CLAUSURA 'DÍAS DE CRISÁLIDA
La alquimia de Faustino Rodríguez: “Sin reto no hay emoción”
Donde otros verían dificultad el artista onubense ve el proceso necesario para expresar debidamente su mundo interior. Su paciencia creativa es el primer color que imprima el lienzo. Lo demuestra en ‘Días de crisálida’, que ha cautivado en la Diputación de Huelva. “Para mí es un bálsamo. Cuando estoy en mi taller dibujando se me olvida el mundo”, afirma.


La inspiración no es un soplo, una ráfaga de aire a la que se le deja entrar al abrir la puerta. Más bien es la escalera intrincada, misteriosa y atrayente, que hay que atreverse a subir para sembrarla de luz propia. El desafío de enfrentarse al lienzo en blanco no es suficiente para Faustino Rodríguez (Huelva, 1957), que ejecuta un doble salto mortal sobre ese vacío que repuebla con tanto estudio como imaginación.
Nada en su pintura es sencillo y requiere de una maduración, una maceración, un estudio en desarrollo. Las mariposas no son producto de un ‘click’, el recurrente facilitador del mundo actual, sino de ‘Días de crisálida’, título de la exposición retrospectiva que clausura este sábado en la Sala de la Provincia de la Diputación de Huelva tras un rotundo éxito. Esos días, metáfora del confinamiento y jornadas de trabajo creativo, es un tiempo que, lejos de parecer espera hasta la rotura y contacto con el mundo exterior, es una construcción del yo creativo, que aporta algo diferencial al entorno.

Como explica a huelva24.com ‘Días de Crisálida’ es “una referencia poética al trabajo interno de cada artista y en el confinamiento me refugié en la pintura, en mi creación. No digo que la pandemia sea positiva para mi arte, pero me he tenido que recluir forzosamente y han surgido obras y eso desde luego ha sido el acicate que me ha dado ánimos para no tirarme por la ventaja”. Valora que en esta situación ha conseguido “sacar partido a esos meses y a los que seguimos pasando en esta situación. Como dice en el catálogo de la exposición, confío en que podamos resurgir cada uno como nueva persona, con una evolución”.
Se define como una persona “resiliente” y por ello piensa que “de todo mal momento hay que sacar la parte positiva”. Por eso siente que no hay cárcel para un alma creadora, que posee el refugio constante, el espacio donde curarse del mundo.

Sin aureola ni corona, es el maestro a pie de calle dispuesto a enseñar, un mago que revela parte de sus trucos, que no teme ser imitado. No por vanidad, sino porque la experiencia le canta que cada uno recorre su camino aunque use semejantes zapatos. Con su paciencia natural y su predisposición de docente ha habitado la sala de exposición encantado de dialogar con los asistentes. “Me han hecho muchas preguntas y he explicado todo a quien esté interesado en alguna obra y si tenían paciencia les he detallado la técnica. Yo también doy clases en Palos de la Frontera y creo en lo bonito de aprender y explicarle lo que sabes a todo el mundo. Ya después cada uno con la técnica la explorará por su cuenta y le dará su sello”, relata.
La humildad en la conversación con este onubense de larga trayectoria encierra un mundo artístico inconmensurable, de un poder onírico que sólo se puede imaginar como de extenso es mientras se contempla, atemporal, solo delimitado en los confines de lienzo, una libertad que se asoma para conectar con la mirada del espectador, que presiente que la escena es un punto de un paisaje más amplio, brotando del alma del artista.
La paciencia del maestro se entrega a la calma de un modo laborioso, disfrutando del proceso, recreándose. La pintura en él no es un impulso sino un proceso en el que soñar creando tiene el requisito de ser exacto, estudioso y concienzudo en cada aspecto del trabajo. “Soy lento y no expongo todo lo que debería por las circunstancias y mis técnicas, que son de convento y requiere elaborar la obra lentamente. Yo soy así”.

