nuestro pasado en clave de humor

La loca Historia de Huelva: La II Guerra Mundial

Aparentemente, si no nos salpicó la I Guerra Mundial tampoco debería de haberlo hecho esta, pero veréis que no fue así. Mientras España estuvo celebrando a nivel nacional e interno su particular Liga de las Estrellas futbolística con sangrientos disparos mortales en vez de magníficos disparos a puerta de los delanteros ( que eso hubiese sido lo suyo), se inicia un nuevo campeonato de la barbarie y la sinrazón, pero este a nivel mundial, y ya van 2 en lo que va de Siglo XX, momento en el que Julio Iglesias crea la canción “Tropecé dos veces con la misma piedra nino nino nino, nino nino ná”.

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Aunque pasamos hambre  en el período de posguerra, quizás no tanta como en el resto de España, ya que echamos manos de nuestros recursos naturales... No, hombre, no, no nos comimos la poca pirita y el poco cobre que quedaba en las minas, me refiero a los recursos que generaba el mar, creándose el llamado “tren de la pesca”, con el que se surtía prioritariamente a Castilla (el centralismo, siempre el maldito centralismo), pero como le dicen las madres a sus peques: “Manolito, hay que compartir”.

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De nuevo la importancia real o estratégica de nuestros puertos, de ahí que quisieran controlarlos los espías mataharis británicos por parte de los aliados (éstos nos conocían bien desde la época de la minería) o los nazis alemanes, un pelín más tontos que los anteriores por lo que relato a continuación. Ellos, unos y otros, a lo suyo, a espiar, intrigar y chivarse de todo lo que veían, tanto que incluso veían fantasmas donde no los habían, de ahí que cuando menos lo esperaras se producía un sabotaje en los barcos aliados, e incluso bombardeos. Lo mal que lo pasaba la Canoa de Punta Umbría para convencer a los nazis infiltrados de que no era un peligroso navío de la flota aliada.

Y ahora el episodio principal que nos mete de lleno en la (sin rodeos ni eufemismos) II Guarra Mundial. Os hablo de la denominada por los aliados como 'Operación Mincemeat' en 1943. Consistió en que el servicio secreto ibérico -sí, secreto ibérico ¡qué más quisieran ellos!-, el servicio secreto británico dejó a pocas millas de la playa de Punta Umbría el cadáver muerto (un cadáver vivo habría sido materialmente imposible) de un supuesto comandante inglés con nombre de desodorante, concretamente William, William Martin, al que se le conoció pronto en Huelva y provincia (también fuera de España por la trascendencia que tuvo el hecho) como El hombre que nunca existió ¡Pero vamos a ver! Si mucha gente vio el cadáver, si lo encontró un pescador llamado José Antonio Rey, si llegó al cementerio de Huelva y fue analizado por el médico forense Fernández Jurado (hay que ver lo que sabe de 'tó' esta conocidísima familia onubense), y además de todo eso, si los nazis tuvieron conocimiento del hallazgo... ¿cómo se dice entonces que este hombre nunca existió? Existió, sí, el cuerpo, pero no era ése su verdadero nombre. En realidad no se sabe a quién correspondía realmente el cadáver (las teorías y las leyendas son múltiples), pero el caso es que lo cargaron de documentos falsos que indicaban que el Sur de Europa, bien por el Atlántico, bien por el Mediterráneo, sería clave para el desembarco final de los aliados. Ea, y solo con eso los nazis picaron el anzuelo, ¿son tontos o no son tontos? Ni un 'lenguao' del Espigón habría picado  tan fácilmente como ellos. Esto sí que fue, por parte británica, jugar a 1,2,3 el escondite inglés. El despiste originado en las tropas de Hitler hizo ganar tiempo para preparar el verdadero desembarco: el de los sevillanos en nuestras playas... uy, perdón, el Desembarco de Normandía.

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La posguerra, sea la española o la mundial, produjo en algunas zonas de la provincia, sobre todo en la Sierra, un boom migratorio en busca de trabajo, instalándose sus habitantes en Huelva Capital, Sevilla, Madrid o Barcelona. Emigrar, emigrar y emigrar, es lo que les tocó a muchos (mis padres incluidos, que me engendraron, parieron y amamantaron en Alemania... esto último más mi madre que mi padre). Pero ya estamos hablando de la segunda parte del siglo XX, que no soy tan mayor, y de eso será de lo que nos ocupemos en el próximo capítulo... de mi vida no, por Dios, qué aburrimiento, me refiero a esa interesantísima segunda mitad del siglo XX.  

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