La expresión de nuestro legado

El arte nace donde hay talento

Muchos somos los que al ver una pintura contemporánea expuesta en un museo hemos dicho eso de “mi hijo lo hace igual o mejor”. Comparado con la figuración, la abstracción nos parece simple e ilógica porque ¿qué son dos líneas y un círculo sobre un fondo rojo? José Caballero habría sabido qué responder a eso.

El arte nace donde hay talento

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Cuando observamos una pintura de arte abstracto, no sabemos muy bien dónde mirar, la composición nos resulta ajena a la realidad. Nuestra experiencia personal no sabe cómo identificarla y al igual que hacemos con todo lo que no entendemos, lo caricaturizamos, le restamos importancia y buscamos algo más familiar que nos resulte menos incómodo. Para la mayoría es como mirar a través de una mirilla en plena oscuridad.

Pero no todo es lo que parece. Que no sepamos verlo, no significa que no esté ahí. José Caballero Muñoz trabajó toda su vida buscando estilos para evitar caer en etapas de perfeccionismo que afectaran a la vitalidad de su obra. Y encontró el camino evolucionando desde la figuración hasta la abstracción, que le liberó de imposiciones y formas preconcebidas para representar lo que realmente importa.

El arte nace donde hay talento

Este maestro fue uno de los artistas onubenses más importantes del siglo XX. Llegó a ser uno de los pintores no figurativos más destacados de nuestro país, con una veintena de premios y reconocimientos que le ayudaron a hacerse un nombre incluso fuera de nuestras fronteras. Pudo disfrutar de ese éxito en vida, aunque no le resultó fácil lograrlo. José se convirtió en  hombre en una España dividida por la guerra y maduró padeciendo una posguerra que le obligaría a callar cuando más quería decir. Fue la etapa más difícil de su vida. A lo largo de la década de los 40 abandonó voluntariamente la pintura, sumido en un estado de apatía del que no era capaz de salir, y se dedicó, por necesidad, a trabajar como escenógrafo para espectáculos folklóricos, de cine y teatro, además de ilustrar algunos libros.

Durante esa época solo realizó algunas obras pictóricas que en la mayoría de los casos sirvieron como decorado para películas, como sucedió con 'Premonición de Verano'. Este magnífico óleo sobre lienzo realizado en 1945, formó parte de los decorados del film 'La calle sin sol', dirigida por Rafael Gil y estrenada en 1948. Se trata de una obra surrealista que desprende un aire misterioso. A través de su arte, José Caballero nos transmite sus pensamientos y sentimientos sobre el momento que vive. Unas sombras alargadas y oscuras derramadas sobre un paisaje desolado y caluroso, desprenden un halo de dramatismo. Representan el reflejo bajo el sol de unos edificios construidos con marcadas líneas geométricas que crean el espacio generando una perspectiva que parece forzada. Entre ellos, dos mujeres humanizan la escena. Una de ellas, sentada bajo un lienzo blanco que hace las veces de parasol, centra la obra. Sin rostro, con una evidente influencia italianizante y con un carácter enigmático, hace oídos sordos a la llamada de otra figura femenina que intenta captar su atención desde el fondo. En general es una obra que transmite melancolía. Se puede intuir el vacío que sentía el autor cuando la realizó, su soledad. Aunque tiempo más tarde reconocería que esta pintura llegó a simbolizar para él una premonición de su vuelta como pintor al mundo de las artes.

Su primera participación en una exposición junto a otros artistas fue en el III Salón de los Once en 1946. Por aquel entonces, su apatía le llevó a aceptar la invitación para acallar la insistencia de algunos amigos de su círculo artístico que veían su silencio como una pérdida irreparable para las artes. Envió cuatro cuadros de tamaño pequeño de influencia italiana y tres obras surrealistas, entre las que se encontraba 'El hombre del estercolero'.

Este óleo sobre lienzo realizado en el mismo año que se organizó la exposición, es una obra con una evidente influencia daliniana. Muestra nuevamente un paisaje desolado construido como  si de un escenario teatral se tratara. En primer plano, a la derecha, destaca la figura de un hombre con el que se identifica el autor, sentado en el suelo,  durmiendo al sol, en actitud solitaria y mostrándose indiferente hacia todo lo que le rodea. Entre todos los elementos representados, destaca un muro que marca el centro de la obra dando de nuevo la impresión de una perspectiva forzada. Este está inspirado en 'El blanco muro de España' que su amigo Federico García Lorca nombra en uno de los poemas recopilados en 'El llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías', en el que incluyó una representación del mapa de España formado por desconchones y aprovechando la zona sombreada para aquellos que no fueran capaces de reconocerlo a simple vista.

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De nuevo el autor simboliza en su obra el desencanto que siente hacia la situación por la que pasa el país. La miseria y las falsas libertades le generan un estado de impotencia que le invade hasta desordenarle.

