Comedor Ruperto de Nola: así era el estrella Michelin de Torres Blancas al que puso nombre Cela
El recuerdo de este restaurante revive después de que el Ayuntamiento de Madrid apruebe un plan especial para reconvertir el espacio que ocupó en el emblemático edificio en viviendas de lujo
El antiguo restaurante con estrella Michelin de Torres Blancas se reconvertirá en lujosos pisos

La Guía Michelin de 1974 en España –en los años 30 ya recomendó algunos hoteles con sus distinciones– dio a Madrid nueve estrellas. Entre ellas, y junto a iconos como Zalacaín, Horcher, Club 31 o Jockey, estaba un moderno espacio para cien comensales que renunció ... motu proprio al título de restaurante. Era el 'Comedor Ruperto de Nola' de las plantas 22 y 23 de Torres Blancas –en homenaje al cocinero de Fernando I de Nápoles–, que la mantuvo hasta 1980.
En ABC y casi una década después de su cierre, Camilo José Cela se arrogó la autoría de su nombre en un artículo en el que arremetía contra uso de los extranjerismos. Anécdota onomástica al margen, fue lo que hoy llamarían, muy a pesar del nobel, un 'place to be' en el que ver y dejarse ver por lo espectacular del sitio.
Un rincón de 'aires espaciales' o 'submarinos' según la percepción de cada comensal a través de sus ventanales, con reservados, barra y terraza. Tan moderno como que el proyecto inicial del arquitecto Sáenz de Oiza incluía un montacargas que conectaba cada vivienda con el restaurante.
Una ración de chipirones pedida desde la planta 14 habría costado en abril de 1980, 625 pesetas. Lo rompedor de su interiorismo no opacaba la «alta cocina» que, a tenor de la crítica, ejecutaron allí cocineros olvidados, otrora con renombre, como Luis Jiménez Marbella o Miguel Estrada.
Consomé de tortuga e higado de oca 'al Garnacho'
Este último rubricaba en su carta lo mismo un consomé de tortuga por 295 pelas que un prohibitivo hígado de Oca 'al Garnacho' por 2.600. En su carta convivía la cocina tradicional y regional –desde un pisto manchego a un cocido madrileño, pasando por un lacón con grelos o unas lentejas estofadas 'salmantinas'– con platos de marcada influencia francesa: riñón de ternera 'Chateaubriand' y piezas de caza 'á la royale'.
Los pescados como curiosidad era provistos por Evaristo García Gómez –fundador de Pescaderías Coruñesas–. Allí, y en otros restaurantes de nivel, empezaron a venderse las ostras por unidad –135 pesetas–. De postre, había un barroco melón al Oporto o el 'soufflé al whiskey'. La decadencia que fue envolviendo a Torres Blancas acabó también por cerrar este 'comedor' en 1985.
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