disco con paz, a la que siguió la mágica y camaleónica ‘WDYTTYA?’ y la no menos cambiante y pegadiza ‘Oh oh’, que te lleva dónde quiere en otro ejercicio de imaginación rítmica y melódica. También te conduce hacia la corriente en senda luminosa ‘Flying Peacefully’, un tema con mucho rollo.

Morgan, pepitas doradas en el río

Y para la canción número 13 la pura y sencilla emoción de ‘Volver’, con Nina al piano acariciando su primer tema en español. “Échame de menos / No me falles esta vez / Porque no sé si voy a volver”, deslizó como una dulce advertencia. Este papel lo desempeña en el reciente disco la pieza en castellano ‘Un recuerdo y su rey’, una historia de ambición y opulencia desembocada en vacío, en un “recuerdo que ya no tiene remedio”.  Cerró el tiempo de baladas el tema de apertura de ‘North’, ‘Home’, con su remate: “Because every mistake I make takes me away from my home (porque cada error que hago me aleja de mi casa)”.

La canción de ‘despedida’ del un intenso y emocionante concierto fue otro de los temas de ‘The River and the Stone’, ‘A kind of love’, calma mágica que se ve detonada con naturales giros de tuerca en más de seis minutos de disfrute, coronado con el repaso de los ilusionistas al mando de los instrumentos. Y tras el descanso, otro temazo, ‘Alone’, otra muestra de tránsitos hacia la luz desde la oscuridad: “The sky gives up all its light / I′m running at the speed of sound (El cielo cede toda su luz / Estoy corriendo a la velocidad del sonido”).

Morgan, pepitas doradas en el río

El segundo bis lo protagonizó ‘Sargento de Hierro’, otra celebrada canción en castellano, donde cada silencio hiela el corazón antes de arder con el intenso estribillo “Cúrame viento / Ven a mí / Y llévame lejos / Sácame de aquí / Cúrame tiempo / Pasa para mí / Sálvalos a ellos, sálvalos a ellos”. Y desde ahí el subidón de ‘Another road (Gettin’ Ready), con el público en pie bailando, celebrando la fiesta de la música durante tanto tiempo arrancada de su esencia. 

Como no podía ser de otra forma, el final estuvo a la altura del acontecimiento bordado. ‘Marry you’ fue un abanico de intensidades. Pasó de la voz de Nina, la guitarra de Paco López y una pequeña luz en el centro del escenario, a un despliegue sensacional que implicó de nuevo a toda la banda con toda su fuerza e intención. Los aplausos interminables del respetable, los abrazos sentidos entre ellos, las gracias con mayúsculas recalcadas de la líder de Morgan dieron testimonio de lo que fue una noche memorable. Terminó con una niña subiendo al escenario para entregar un regalo, otro rayo de luz dorada para el río y la piedra. 

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