DE BARES Y RESTAURANTES

El refugio de Los Cuartelillos

Pocos onubenses conocieron los cuarteles que se levantaban hasta hará algo más de medio siglo en las cercanías de las marismas del Polvorín, más arriba del Matadero. Tampoco el Pozo Dulce, donde las mujeres iban a lavar y del que los más viejos del lugar aseguran que salía un agua excelente.

El refugio de Los Cuartelillos

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El progreso desmanteló aquel hermoso edificio y fontana alegre, tal como lo hizo con otros edificios que hubo en Huelva, porque lo que se salvó del terremoto del 1755, no resistió el progreso de los alcaldes que tuvieron cargo y privilegios en los ochenta y los noventa, hoy con calles y plazas que se le dedicaron probablemente por haber mandado derribar los palacios barrocos de los Trianes y los Garrocho, o por mandar alicatar el cabezo de la Horca. Apenas se salvó del desastre urbanístico y patrimonial la romana Fuente Vieja, perdida entre cañas y maleza en los apartados cabezos que bajan a las Colonias. 

Del barrio del Matadero guarda recuerdos y colecciona fotos antiguas Juan el de los Cuartelillos, ya retirado del negocio familiar que su padre principió en aquellos olvidados cuarteles y que él continuó con tino y perseverancia hasta hacerlo un auténtico hito en el ocio onubense. Recordarán muchos de ustedes como de taberna pasó a refugio o por mejor decir, recogedero de la contestación al Régimen del general Franco, luego en la mal llamada modernidad o movida, derivó en ciertos conflictos que atacó a Juan el de los Cuartelillos por todos los flancos. Su pericia y sentido común salvaron este humilde templo onubense, y el logro fue gracias a la feliz idea de cerrar el establecimiento por un tiempo, de manera profiláctica, haciéndolo resurgir en dos o tres meses para que volviera a ser lo que siempre fue, o lo que él había construido partiendo de una taberna de barrio. Los Cuartelillos han sido pues referencia que todo el que viene a Huelva trae apuntada en la memoria, recogida del boca a boca, única e infalible manera de transmitir dónde está lo mejor de cada lugar. Hoy sigue siendo un sitio para quedar, pero también para tapear –notable mejoría en los últimos años– y sobre todo para beber una de las mejores cervezas de barril de la ciudad, aunque el botellín o el tercio sigan siendo santo seña en este bar que, como apuntábamos, al que se acercan todos quienes llegan a Huelva para pasar una temporada por motivos laborales. Es curioso, pero año tras año, y son ya décadas, los interinos del sector de la docencia, el que mejor conozco, viene a trabajar a esta ciudad invariablemente con una misma trilogía anotada en su agenda: el Paco Moreno, el Pappys y Los Cuartelillos. 

Quien no ha tenido una mañana de cervecitas en Los Cuartelillos, desde luego no ha palpado la ciudad como es debido. El ambiente distendido, la tertulia plena de risas y los tercios acompañan a otros clásicos que Juan no ha olvidado, como el vino de Bonares, origen de su familia, como la de tantos bonariegos que llegaron a la capital para establecerse con unas botas de vino, unos altramuces y como mucho unas habas enzapatás o unas papas aliñás. Lo mejor del Condado llegó para quedarse hace ya un siglo, y luego siguieron viniendol Las Ocho Horas, el Zepelín, las bodegas Coronel, el Mateo, el Tomate, Jeromo y su hermano, que vinieron al Patrón y luego hicieron carrera restauradora tal como ahora la hace el hijo de uno y sobrino del otro, Jesús Amador, el de La Paka, y así ad infinitum. De todo el Condado, pero sobre todo de Bonares ha sido el vino que ha acompañado a esta ciudad a lo largo de la última centuria, hasta imbricarse el pueblo y sus gentes en la vida de la ciudad, en sus costumbres también. 

De vez en cuando me acerco por Los Cuartelillos por darme el gusto de saludar a Juan, y siempre, siempre, alguien hay de los viejos tiempos con un botellín en la mano y un plato de chochos en la mesa. Hablamos entonces de los tiempos en que la revolución se hacía en voz baja y contracorriente, no como ahora, que se hace con media cuarta de moqueta y coche oficial de cien mil pavos, chauffeur y dietas que quitarían la jambre de media Huelva. Qué tiempos, joder, qué putos tiempos nos quedan por ver para asombro de quienes aún mantienen la pureza y la valentía de una izquierda que ya apenas existe. Pero siempre nos quedarán los colegas, los recuerdos, la protesta ahora a voz en grito y, por supuesto, Los Cuartelillos.

Bernardo Romero es profesor de Historia y escritor, miembro de la Academia Andaluza de la Gastronomía y el Vino, pero sobre todo amante de la buena vida.

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