gestión empresarial
El Bulli, un caso de éxito en márketing pero fracaso en ejecución
Ya no es cuestión de innovar, de hacer algo diferente, emocionar se queda corto, se trata de llevar a tu cliente lejos, sin que se mueva siquiera un solo paso, se trata de poder ofrecer al comensal un cuento de nuevas emociones en el que él será el principal y único protagonista, que será acompañado y guiado a lo largo de todas las experiencias.

Ésta es la fórmula mágica que ha conseguido lograr Ferrán Adriá con su restaurante El Bulli. Ha conseguido por méritos propios ser uno de los mejores cocineros contemporáneos del mundo, sino el mejor, y ser uno de los arquitectos de la cocina moderna del siglo XXI. Con su fórmula exquisita, su puesta en escena si cabe aún más, trata no solo de que los comensales se sienten a comer platos modernos, de que estén buenos o no, de que prueben sabores diferentes, sino de conseguir tanta armonía con el cliente desde que éste consigue una plaza en el Restaurante, hasta que lo abandona, y que durante la comida éste se encuentre en una nube de tal satisfacción entre plato y plato, que acompañado de gestos delicados y detalles bien calculados, consiga embaucarse en una atmósfera de cuento de hadas digna de envidiar y compartir.Lo que acabo de describir se puede parecer a la película de Tim Burton, Charlie en la Fábrica de Chocolate, en la que Willy Wonka, elige a 5 afortunados niños para enseñarles su famosa y jamás vista por nadie fábrica, así como sus procesos de elaboración, sus curiosos trabajadores y la fantasía que rodea a toda aquella atmósfera de trabajo.Y es que como en el cuento del británico Roald Dahl, Charlie y la fábrica de Chocolate, Adriá también juega con el marco de la exclusividad. Punto a favor o en contra aparte, Adriá consiguió con su limitada oferta si cabe, que las ganas de participar por un día en aquella atmósfera sean más ansiadas por parte de la innumerable clientela provocando en los afortunados una sensación de excitación tan grande casi como si le sirvieran el primer plato, es decir, conseguir una mesa es el comienzo de la magia que ofrecía El Bulli. Aquí es donde se comprueba que Ferrán es aparte de un exquisito cocinero, un buen estratega en el mundo del marketing, sabe cómo generar un interés y mantenerlo a lo largo del tiempo algo parecido a lo que encontramos con el marketing de contenidos, en él se intenta establecer un vínculo emocional con la persona y generar una relación de larga duración.Después de leer algunas críticas por internet, todos coinciden en que la experiencia merece la pena, al menos una vez en la vida, no hemos conseguido encontrar ninguna sola crítica que haga resaltar la insatisfacción factible del cliente o que califique de mala la experiencia. Lo que hace pensar que Adriá a parte de buen cocinero, sabe vender a la altura de los grandes empresarios del mundo, ya que conseguir que ni una sola persona baje su nota del 8.5 en todo sus aspectos, y la mayor parte le ponga una nota media de 10, es digno de admirar, tanto para expertos y no tan expertos del tema gastronómico.Ha sabido enfocar bien su servicio, ha conseguido colocarse dentro de los restaurantes más demandados, ha sabido reconocer cuales son las necesidades de sus clientes aun sin ser conocidas por ellos mismos, y ha conseguido encontrar la fórmula del éxito enmarcando su servicio como un viaje de fantasía al alcance de no todos los bolsillos, pero contra todo pronóstico, el Bulli decidió cerrar sus puertas en el año 2011. ¿Qué fue lo que motivó al Bulli a cerrar? Nunca se sabrá con certeza, pero lo que sí se sabe es que el Bulli volverá a abrir sus puertas a lo largo del 2018, y esperemos que por mucho más tiempo.
Ésta es la fórmula mágica que ha conseguido lograr Ferrán Adriá con su restaurante El Bulli. Ha conseguido por méritos propios ser uno de los mejores cocineros contemporáneos del mundo, sino el mejor, y ser uno de los arquitectos de la cocina moderna del siglo XXI. Con su fórmula exquisita, su puesta en escena si cabe aún más, trata no solo de que los comensales se sienten a comer platos modernos, de que estén buenos o no, de que prueben sabores diferentes, sino de conseguir tanta armonía con el cliente desde que éste consigue una plaza en el Restaurante, hasta que lo abandona, y que durante la comida éste se encuentre en una nube de tal satisfacción entre plato y plato, que acompañado de gestos delicados y detalles bien calculados, consiga embaucarse en una atmósfera de cuento de hadas digna de envidiar y compartir.Lo que acabo de describir se puede parecer a la película de Tim Burton, Charlie en la Fábrica de Chocolate, en la que Willy Wonka, elige a 5 afortunados niños para enseñarles su famosa y jamás vista por nadie fábrica, así como sus procesos de elaboración, sus curiosos trabajadores y la fantasía que rodea a toda aquella atmósfera de trabajo.Y es que como en el cuento del británico Roald Dahl, Charlie y la fábrica de Chocolate, Adriá también juega con el marco de la exclusividad. Punto a favor o en contra aparte, Adriá consiguió con su limitada oferta si cabe, que las ganas de participar por un día en aquella atmósfera sean más ansiadas por parte de la innumerable clientela provocando en los afortunados una sensación de excitación tan grande casi como si le sirvieran el primer plato, es decir, conseguir una mesa es el comienzo de la magia que ofrecía El Bulli. Aquí es donde se comprueba que Ferrán es aparte de un exquisito cocinero, un buen estratega en el mundo del marketing, sabe cómo generar un interés y mantenerlo a lo largo del tiempo algo parecido a lo que encontramos con el marketing de contenidos, en él se intenta establecer un vínculo emocional con la persona y generar una relación de larga duración.Después de leer algunas críticas por internet, todos coinciden en que la experiencia merece la pena, al menos una vez en la vida, no hemos conseguido encontrar ninguna sola crítica que haga resaltar la insatisfacción factible del cliente o que califique de mala la experiencia. Lo que hace pensar que Adriá a parte de buen cocinero, sabe vender a la altura de los grandes empresarios del mundo, ya que conseguir que ni una sola persona baje su nota del 8.5 en todo sus aspectos, y la mayor parte le ponga una nota media de 10, es digno de admirar, tanto para expertos y no tan expertos del tema gastronómico.Ha sabido enfocar bien su servicio, ha conseguido colocarse dentro de los restaurantes más demandados, ha sabido reconocer cuales son las necesidades de sus clientes aun sin ser conocidas por ellos mismos, y ha conseguido encontrar la fórmula del éxito enmarcando su servicio como un viaje de fantasía al alcance de no todos los bolsillos, pero contra todo pronóstico, el Bulli decidió cerrar sus puertas en el año 2011. ¿Qué fue lo que motivó al Bulli a cerrar? Nunca se sabrá con certeza, pero lo que sí se sabe es que el Bulli volverá a abrir sus puertas a lo largo del 2018, y esperemos que por mucho más tiempo.
