La expresión de nuestro legado

Una serenidad inalcanzable

Cuando el VII Duque de Medina Sidonia mandó construir el Convento de los Mercedarios Descalzos en Huelva a principios del siglo XVII, encargó una imagen de la Virgen María sosteniendo a su hijo para que presidiera el altar mayor de la capilla. Y entre todos los autores a su disposición para realizar la tarea, no pudo elegir a nadie mejor que al maestro entre maestros, Juan Martínez Montañés.

Una serenidad inalcanzable

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Cuando estaba estudiando la licenciatura, este escultor se convirtió para mí en uno de esos 'magos del arte' que sólo pueden definirse como irrepetibles e inimitables. Su capacidad para representar la tensión emocional bajo un aire de serenidad majestuoso, me impactó. Y desde entonces, cada vez que estoy frente a una de sus obras, no puedo evitar sentirme conmovida.

Una serenidad inalcanzable

Este escultor español, conocido como 'el dios de la madera', fue el máximo representante de la imaginería sevillana en el siglo XVII y el responsable de la creación de la escuela de escultura barroca de la capital hispalense.  Hoy en día, no sólo podemos disfrutar de sus obras en la zona occidental de Andalucía, también podemos encontrarlas en lugares tan dispares como la Iglesia de la Concepción de Lima, el Museo Meadows de Dallas, la Iglesia de San Francisco de Popayán en Colombia e incluso en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.

Y es que Martínez Montañés no era un imaginero cualquiera. Su forma de trabajar la madera, su material predilecto, le identificaba. Era capaz de idealizar la belleza uniendo la herencia clásica a las formas naturalistas de la expresividad humana. En pocas palabras, su obra destilaba amor y equilibrio, hasta tal punto que pareciera que palpitara.

Actualmente la imagen que mencionaba sigue presidiendo esa misma capilla, sólo que con el paso de los años y el transcurrir de la historia, se ha transformado en el altar mayor de la que es nuestra catedral desde noviembre de 1953, la Iglesia de la Merced. Su titular es una escultura de la Virgen de la Cinta realizada en madera policromada y tallada entre 1606 y 1609 en el taller de Juan Martínez Montañés. Por desgracia, su posición de honor no permite que nos acerquemos a ella para deleitarnos con sus detalles. Aun así, su visión resulta espectacular en las alturas, protegida en el interior de una regia tribuna, desde donde observa a los fieles con la mirada baja y con su hijo bendiciendo entre sus brazos.

Según nos cuenta la historia, aunque fue realizada para presidir el templo, solo mantuvo su posición los primeros ochos años, desde el momento de su llegada en 1610 hasta 1618, año en el que el Duque de Medina Sidonia volvió de Sanlúcar de Barrameda trayendo consigo en barco a la que sería titular de la Iglesia los siguientes 359 años, la Virgen de la Merced.

No será hasta 1977, tras la última restauración del edificio y después de transformar toda la zona del presbiterio, cuando la Virgen de la Cinta de Martínez Montañés vuelva a presidir la capilla mayor.

Una serenidad inalcanzable

La imagen, de 1.52 metros de altura, es un deleite para la vista con sus suaves rasgos, su evidente clasicismo y su influencia manierista. La Virgen, en una postura sumamente femenina, carga el peso de su cuerpo sobre una pierna para sostener con el brazo izquierdo a su hijo sobre la cadera. El gesto maternal de adoración y protección con el que acaricia el pie de su pequeño contrasta con la calma de su semblante, una paz que también podemos observar en la cara del niño dios mientras bendice a aquel que lo mira.

Los detalles de sus rostros reflejan la calidad artística de su autor, que da vida a su obra moldeándola con  facciones ovaladas, narices perfiladas, cabellos finamente trabajados y cejas levantadas.

Sin embargo, es muy probable que no toda la composición fuera realizada por la mano del maestro. Comparándolo con otras de sus obras, el drapeado del manto parece menos distinguido, más geométrico y pesado. Por lo que es muy probable que sus discípulos colaboraran en el término de la escultura, algo habitual en un taller que recibe un número elevado de encargos. Aun así, son dignos alumnos de su mentor y confieren a la imagen una dignidad plástica indiscutible.

Personalmente, desde el mismo momento en el que me coloqué frente a ella,  fui incapaz de apartar la mirada. A pesar de las distracciones, de la conversación y de la cámara. Me hubiera encantado tener la oportunidad de subir ahí arriba y acompañarla el resto de la tarde.

Quizás tenga ese privilegio algún día.

Referencias:

- La Merced, cuatro siglos de historia. Consejería de Educación y Ciencia de la Junta de Andalucía y Vicerrectorado de los centros universitarios de Huelva de la Universidad de Sevilla. (1991).

- Guía artística de Huelva y su provincia. Fundación José Manuel Lara y Diputación de Huelva. (2006) Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández y José María Sánchez Sánchez.

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