CONCIERTO EN COLOMBINAS
Sonriamos como canta Rozalén
Con su especial voz la artista albaceteña, junto a su inseparable Beatriz Romero en la lengua de signos y su gran banda, regalaron un concierto cargado de sentimientos, baile y reflexión a Huelva, que le correspondió con una multitudinaria audiencia entregada.


Quiero que rías y sonrías, repetidamente, como canta Rozalén, como cantó en Huelva, para el resto de tu vida. Quiero que rías con energía y melodía, con música brotando del alma, con luz de ilusión saliendo por los ojos, contagiando alegría y buen rollo, con encanto en cada gesto. También con psicología, emoción y sensibilidad, con dulce garra vital, con sentido común, con compromiso, personalidad, valentía y firmeza, sin miedo pero consciente de los peligros, de la historia negra acontecida, de las lacras que siembran de tragedia la sociedad. Quiero que rías con imaginación en lo real, sintiendo el lado positivo de las cosas, con el entusiasmo de que todo es posible, que hay detalles que marcan y por los que empieza todo, una chispa que te hace cambiar la perspectiva, como un concierto en Colombinas. Llegas con tu dolor, tu pena y tus problemas a las primeras filas y oyes en su voz historias que merecían ser rescatadas del silencio del olvido, que te permiten ponerte en el corazón y la piel de otro, vivencias personales comunes a muchos y por ello importantes, aunque cada uno carga la suya. (amor, desamor, violencia, guerra, maltrato, el poder de la mujer…).
No se trata sólo de su afinación perfecta, de su timbre, de su torrente, de sus giros y matices, de la belleza y sentimientos que transmite con su inmenso poder, de su espíritu humilde de trovadora y justiciera igualitaria, de sus lecciones de musicaterapia… Es ese nosequé que te hace pensar en ese instante: “Es la mejor”. Cantar como canta Rozalén debe ser un don, porque nadie más canta así, y aunque sea de uso exclusivo con él consigue que muchísimas personas sean felices y canten con su risa. Como en un milagro, común y propiciado por ella en cada lugar, hubo para todos en la fiesta, para los miles que se congregaron en el espacio Mapas de Música en el recinto ferial. Alegría, baile, reflexión, pensamientos y buenos deseos, se expandieron desde el escenario con una buena onda a la que Huelva supo corresponder activamente.

La mayoría se sabía la letra, pero los que no disfrutaron también, porque se trata de un recital multipersonal, en el que los músicos cumplen su trabajo y se prestan a múltiples teatrillos. También es multisensorial, pues además de con el oído se disfruta con la vista y se busca transmitir también los que no oyen. Ahí se hace imprescindible la participación de Beatriz Romero, que merece capítulo aparte. En ella ves las mismas ganas que quien proyecta un cañón con un potente haz de luz al cielo y haces señales. Activa e incansable, atenta a todo, se hace ver, fluye con naturalidad en la marea de gestos que tanto cuentan, que también cantan. Ella, todo sensibilidad, también sonríe como Rozalén, porque bebe de la misma fuente de la pasión sentida por lo que uno hace. Ella es un plus para el espectáculo, y no solo por la plausible atención a un colectivo casi siempre olvidado, porque no deja de ser un foco de información y arte que no es la sombra de Rozalén, sino su par. Se sincronizan y sus miradas cómplices se buscan, hacen coreografías y el espectador quiere oír y ver a ambas, comprobar como sigue floreciendo la conexión que nació en Bolivia.

Qué mejor comienzo que la poesía de Benedetti y los versos de ‘No te salves’ (no te salves /no te quedes inmóvil al borde del camino / no congeles el júbilo / no quieras con desgana…) invitando a vivir con actitud. “Hay que hacer las cosas con alma y contagiarlo”, expresó compartiendo su filosofía vital Rozalén, que prometió “reflexión, emoción y diversión y que os vayáis con ganas de vivir”.
Y ya poniendo esa garra vital desgranó ‘Será mejor’, que explica que la idolatría puede ser un gran sufrimiento y una poderosa decepción. De ahí pasó al primer capítulo del libro de historias familiares que se atrevió a contar, la historia de Miguel, ‘El hijo de la abuela’, que tenía como “el único crimen, pensamiento libre”.
Recordó cuando vino al Mandala a cantar hace unos años ante un público reducido y se sintió algo abrumada, aunque algo ya traía dentro de casa. “Vengo de días intensos y necesito cantar para sanarme”, afirmó revelando su intención de provocar una catarsis colectiva con momentos para todo. Así que cantó ‘Vivir’ (“Y si me levanto y miro al cielo /Doy las gracias y mi tiempo lo dedico a quien yo quiero…”) y con alegre coreografía a dúo con Beatriz Romero en ‘Ahora’ (“vas y apareces tú”), antes de comenzar en el íntimo acompañamiento de una guitarra la descripción corporal hecha entrega y compenetración de ‘Para los dos’ (“Decoro defectos con el fin de ser perfecta para ti”).