Dos años después, en 1948, la tristeza por la pérdida de su madre le sumió en una extraña serenidad que le devolvió la necesidad de crear, ahora por propia decisión, sin que ello supusiera una obligación laboral. Fue entonces cuando José Caballero empezó a romper el muro mental que le había impedido seguir desarrollándose. A partir de ese momento se convirtió en un pintor prolífico, superando paso a paso cada una de sus luchas internas e inseguridades.

Por esas fechas llevaba ya un tiempo enfrentándose a una realidad inevitable. Se había iniciado como pintor surrealista y al volver a crear lo hizo siguiendo el camino que abandonó antes de la guerra, cuando tan solo era un muchacho. Pero convertido en un adulto, comprendió que el surrealismo se había quedado obsoleto, le impedía expresar lo que llevaba en su interior y le traía recuerdos del pasado que deseaba dejar atrás. Decidió empezar desde cero y buscar un lenguaje que le permitiera hablar de sí mismo en el presente y de todo aquello que le rodeaba.

Encontró en la abstracción la respuesta que estaba buscando. Este arte le permitió evolucionar liberándose de las ataduras formales de la figuración. Pasó por distintas etapas a lo largo de los años 50 hasta encontrar un estilo personal con el que por fin pudo sentirse identificado. Con él se vio capaz de expresar su opinión contraria al régimen franquista que, al desconocer el nuevo lenguaje, terminó utilizándolo para mostrarse ante al resto de Europa como un gobierno abierto al cambio y a la innovación.Su obra se llenó de líneas y formas geométricas. Sus pinceladas se volvieron gruesas y sus emociones, igual que sus pensamientos, se reflejaron como en un libro abierto sobre los soportes que utilizaba para expresarse.

En 1960 pintó la obra 'Torneo' usando  técnica mixta sobre lienzo, lo que le trajo durante un corto periodo de tiempo de vuelta a la figuración, aunque sin apartarse de la abstracción geométrica. En ella se representa con una clara influencia picassiana un torneo donde dos caballeros, ataviados con sus armaduras y sus yelmos,  están a punto de entrar en contacto para iniciar el combate. Lo interesante es que el caballero representado por colores fríos lleva una corona y se muestra agresivo. El autor lo plasmó con la mano alzada, a punto de hacer uso de su espada, mientras que el otro caballero, representado por colores cálidos,  parece permanecer a la espera con los brazos extendidos y un estandarte en una de sus manos, como si pidiera una tregua. En mi opinión, el simbolismo utilizado guarda un mensaje crítico que hace referencia a la indefensión de España ante un poder que somete al país por la fuerza.

El arte nace donde hay talento

Después de este paréntesis figurativo en el que realizó otras obras similares, se entregó completamente a la abstracción geométrica. Habiendo deshumanizado su arte, se interesó por buscar el equilibrio y la emoción a través de una geometría sensible y del estudio de los espacios. El geometrismo le llevó a trabajar con diferentes formas, convirtiendo el círculo en el protagonista de su trabajo durante un tiempo. Posteriormente, siguió experimentando hasta que, al final de su trayectoria, los signos que venían acompañándole desde el principio de su carrera tomaron importancia y reinaron sobre sus espacios vacíos. Hay que destacar, principalmente, la caligrafía oriental y la asiática.

Al final de su vida, José Caballero era considerado un talento entre pocos que tuvo el valor de encarar la adversidad para no privarnos de su don. Aprendió a conocerse a través de su ingenio y no dudó en recuperar su voz incluso cuando le obligaban a enmudecer. Corrió ciertos riesgos y perdió algunas oportunidades, pero nunca perdió el rumbo. Construyó un nuevo camino para recorrerlo aunque no supiera a dónde le llevaba. Ese es el verdadero perfil de un artista.

De entre todas sus obras, he resaltado estas tres porque todos podemos disfrutarlas haciendo una visita al Museo de Huelva. Hay trabajos expuestos de este artista onubense en más de cincuenta instituciones en toda España, como por ejemplo en el Museo Nacional de Arte Reina Sofía. También podemos encontrarlas en instituciones extranjeras como en el Museo de Arte Contemporáneo de Managua en Nicaragua, en el Museo de Bellas Artes de Guinea Ecuatorial o en la Colección Chase Manhattan Bank de Nueva York en Estados Unidos. Pero estas tres obras, únicas y de una belleza sin igual, se encuentran en nuestra tierra, su tierra. Hagamos lo posible para que formen parte de nuestras vidas.

Como siempre digo, “no es necesario salir de casa para ver una verdadera obra de arte.”

Referencia: La memoria no es nostalgia: José Caballero. Universidad Complutense de Madrid. (2001) Tesis doctoral de Marián Madrigal Neira.

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