Después de leer algunas críticas por internet, todos coinciden en que la experiencia merece la pena, al menos una vez en la vida, no hemos conseguido encontrar ninguna sola crítica que haga resaltar la insatisfacción factible del cliente o que califique de mala la experiencia. Lo que hace pensar que Adriá a parte de buen cocinero, sabe vender a la altura de los grandes empresarios del mundo, ya que conseguir que ni una sola persona baje su nota del 8.5 en todo sus aspectos, y la mayor parte le ponga una nota media de 10, es digno de admirar, tanto para expertos y no tan expertos del tema gastronómico.
Ésta es la fórmula mágica que ha conseguido lograr Ferrán Adriá con su restaurante El Bulli. Ha conseguido por méritos propios ser uno de los mejores cocineros contemporáneos del mundo, sino el mejor, y ser uno de los arquitectos de la cocina moderna del siglo XXI. Con su fórmula exquisita, su puesta en escena si cabe aún más, trata no solo de que los comensales se sienten a comer platos modernos, de que estén buenos o no, de que prueben sabores diferentes, sino de conseguir tanta armonía con el cliente desde que éste consigue una plaza en el Restaurante, hasta que lo abandona, y que durante la comida éste se encuentre en una nube de tal satisfacción entre plato y plato, que acompañado de gestos delicados y detalles bien calculados, consiga embaucarse en una atmósfera de cuento de hadas digna de envidiar y compartir.Lo que acabo de describir se puede parecer a la película de Tim Burton, Charlie en la Fábrica de Chocolate, en la que Willy Wonka, elige a 5 afortunados niños para enseñarles su famosa y jamás vista por nadie fábrica, así como sus procesos de elaboración, sus curiosos trabajadores y la fantasía que rodea a toda aquella atmósfera de trabajo.Y es que como en el cuento del británico Roald Dahl, Charlie y la fábrica de Chocolate, Adriá también juega con el marco de la exclusividad. Punto a favor o en contra aparte, Adriá consiguió con su limitada oferta si cabe, que las ganas de participar por un día en aquella atmósfera sean más ansiadas por parte de la innumerable clientela provocando en los afortunados una sensación de excitación tan grande casi como si le sirvieran el primer plato, es decir, conseguir una mesa es el comienzo de la magia que ofrecía El Bulli. Aquí es donde se comprueba que Ferrán es aparte de un exquisito cocinero, un buen estratega en el mundo del marketing, sabe cómo generar un interés y mantenerlo a lo largo del tiempo algo parecido a lo que encontramos con el marketing de contenidos, en él se intenta establecer un vínculo emocional con la persona y generar una relación de larga duración.Después de leer algunas críticas por internet, todos coinciden en que la experiencia merece la pena, al menos una vez en la vida, no hemos conseguido encontrar ninguna sola crítica que haga resaltar la insatisfacción factible del cliente o que califique de mala la experiencia. Lo que hace pensar que Adriá a parte de buen cocinero, sabe vender a la altura de los grandes empresarios del mundo, ya que conseguir que ni una sola persona baje su nota del 8.5 en todo sus aspectos, y la mayor parte le ponga una nota media de 10, es digno de admirar, tanto para expertos y no tan expertos del tema gastronómico.Ha sabido enfocar bien su servicio, ha conseguido colocarse dentro de los restaurantes más demandados, ha sabido reconocer cuales son las necesidades de sus clientes aun sin ser conocidas por ellos mismos, y ha conseguido encontrar la fórmula del éxito enmarcando su servicio como un viaje de fantasía al alcance de no todos los bolsillos, pero contra todo pronóstico, el Bulli decidió cerrar sus puertas en el año 2011. ¿Qué fue lo que motivó al Bulli a cerrar? Nunca se sabrá con certeza, pero lo que sí se sabe es que el Bulli volverá a abrir sus puertas a lo largo del 2018, y esperemos que por mucho más tiempo.