Regresó a las historias de la familia que son también “historia de este país, temas tabúes” que no ha dejado en el tintero “con respeto y amor”. “Es necesario hablar de lo que duele y se normaliza”, aseguró Rozalén, que relató uno de tantos casos de memoria histórica, la de Justo, hermano de su abuela desaparecido en la Guerra Civil. Fue localizado en una fosa común a raíz de la canción y ahora su abuela puede llevar una flor a sus restos mortales, lo mínimo que por “dignidad y humanidad” reclaman tantos. Volvió a tratar de sanar la herida cantando y acabó recuperando una de las habaneras que él cantaba para homenajearle.
Y de un homenajea a otro, a todas las mujeres y la magia que habita en ellas en ‘Las hadas existen’, donde reivindica lo femenino. La canción acabó con los habitantes del escenario y la muchedumbre levantando nubes de polvo haciendo el ‘Follow the leader’ de un lado a otro. Lo siguiente fue revivir el sueño cumplido del encuentro con el “apañado y bien parido” Kevin Johansen, al que pusieron voz todos sus músicos por turnos en ‘Antes de verte’.
A la novena canción le reservó el “cotilleo gordo” de la historia de amor de sus padres, ya que su padre sacerdote diez años y a finales de los 70 se enamoró de su madre, hecho que agradeció la artista albaceteña, porque no estaría aquí y no la disfrutaríamos. En los conciertos de sus inicios ya le dieron pistas (“Tu padre me casó…, me bautizó…”). Con letra del maestro andaluz Felipe Benítez Reyes cantó “orgullosa de donde vengo, con cualidades y defectos”. Ella es fruto de un ‘Amor prohibido’, en el que están “dos solitarios dándole al mundo su sinrazón de ser”.

Y más sentimiento con la interpretación a la guitarra del clásico ‘La Llorona’ de Chavela Vargas, tras que se desplegó otra canción sentida, ‘La Belleza’, de Luis Eduardo Aute, “de los maestros que más me remueven por dentro”. Tras estos temas abrió el capítulo del desamor y el reproche con ritmo movido con ‘Me arrepiento’ y ‘Tu nombre’, afirmando que “no tienes ningún derecho a hacerme sufrir” y “no me quieras tanto y quiéreme mejor”. Y a continuación, la reacción inteligente de la preciosa ‘Asuntos pendientes’, con “Aceptar que hoy es hoy y que ayer fue pasado / Que aprender a vivir es saber descubrir que el futuro está actuando”.
Puso luego el espejo para describirse y describir la sociedad en ‘Somos’, pues “Somos contradicción y mucho del qué dirán” en el “morboso el país en el que vivo”. Y quizás por eso con mucha marcha cantó a los cuatro vientos “Hoy quiero bajar del mundo”, antes de regresar con más calma y melódica nostalgia en ‘Vuelves’ (“…tan inesperadamente…”).
A piano fue contando otra historia que tiene el sello Rozalén por la sensibilidad puesta en la letra y la forma de cantarla. Fue ‘Comiéndote a besos’, con la multitud acompañándola en el relato del amor y el deseo por encima del VIH. Y como es ella, como siempre hace, se detuvo a dar las gracias “de corazón”, consciente de los “años muy bonitos vividos” y del “mucho trabajo a las espaldas”, al que da sentido y premia el público. No se acostumbra a la emoción de tener a tanta gente delante y se acordó de otros artistas onubenses que le brindan siempre “tanta bondad” y cuidados, como Antílopez, Alejandro Rivera, Mara Barros y Manuel Carrasco.

En la recta final cantó ’80 veces’, el tema que abre su primer disco, ‘Con derecho a…’ (2013), del que también extrajo ‘Saltan chispas’. Luego habló de la gran familia que mueve en carretera para hacer posible el espectáculo y todos los músicos se marcharon. Regresó con la fuerza de ‘Dragón rojo’, donde se actúa desde el rencor y el dolor para acabar amando con intensidad.
Y lo más esperado para el final. Juntos todos dibujaron ‘La puerta violeta’, una vía de escape al maltrato, un himno que ha llegado a niños y mayores, el paradigma de cómo canta con optimismo sobre acontecimientos deleznables. “Jamás imaginé que una canción que salió tan a solas en mi cuarto se convertiría en esto”, aseguró y agregó “hay que cantarla con alegría porque la lucha feminista es la revolución de amor de la historia. Que nos acordemos de aquellas que no pudieron dibujar ninguna puerta en la pared”. Con el alma cantaron todos y lo mismo sucedió con ‘Girasoles’, otro símbolo que proyectó en la noche una intensa luz. Bajo ella se produjo la despida bailando de todos los que durante más de dos horas hicieron disfrutar y sentir a Huelva, que sonrío mientras cantaba Rozalén y seguro que tardarán en dejar de hacerlo.