Ejemplifica su desempeño, su ritmo de creación, el uso pausado que hace de la técnica de la punta de plata. ¿Por qué acudir al lápiz fabricado en serie cuando ya el mero instrumento ejecutor es un acto de creación único en el punto de partida? Como un ovillo que se desmadeja sin vuelta atrás, sin pausa pero sin prisa, consigue un marcado trazo, brillante y muy delimitado, firme, limpio e indeleble, sin vuelta atrás. Es desenvolverse en los matices de lo difícil, caminar sobre el alambre del funambulista.
“Es la que se utilizaba en el pasado, en la Edad Media y Renacimiento, cuando no existía el grafito, la mina de los lápices. Si querían hacer un boceto con líneas definidas usaban la punta de plata, que araña el papel si no lo preparas para que reciba el trazo del la plata, que se va oxidando, y permite dibujar unas líneas muy finas que otra técnica no da. Me emociona y satisface mucho. Para mí tiene total vigencia”, detalla sobre el arte que más ha cultivado en los últimos tiempos.
Sin duda cree que lo que cuesta más te da más satisfacción. “Con la punta de plata estoy muy a gusto. Al principio no das con la preparación y cada pintor lo tendrá que investigar. Cuando no sale lo que debería tienes que ponerte otra vez a buscar la emulsión idónea para que el papel reciba la plata y tenga una intensidad y conseguir el efecto del claroscuro y que no sea plano”, comparte sobre el proceso.

El grabado es otra técnica laboriosa pero que da los resultados que busca. “Permite trazos muy finos, pero requiere un trabajo. Hay que preparar la plancha, el ácido… es un proceso larguísimo. Tengo algunos grabados a varias tintas y es difícil, pero me gusta el reto, si no no tiene emoción”, indica este alquimista curioso, explorador de laberintos.
“Es positivo el balance de la exposición, que ha tenido mucha repercusión. La han visitado mucha gente y para mí es un honor exponer en Huelva y que mis paisanos puedan ver mi obra”, resalta. Está muy agradecido a visitantes, amigos y medios de comunicación. “La exposición ha sido una buena ocasión de reencuentro con muchas personas a los que no he podido abrazar y estamos con la mascarilla, porque lo que está pasando es una realidad y no el ‘coronacirco’ que dice Victoria Abril, porque hay gente que está muriendo y hay que reprimirse”.

Aún así, no puede reprimirse el arte, como tampoco contener la respiración, a la que va cosida su expresión. “El arte es intrínseco a mí, ¿cómo voy a dejar es mi esencia, el mundo de la creación y mis obras en la pandemia?”, sostiene defendiendo que la cultura es esencial en esta pandemia. Aquí hace referencia a que entre sus obras hace un homenaje a ‘La tempestad’ de Giorgione, cuyo original pasó por “una peste y casi es incinerada porque no se conocía muy bien lo que pasaba con los virus. Comencé a pintarlo tres o cuatro días antes de que nos encerráramos con el confinamiento y lo terminé antes de salir de nuevo”.
La cosmogonía de Rodríguez no ha variado en décadas porque es inagotable su mantanial. “Mis últimas obras siguen la línea porque sigue siendo mi mundo, a veces inquietante, mágico, un surrealismo mágico… y viendo exposiciones mías anteriores veo que hay un hilo. Es un sello”, expone y agrega que “llevo muchos años pintando y creo que hay un nexos de conexión y la pandemia ha influido en el entorno, pero no en mi esencia no he cambiado. Sigue estando mi sello en las obras”. En un nuevo ejemplo cita 'La metamorfosis’ de Ovidio, que ha resuelto “con técnica mixta de collage y grabado e intento ilustrar al poeta pero la esencia mía está ahí”.
Siguiendo con los óleos, reclama su vocación de hacer transcendente al tiempo sus creaciones con mensajes claros sobre conductas inherentes a la naturaleza del ser humano. “En cada obra procuro no quedarme en lo anecdótico. Un cuadro que se va a quedar en Diputación es ‘Las puertas de la codicia’, que tiene su vigencia, pues es uno de los pecados capitales y es una constante en el tiempo. La obra participa de estar imbuida en mi mundo, lo que a mí me emociona”, describe. De este modo, reconoce que “me inspiro en los clásicos de la música, la literatura, la poesía… Ahora estoy revisando otra punta de plata en homenaje a Richard Strauss con Nietzsche y su obra ‘Así hablo Zaratustra’. Estoy en eso para realizarme y disfrutar. Para mí es un bálsamo. Cuando estoy en mi taller dibujando se me olvida el mundo”.

Esa luz es un espectáculo para quien aprende apreciar más belleza que final en un ocaso. Como dice Javier Berrio en su columna ‘Indesineter’, “desde su figurativo personal, esmerada elaboración y elementos surrealistas, Rodríguez se muestra tal como es, uno de los maestros pictóricos de nuestro tiempo”.